Vestido azul

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Era una tarde cálida en Nerima, el sol comenzaba a descender lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. El dojo Tendo estaba más tranquilo de lo habitual, con Soun Tendo y Genma Saotome fuera en un viaje de entrenamiento. Las hermanas de Akane estaban en la ciudad, dejando a Ranma y Akane solos en casa.

Akane estaba en su habitación, sentada frente a un espejo, sujetando un vestido azul que había encontrado en el fondo de su armario. Era un vestido que no había usado en años, un regalo de su madre antes de que ella falleciera. Mientras lo sostenía en sus manos, sus dedos recorrían la suave tela, evocando recuerdos de un pasado feliz. El vestido tenía un significado especial para ella, y aunque rara vez lo usaba, esa tarde sintió la necesidad de ponérselo.

Mientras se lo colocaba, no pudo evitar pensar en Ranma. Su relación era un enigma, llena de peleas, malentendidos, y momentos de ternura que casi siempre quedaban sin resolver. Pero había algo en la manera en que él la miraba a veces, como si estuviera viendo algo más allá de las palabras que intercambiaban, algo que la hacía sentirse especial.

Ranma, por su parte, estaba en la sala, sentado con las piernas cruzadas, tratando de concentrarse en su entrenamiento mental. Sin embargo, sus pensamientos seguían desviándose hacia Akane. Desde que la conoció, había algo en ella que lo atraía, algo que no podía definir con claridad. Sabía que peleaban constantemente, pero también sabía que no podía imaginar su vida sin ella.

De repente, escuchó el sonido de pasos ligeros bajando por las escaleras. Ranma levantó la vista y se quedó boquiabierto al ver a Akane entrar en la sala. Ella llevaba puesto un vestido azul que realzaba sus ojos y su figura, su cabello suelto caía en suaves ondas sobre sus hombros. La luz del atardecer se filtraba a través de las ventanas, iluminando su piel con un brillo cálido.

Ranma se puso de pie rápidamente, sintiendo su corazón latir con fuerza. "Akane... te ves... diferente," dijo, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.

Akane se sonrojó ligeramente, incómoda bajo su mirada. "¿Te parece?" preguntó, jugueteando nerviosamente con la falda del vestido. "Encontré este vestido en mi armario y pensé que podría usarlo hoy. Hace mucho que no lo hacía."

Ranma asintió, sin poder apartar la vista de ella. Había visto a Akane en ropa de entrenamiento, en su uniforme escolar, y en atuendos casuales, pero nunca había visto algo como esto. El vestido azul le daba un aire de elegancia y dulzura que lo dejó sin aliento.

"Te ves... muy bien," logró decir finalmente, rascándose la nuca, tratando de ocultar su nerviosismo. "Es... un buen cambio."

Akane sonrió tímidamente, sintiendo que su corazón se aceleraba al escuchar el cumplido de Ranma. "Gracias, Ranma. Es solo... que este vestido me recuerda a mi madre. Ella siempre decía que el azul me quedaba bien."

Ranma dio un paso hacia ella, notando la vulnerabilidad en su voz. "Estoy seguro de que ella tenía razón, Akane. Realmente... te queda perfecto."

Un silencio incómodo se instaló entre ellos, pero no era desagradable. Ambos sabían que había algo más que querían decir, algo que siempre quedaba sin expresar. La tensión entre ellos, normalmente llena de conflicto, esta vez estaba impregnada de una suavidad que ninguno sabía cómo manejar.

"¿Te gustaría... dar un paseo?" Ranma rompió el silencio, sorprendiéndose a sí mismo con la invitación. "El clima está agradable, y... bueno, me gustaría pasar un rato contigo."

Akane lo miró sorprendida, sus ojos brillando con una mezcla de emociones. No era común que Ranma le pidiera algo así, y eso la hizo sentir especial. "Sí, me encantaría," respondió con una sonrisa.

Salieron juntos al jardín del dojo, donde las flores estaban en plena floración. Los colores vibrantes y los aromas dulces creaban un ambiente mágico. Ranma y Akane caminaron en silencio por un rato, disfrutando de la compañía mutua sin necesidad de palabras. Finalmente, se detuvieron bajo un árbol de cerezo, cuyas ramas estaban cubiertas de delicados pétalos rosados.

Ranma, sintiéndose extrañamente nervioso, miró a Akane, quien estaba de pie frente a él, su vestido azul ondeando ligeramente con la brisa. "Akane," comenzó, sin estar seguro de cómo continuar. "Quería decirte que... a veces no sé cómo expresarme contigo. Sé que peleamos mucho, pero... realmente me importas. Más de lo que puedo decir."

Akane sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. Ranma rara vez hablaba de sus sentimientos, y el hecho de que lo hiciera ahora, la conmovió profundamente. "Ranma, yo... también me siento así. A veces no sé qué hacer o qué decir, pero... sé que siempre te quiero a mi lado."

Ranma sonrió, sintiendo que una carga se aligeraba de sus hombros. "Entonces, tal vez, podríamos intentar pelear un poco menos... y hablar un poco más."

Akane rió suavemente, asintiendo con la cabeza. "Me parece una buena idea."

Sin pensarlo mucho, Ranma extendió la mano hacia Akane, quien la tomó con suavidad. Se miraron a los ojos, y sin necesidad de palabras, ambos supieron que algo había cambiado entre ellos. El vestido azul, el atardecer, y el silencio compartido crearon un momento que quedaría grabado en sus corazones.

Ranma, en un impulso, acercó a Akane un poco más hacia él. "¿Te gustaría bailar?" preguntó, su voz apenas un susurro.

Akane, sorprendida pero emocionada, asintió con una sonrisa. "Sí, me encantaría."

Bajo el árbol de cerezo, al ritmo de una melodía imaginaria, Ranma y Akane comenzaron a bailar. No era un baile perfecto; de hecho, era torpe y lleno de risas nerviosas. Pero no importaba. Lo que importaba era el sentimiento, la conexión que finalmente habían encontrado.

El vestido azul de Akane brillaba bajo la luz del atardecer, y en ese momento, todo parecía encajar. Los malentendidos, las peleas, las bromas, todo se desvaneció, dejando solo a dos personas que, a su manera, siempre habían estado destinadas a estar juntas.

Cuando el sol finalmente se escondió, dejando el cielo cubierto de estrellas, Ranma y Akane se detuvieron. Se miraron a los ojos, y en el silencio de la noche, entendieron que no necesitaban decir nada más. El vestido azul había sido el comienzo de algo nuevo, algo que, aunque no estuvieran listos para admitir en voz alta, sabían que era real.

Ranma acarició suavemente la mejilla de Akane, y por un instante, ambos pensaron en lo fácil que sería cerrar esa distancia entre ellos. Pero en lugar de apresurar las cosas, simplemente se quedaron así, disfrutando de la compañía del otro, sabiendo que, a su manera, ya estaban más cerca que nunca.

Y así, bajo las estrellas, Ranma y Akane comenzaron un nuevo capítulo en su historia, uno donde el vestido azul se convertiría en un símbolo de un amor que, aunque complicado y lleno de desafíos, era innegable.

FIN

One - shots rankane Donde viven las historias. Descúbrelo ahora