Rosas

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El cielo de Nerima se teñía de naranja mientras el sol se ponía lentamente. En el dojo Tendo, Akane estaba sentada en el porche, con la mirada perdida en el jardín. Sus ojos se posaron en el estanque donde tantas veces había visto a Ranma transformarse de chico a chica y viceversa. Un suspiro escapó de sus labios mientras recordaba los eventos de las últimas semanas.

Todo había comenzado con una discusión, como tantas otras que habían tenido antes. Ranma había hecho un comentario descuidado sobre su cocina, y Akane, herida y enojada, lo había mandado a volar con su mazo. Pero esta vez, algo fue diferente. Ranma no regresó esa noche, ni al día siguiente.

Al principio, Akane había fingido no preocuparse. "Ese idiota volverá cuando tenga hambre", se decía a sí misma. Pero conforme pasaban los días, la preocupación comenzó a crecer en su pecho. ¿Y si realmente lo había lastimado esta vez? ¿Y si había decidido que ya estaba harto de ella y sus arranques de ira?

Una semana después de la desaparición de Ranma, Akane finalmente admitió ante sí misma cuánto lo extrañaba. La casa se sentía vacía sin sus constantes peleas, sin su risa, sin su presencia. Incluso extrañaba la forma en que la molestaba, porque sabía que bajo todos esos insultos y bromas, había un cariño que ninguno de los dos se atrevía a admitir.

Decidida a encontrarlo, Akane comenzó a buscarlo por toda la ciudad. Visitó todos los lugares que frecuentaban: el parque donde a veces entrenaban juntos, la heladería donde solían ir después de clases, incluso se atrevió a ir al restaurante de Ukyo y al Café Gato, pero nadie había visto a Ranma.

Con cada día que pasaba, Akane sentía que una parte de ella se marchitaba. ¿Cómo podía extrañar tanto a alguien que la sacaba de quicio la mayor parte del tiempo? Y sin embargo, ahí estaba, despertando cada mañana con la esperanza de ver a Ranma en el desayuno, y acostándose cada noche con un peso en el corazón al darse cuenta de que otro día había pasado sin él.

Una tarde, mientras caminaba de regreso a casa después de otra búsqueda infructuosa, Akane pasó frente a una florería. En el escaparate, un hermoso ramo de rosas rojas llamó su atención. Por un momento, se imaginó a Ranma regalándole esas flores, disculpándose por haberla preocupado. La imagen era tan vívida que casi pudo oler el perfume de las rosas.

Impulsada por un sentimiento que no podía nombrar, Akane entró en la florería y compró una sola rosa roja. Mientras caminaba de regreso a casa, sosteniendo la flor con cuidado, se dio cuenta de que era la primera vez que compraba una rosa para alguien. Siempre había sido Ranma quien, en raras ocasiones, le regalaba flores (aunque luego lo negara o dijera que era idea de su madre).

Al llegar a casa, Akane colocó la rosa en un pequeño florero en su habitación. "Volverá", se dijo a sí misma, mirando la flor. "Tiene que volver".

Los días siguieron pasando, y Akane continuó su rutina de buscar a Ranma por la ciudad. Cada noche, al regresar a casa, miraba la rosa en su habitación. Poco a poco, los pétalos comenzaron a marchitarse, y con ellos, la esperanza de Akane.

Una noche, dos semanas después de la desaparición de Ranma, Akane estaba sentada en su cama, sosteniendo la rosa marchita entre sus manos. Las lágrimas que había estado conteniendo durante días finalmente se desbordaron.

"Ranma, idiota", susurró entre sollozos. "¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste sola?"

En ese momento, un suave golpeteo en su ventana la sobresaltó. Con el corazón latiendo aceleradamente, Akane se acercó y corrió la cortina. Allí, en el alféizar, estaba Ranma, empapado por la lluvia que había comenzado a caer sin que ella lo notara.

Por un momento, ambos se quedaron inmóviles, mirándose a través del cristal. Luego, con manos temblorosas, Akane abrió la ventana.

"Ranma...", susurró, sin poder creer que realmente estuviera allí.

