Tu principe

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El sol se ponía sobre Nerima, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. En el dojo Tendo, Akane estaba sentada en el porche, con la mirada perdida en el jardín. Su mente divagaba, pensando en su complicada relación con Ranma Saotome, su prometido por acuerdo familiar.

Desde que Ranma había llegado a su vida, todo se había vuelto un caos. Peleas constantes, rivales apareciendo de la nada, y esa maldición que lo convertía en chica con el agua fría. Akane suspiró profundamente. A veces se preguntaba cómo sería tener un novio normal, alguien que la tratara como una princesa, que le dijera palabras dulces y la llevara a citas románticas.

Oye, marimacho!" La voz de Ranma interrumpió sus pensamientos. "¿Qué haces ahí sentada con esa cara de boba?"

Akane sintió que su sangre hervía. "¡A quién llamas marimacho, fenómeno!" gritó, lanzándole lo primero que encontró a mano, que resultó ser una maceta.

Ranma esquivó el proyectil con facilidad, su trenza negra ondeando con el movimiento. "¡Ja! Sigues siendo lenta como siempre", se burló con una sonrisa arrogante.

Eres un idiota, Ranma!" Akane se levantó, sus puños apretados a los costados. "¡Ojalá nunca hubieras venido aquí!"

Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas. Por un momento, vio un destello de dolor en los ojos de Ranma, rápidamente reemplazado por su habitual máscara de indiferencia.

"Bien, si eso es lo que quieres", dijo Ranma, su voz inusualmente seria. Sin otra palabra, saltó sobre la cerca y desapareció en la creciente oscuridad.

Akane se quedó allí, sintiendo una mezcla de culpa y frustración. ¿Por qué siempre terminaban así? ¿Por qué no podían tener una conversación normal sin insultarse?

Esa noche, Akane no pudo dormir. Se revolvía en su cama, recordando todas las veces que Ranma la había salvado, todas las veces que había estado ahí para ella a pesar de sus constantes peleas. Sí, no era el príncipe azul que había soñado de niña, pero... ¿acaso no era algo mejor? Alguien real, con defectos y virtudes, alguien que la desafiaba a ser mejor.

A la mañana siguiente, Akane se despertó determinada a arreglar las cosas con Ranma. Bajó a desayunar, esperando encontrarlo en la mesa como siempre, pero su lugar estaba vacío.

"¿Dónde está Ranma?" preguntó, tratando de sonar casual.

Kasumi, su hermana mayor, la miró con preocupación. "No ha vuelto desde anoche, Akane. ¿Pasó algo entre ustedes?"

Akane sintió que su corazón se encogía. ¿Dónde estaba Ranma? ¿Acaso sus palabras lo habían herido tanto?

Sin apenas probar bocado, Akane salió en busca de Ranma. Recorrió todos los lugares que frecuentaban: el parque, la escuela, incluso se atrevió a ir al Café Gato de Shampoo, pero nadie lo había visto.

Conforme avanzaba el día, la preocupación de Akane crecía. ¿Y si le había pasado algo? ¿Y si algún nuevo enemigo lo había atacado cuando estaba vulnerable por su pelea?

Mientras caminaba por las calles de Nerima, Akane no pudo evitar recordar todos los momentos que había compartido con Ranma. Las peleas, sí, pero también las risas, los momentos de complicidad, las veces que se habían apoyado mutuamente frente a las adversidades.

Se dio cuenta de que, a pesar de todo, Ranma siempre había estado ahí para ella. Tal vez no era el príncipe encantador de los cuentos de hadas, pero era su compañero, su igual. Alguien que la respetaba lo suficiente como para tratarla como una artista marcial, no como una damisela en apuros.

El sol comenzaba a ponerse cuando Akane, agotada y desanimada, decidió regresar a casa. Fue entonces cuando lo vio: una figura solitaria sentada en la orilla del canal, lanzando piedras al agua. Era Ranma.

Con el corazón latiendo aceleradamente, Akane se acercó. "Ranma", llamó suavemente.

Él se tensó al oír su voz, pero no se volteó. "¿Qué quieres, Akane? ¿Vienes a decirme otra vez que desearías que nunca hubiera llegado a tu vida?"

