Amanece un nuevo día en la mansión Huntington, con los primeros rayos de sol colándose por las amplias ventanas de la habitación que Valeria y Tatiana compartían. Un aire fresco y vigorizante entró por la ventana ligeramente abierta, impregnando el cuarto con el aroma de la hierba húmeda y las flores del jardín.
Las dos chicas, aún relajadas en su cama de dosel, sonreían al recordar la noche anterior. Pronto, las doncellas entraron provistas de agua tibia, preparadas para ayudarlas a darse un baño. Mientras las manos expertas de las doncellas peinaban y desenredaban sus cabellos, Valeria no pudo evitar lanzar una pregunta en tono juguetón, acompañada de una risa suave.
—Entonces, ¿cómo te sientes esta mañana? ¿Más clara en tus sentimientos hacia... cierto par de caballeros? —preguntó, mientras su amiga la miraba de reojo, sin saber si sonrojarse o sonreír.
—Ufff, no empieces tan temprano... —respondió, sonando bastante seria— Creo que con Hugo... ya no estoy tan segura. Anoche... —Tatiana hizo una pausa, recordando el beso apasionado que compartió con Mark en los jardines, y las diferencias entre él y Hugo se le hicieron más claras que nunca— Anoche, algo me hizo replantearme todas mis dudas. No entiendo que tipo de magnetismo siento hacia Hugo, pero no creo que sea un sentimiento real.
—¿Ah, sí? —Valeria la miró con curiosidad, claramente esperando más detalles—. ¿Y qué hay de Mark? Porque me pareció que se te veía muy... ¿cómo decirlo? Cálida en su compañía, especialmente cuando desaparecisteis juntos durante un buen rato.
Tatiana sintió el calor subirle a las mejillas, pero lo ocultó echándose un poco de agua en la cara, disimulando la incomodidad.
—Desde luego es... diferente. No tiene nada que ver con ningún chico que hayamos conocido en nuestra época. Me hace sentir cosas que no puedo explicar. Pero también es complicado... No sé si estoy preparada para esto.
—Bueno, desde luego parece que él sí está preparado —comentó Valeria con una sonrisa maliciosa— Y no me extrañaría que lo encontraras de nuevo en el jardín, esperándote. Esos paseos nocturnos se están volviendo bastante comunes, ¿no te parece?
Tatiana se rió, al ser conocedora de que su amiga no estaba quizá tan dormida por las noches cuando salía de la habitación.
—Deberías centrarte en tu propio prometido y no en mis complicaciones, Val.
La conversación entre ambas continuó en ese tono de complicidad y diversión mientras las doncellas terminaban de ayudarlas a vestirse. Finalmente, listas y radiantes, bajaron a la sala de desayuno entrando a la vez que su amiga Anna, donde encontraron a la pequeña Isabel y a Lady Katherine ya sentadas, esperando ansiosas las historias de la fiesta de la noche anterior.
—¡Contadlo todo, no os guardéis nada! —exclamó Isabel con emoción. Lady Katherine asintió con la cabeza, igualmente expectante.
Valeria, siempre encantada de ser el centro de atención, comenzó a narrar con una sonrisa radiante los detalles más jugosos de la velada. Con cada palabra, sus ojos brillaban de emoción, transportando a todos en la sala de desayuno de vuelta a la fiesta de la noche anterior.
—¡Oh, no sabéis lo maravillosos que eran los disfraces! —exclamó, gesticulando con entusiasmo— Cada traje parecía más elaborado que el anterior. Hubo un caballero que vino vestido de tal modo que parecía un mosquetero, con un bigote tan retorcido que parecía que llevaba una ardilla dormida en la cara.
Las risas estallaron alrededor de la mesa por la comparación de las ropas con disfraces, y hasta Lady Katherine, siempre tan serena, no pudo evitar sonreír ante la imagen que Valeria acababa de evocar.
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Entre encajes y misterios
Ficción históricaValeria y Tatiana, dos amigas inseparables, deciden escapar del bullicio del moderno Londres sumergiéndose en una extravagante fiesta inmersiva al estilo del siglo XIX. Con sus trajes de época meticulosamente preparados, viajan al sur hacia una maj...