Ranma entró en la habitación, goteando agua en el suelo. Su expresión era una mezcla de vergüenza y alivio.

"Akane, yo...", comenzó, pero se detuvo al ver la rosa marchita en las manos de Akane. "¿Eso es...?"

Akane siguió su mirada y se sonrojó intensamente. "Yo... la compré para ti", admitió en voz baja. "Pero se marchitó mientras esperaba que volvieras".

Los ojos de Ranma se suavizaron al escuchar esto. Sin decir una palabra, sacó algo de su bolsillo: una rosa roja, un poco maltratada por el viaje, pero aún hermosa.

"Yo también te traje una", dijo, extendiéndola hacia Akane. "La compré el día que me fui, pero... no tuve el valor de dártela entonces".

Akane tomó la rosa con manos temblorosas, sintiendo cómo las lágrimas volvían a sus ojos. "¿Dónde has estado todo este tiempo?", preguntó, su voz mezclada con alivio y reproche.

Ranma bajó la mirada, avergonzado. "Fui a las montañas a entrenar. Necesitaba... pensar. Sobre nosotros, sobre todo".

"¿Y no pudiste decírmelo?", exclamó Akane, la preocupación de las últimas semanas convirtiéndose en enojo. "¡Estaba preocupada! ¡Todos estábamos preocupados!"

"Lo sé, lo sé", dijo Ranma, levantando las manos en señal de rendición. "Fui un idiota. Es solo que... Akane, yo... Necesitaba entender mis sentimientos por ti".

Estas palabras hicieron que Akane se quedara sin aliento. "¿Tus... sentimientos por mí?", repitió, apenas creyendo lo que estaba escuchando.

Ranma asintió, su rostro tornándose de un rojo brillante que rivalizaba con el de su camisa china. "Siempre estamos peleando, insultándonos... Pero cuando estoy lejos de ti, me doy cuenta de cuánto te extraño. Y esta vez, mientras estaba en las montañas, no podía dejar de pensar en ti. En tu sonrisa, en tu risa, incluso en la forma en que te enojas conmigo".

Akane escuchaba, con el corazón latiendo tan fuerte que temía que Ranma pudiera oírlo. "Ranma, yo..."

"Déjame terminar", la interrumpió Ranma, tomando una profunda respiración. "Akane, me di cuenta de que... te amo. Te amo con todas tus imperfecciones, con tu mal genio y tu pésima cocina. Te amo por quién eres".

Las lágrimas corrían libremente por las mejillas de Akane ahora, pero esta vez eran lágrimas de felicidad. "Ranma, yo también te amo", dijo, su voz apenas un susurro. "Te he amado durante tanto tiempo, pero tenía miedo de admitirlo".

Ranma sonrió, esa sonrisa confiada que siempre hacía que el corazón de Akane saltara un latido. Lentamente, se acercó a ella y la tomó en sus brazos.

"Lamento haberte preocupado", murmuró contra su cabello. "Prometo que nunca más me iré así".

Akane se aferró a él, inhalando su aroma familiar, mezclado con el olor a lluvia y a naturaleza. "Más te vale", dijo, con una pequeña risa entre lágrimas.

Se separaron ligeramente, solo lo suficiente para mirarse a los ojos. Lentamente, sus rostros se acercaron hasta que sus labios se encontraron en un beso suave y dulce, lleno de todo el amor que habían estado guardando durante tanto tiempo.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sonriendo. Ranma tomó la rosa marchita de las manos de Akane y la colocó junto a la fresca que le había traído.

"Un nuevo comienzo", dijo, entrelazando sus dedos con los de Akane.

Akane asintió, apoyando su cabeza en el hombro de Ranma. "Un nuevo comienzo", repitió.

Afuera, la lluvia había cesado y un arcoíris se asomaba entre las nubes, como un símbolo de la promesa de días más brillantes por venir. Ranma y Akane permanecieron abrazados, sabiendo que, aunque el camino por delante no sería fácil, lo recorrerían juntos, con el amor como su guía.

One - shots rankane Donde viven las historias. Descúbrelo ahora