El dolor en su voz hizo que Akane se estremeciera. "No, yo... lo siento, Ranma. No debí decir eso. No lo decía en serio".

Ranma finalmente se giró para mirarla, sus ojos azules llenos de una emoción que Akane no pudo descifrar. "¿Ah, no? Porque sonabas bastante convincente".

Akane se sentó a su lado, mirando el agua que fluía suavemente. "Estaba frustrada", admitió. "A veces... a veces deseo que las cosas fueran diferentes entre nosotros. Que pudiéramos tener una relación normal, sin todas estas complicaciones".

Ranma soltó una risa amarga. "¿Una relación normal? Akane, nada en mi vida es normal. Soy un fenómeno que se transforma en chica con el agua fría. ¿Cómo podría darte una relación normal?"

"No necesito normal", dijo Akane, sorprendiéndose a sí misma con la firmeza de sus palabras. "Te necesito a ti, Ranma. Con todas tus rarezas y complicaciones".

Ranma la miró, sus ojos abriéndose con sorpresa. "Akane..."

"Estos meses sin ti... han sido los más aburridos de mi vida", continuó Akane, sonriendo suavemente. "Resulta que me he acostumbrado a toda la locura que traes contigo".

Un silencio se instaló entre ellos, pero por primera vez, no era un silencio incómodo. Era un silencio lleno de comprensión mutua, de sentimientos que habían estado reprimiendo durante demasiado tiempo.

"Yo también lo siento", dijo Ranma finalmente. "Sé que no soy el novio perfecto. No sé decir cosas bonitas, y siempre termino metiendo la pata. Pero Akane, yo... me importas. Más de lo que puedo expresar".

Akane sintió que su corazón se aceleraba. Era lo más cercano a una confesión que Ranma le había hecho jamás. "Ranma, tú... tú también me importas. Mucho".

Ranma sonrió, esa sonrisa confiada que siempre hacía que las rodillas de Akane se debilitaran. "¿Sabes? Tal vez no pueda ser tu príncipe azul, pero... ¿qué te parece un artista marcial con una maldición? Es lo mejor que puedo ofrecerte".

Akane rio, sintiendo cómo la tensión de los últimos días se disipaba. "Creo que puedo conformarme con eso", dijo, dándole un ligero empujón en el hombro.

Ranma la miró por un momento, como si estuviera reuniendo coraje. Luego, lentamente, tomó la mano de Akane entre las suyas. "Akane, yo... no soy bueno con las palabras, pero... ¿te gustaría tener una cita conmigo? Una cita de verdad, sin rivales, sin maldiciones, solo... nosotros".

Akane sintió que su corazón daba un vuelco. "Me encantaría, Ranma", respondió, apretando suavemente su mano.

Se quedaron así por un rato, mano en mano, viendo cómo el sol terminaba de ponerse sobre Nerima. No era una escena de cuento de hadas, no había castillos ni caballos blancos, pero para Akane, era perfecto.

Mientras caminaban de regreso a casa, Akane se dio cuenta de que tal vez no necesitaba un príncipe después de todo. Lo que necesitaba era alguien que la desafiara, que la hiciera reír, que estuviera a su lado en las buenas y en las malas. Y eso era exactamente lo que tenía con Ranma.

"Oye, Ranma", dijo Akane mientras se acercaban al dojo Tendo.

"¿Sí?"

"Gracias por ser tú mismo. Por no tratar de ser alguien que no eres solo para complacerme".

Ranma la miró, una sonrisa genuina iluminando su rostro. "Y gracias a ti por aceptarme tal como soy, Akane. Maldición y todo".

Entraron juntos al dojo, sus manos aún entrelazadas. Sabían que el camino por delante no sería fácil. Habría más peleas, más malentendidos, más rivales y desafíos. Pero también sabían que lo enfrentarían juntos, como el equipo que siempre habían sido.

Porque al final del día, Ranma no era el príncipe de los cuentos de hadas, y Akane no era una princesa indefensa. Eran dos artistas marciales, dos almas testarudas y apasionadas que habían encontrado en el otro su complemento perfecto. Y eso, decidió Akane, era mucho mejor que cualquier cuento de hadas.

FIN

One - shots rankane Donde viven las historias. Descúbrelo ahora