4 ^᪲᪲࣪

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Kang Haerin tiene una rutina.

Todos los días se levanta diez minutos antes de que suene la alarma. Observa el cuerpo de Danielle a su lado, durmiendo plácidamente con los labios entreabiertos y los rizos castaños desparramados en la almohada. Luego, se ejercita por una hora, se ducha y baja a desayunar.

Una vez abajo, recibe los buenos días por parte de la omega, quien intenta mantener una conversación que Haerin ignora la mayor parte del tiempo.

Toma su desayuno en silencio, bajo las atenciones de la castaña, antes de levantarse y caminar hacia la puerta, donde Danielle le desea un buen día.

Sin embargo, hoy fue diferente. Su rutina no se repitió.

Haerin se levantó diez minutos antes de que sonara su alarma, la desactivó y, al girarse, vio el lado de la cama que pertenecía a Danielle vacío. Arrugó las cejas, extrañada. Durante los años que había convivido con Danielle, sabía bien que la Omega no era una persona madrugadora.

El resto de su rutina permaneció igual: se ejercitó, se duchó y se arregló.

Al bajar a la cocina, vio a Danielle sentada en la mesa con su pijama aún puesta, el cabello castaño revuelto, una taza de café en la mano y los ojos fijos en la pantalla de su portátil. Sus cejas se fruncían de vez en cuando, y la Alfa parpadeó, fijándose en lo concentrada que estaba la omega, quien ni siquiera notó su presencia.

Haerin se sintió extraña.

Se sentó frente a la Omega, desayunando en silencio mientras la observaba. "Esto es nuevo", pensó Haerin mientras bebía un poco de jugo. Abrió la boca; las palabras le costaban salir de entre los labios.

—Buenos días.—

Danielle le respondió con una sonrisita antes de volver la vista al portátil.

—¿Vas a venir a cenar? —preguntó Danielle, y Haerin lo pensó un momento antes de negar con la cabeza. Se sorprendió cuando la Omega solo asintió, sin preguntarle por qué, como habitualmente hacía.

Un resoplido de la castaña la sacó de su mar de pensamientos, justo a tiempo para escucharla murmurar entre dientes:

—¡Agh! La verdad no sé para qué pagamos tanto por esta casa si el wifi no sirve —se quejó, presionando repetidas veces una tecla en el portátil.

—¿Qué estás haciendo ahí? —preguntó curiosa, porque, vamos, sus mañanas siempre habían girado en torno a las atenciones abrumadoras de Danielle, y ahora actuaba como si la Alfa no estuviera presente.

Sentía curiosidad por saber qué mantenía tan entretenida a la omega.

Danielle levantó la vista de la pantalla hacia Haerin, quien la observaba con una ceja alzada en señal de curiosidad. Apretó los labios, sintiéndose un poco abrumada por la atención de la alfa.

—Quiero inscribirme en unas clases de yoga —le dijo, y la Alfa permaneció en silencio, escuchándola.

—» Estoy en la página oficial del lugar, pero no me deja inscribirme —se quejó, volviendo a presionar la tecla repetidamente.— ¿Ves? El Internet no sirve.

—¿Me dejas intentarlo? —pidió permiso, pero ya estaba apartando su plato de desayuno hacia una esquina para recibir el portátil. La Omega asintió, empujándolo hacia Haerin, y la observó teclear con concentración.

Danielle aprovechó para admirar el hermoso perfil de la Alfa.

¿Por qué Kang Haerin tenía que ser tan hermosa? Eso no era sano para el corazón de Danielle.

Pusilánime [ daerin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora