Bandido

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El sol se ponía sobre Nerima, proyectando largas sombras a través de las calles. Akane Tendo caminaba rápidamente hacia el dojo familiar, su corazón latiendo con una mezcla de anticipación y culpa. Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, que iba en contra de todo lo que le habían enseñado, pero no podía evitarlo.

Al llegar al dojo, miró a su alrededor para asegurarse de que nadie la había seguido. Con un suspiro de alivio, deslizó la puerta y entró. Allí, en las sombras, estaba él: Ranma Saotome.

"Pensé que no vendrías", dijo Ranma, su voz baja y llena de emoción.

Akane se acercó a él, sus ojos brillando con una intensidad que solo reservaba para estos momentos robados. "Sabes que siempre vendré", respondió.

Sus manos se encontraron en la oscuridad, y por un momento, todo lo demás desapareció. No eran Ranma y Akane, los prometidos por acuerdo familiar. No eran los rivales que peleaban constantemente frente a todos. En ese momento, eran simplemente dos almas que se habían encontrado, atraídas la una a la otra con una fuerza que no podían explicar ni resistir.

Ranma atrajo a Akane hacia sí, abrazándola con fuerza. "Esto está mal", murmuró contra su cabello. "Nuestras familias..."

"Lo sé", interrumpió Akane, su voz ahogada contra el pecho de Ranma. "Pero no puedo evitarlo. No puedo alejarme de ti."

Su relación había cambiado gradualmente a lo largo de los meses. Las peleas constantes, los insultos, todo eso había sido una fachada para ocultar la verdad: se habían enamorado profundamente el uno del otro. Pero el peso de las expectativas familiares, los otros pretendientes, y su propia incapacidad para expresar sus sentimientos abiertamente los había llevado a esto: encuentros secretos, robados en la oscuridad del dojo.

Ranma tomó el rostro de Akane entre sus manos, mirándola a los ojos. "A veces pienso en llevarte lejos de aquí", confesó. "Irnos donde nadie nos conozca, donde podamos ser simplemente Ranma y Akane."

Akane sintió que su corazón se aceleraba ante la idea. Por un momento, se permitió imaginar una vida así: libre de las complicaciones de Nerima, de los compromisos forzados, de las constantes interrupciones. Pero la realidad pronto se impuso.

"No podemos", dijo suavemente. "Nuestras familias dependen de nosotros. El dojo..."

Ranma asintió, la frustración evidente en su rostro. "Lo sé. Pero a veces desearía ser egoísta, pensar solo en nosotros."

Se miraron en silencio, conscientes de la imposibilidad de su situación. Estaban atrapados entre el deber y el deseo, entre las expectativas de los demás y sus propios corazones.

De repente, escucharon voces acercándose al dojo. Kasumi llamaba a Akane para la cena, y la voz de Genma Saotome no estaba lejos.

"Tenemos que irnos", susurró Akane, el pánico evidente en su voz.

Ranma la besó rápidamente, un beso lleno de pasión y desesperación. "Te veré mañana", prometió.

Se separaron a regañadientes, cada uno saliendo del dojo por una dirección diferente. Akane corrió hacia la casa, tratando de calmar su respiración agitada y borrar cualquier evidencia de su encuentro secreto.

Durante la cena, Akane apenas podía concentrarse en la conversación. Su mente estaba llena de Ranma, de la sensación de sus brazos alrededor de ella, del sabor de sus labios. Se sentía como una ladrona, robando momentos de felicidad a espaldas de su familia.

Los días siguientes fueron una tortura para ambos. En público, mantenían su fachada de rivalidad y disgusto mutuo. Ranma la llamaba "marimacho" y se burlaba de su cocina. Akane respondía con insultos y golpes de su mazo. Pero en secreto, sus miradas se encontraban, llenas de anhelo y promesas silenciosas.

Una noche, mientras todos dormían, Ranma trepó hasta la ventana de Akane. Ella lo estaba esperando, su corazón latiendo con fuerza.

"No podía dormir", confesó Ranma. "No dejo de pensar en ti."

Akane lo atrajo hacia dentro de su habitación. "Yo tampoco puedo dormir", admitió. "Esto se está volviendo insoportable, Ranma. No sé cuánto tiempo más podré fingir que no siento nada por ti."

Ranma la abrazó, enterrando su rostro en su cuello. "Lo sé. Yo también estoy al límite. Cada vez que te veo con Ryoga o Kuno, siento que voy a explotar."

Se miraron a los ojos, la luz de la luna iluminando sus rostros. En ese momento, tomaron una decisión.

"Vámonos", dijo Ranma. "Ahora. No más excusas, no más esperar. Sé que es egoísta, pero te amo, Akane. Y quiero estar contigo, sin importar qué."

Akane sintió que su corazón se detenía por un momento. Era todo lo que había soñado escuchar. Pero la realidad de lo que Ranma estaba proponiendo era abrumadora.

"¿Estás seguro?", preguntó, su voz temblando. "Estaríamos dejando todo atrás. Nuestras familias, nuestros amigos..."

Ranma asintió, su mirada determinada. "Estoy seguro. Tú eres todo lo que necesito."

Con lágrimas en los ojos pero una sonrisa en los labios, Akane asintió. "Está bien. Vámonos."

Rápidamente, empacaron lo esencial en dos mochilas. Akane escribió una nota para su familia, explicando su decisión y pidiendo perdón. Sabía que los lastimaría, pero también sabía que esta era la única manera de ser verdaderamente feliz.

Justo antes del amanecer, Ranma y Akane saltaron por la ventana, aterrizando silenciosamente en el jardín. Se tomaron de las manos y, sin mirar atrás, comenzaron a correr.

Mientras el sol comenzaba a asomarse en el horizonte, iluminando las calles de Nerima, Ranma y Akane se alejaban, dejando atrás su pasado y corriendo hacia un futuro incierto pero lleno de promesas. No sabían qué les depararía el camino, pero estaban seguros de una cosa: mientras estuvieran juntos, podrían enfrentar cualquier desafío.

Y así, como dos bandidos huyendo con el tesoro más preciado - su amor - Ranma y Akane se adentraron en su nueva vida, libres al fin para amarse sin restricciones ni expectativas, solo ellos dos contra el mundo.

FIN

One - shots rankane Donde viven las historias. Descúbrelo ahora