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—Y a las seis tiene una reunión con los inversores —Hyein terminó de leer, desviando la mirada desde la tablet hasta su jefa —. ¿Debería pedir un almuerzo para usted? Quizás pueda comer algo en el auto —murmuró bajito, y Haerin negó con la cabeza, aún concentrada en los papeles. La Omega frunció el ceño

—» Tiene que comer —le recriminó, y su jefa la miró con las cejas alzadas. Hyein se tapó la boca—. Perdón.—

—Ya tengo suficiente con Danielle tratándome así para que tú también te sumes a la contienda —Haerin se quejó, y Hye analizó sus palabras en silencio, repitiendo el nombre en su mente. ¿Así se llamaba la Omega de la señora Kang?

—» Compra algo ligero, una ensalada estaría bien. La comeré en el camino —Hyein asintió, haciendo una reverencia antes de alejarse.

La Alfa vio salir a la Omega con pasos cortos y rápidos. Exhaló, mirando hacia la puerta con el ceño fruncido. A veces, su secretaria le recordaba tanto a Danielle; ambas compartían esa insistencia por preocuparse de si comía o no. Ya no era una niña para recibir ese tipo de atenciones.

El sonido de su celular la distrajo y sus hombros se tensaron al ver quién llamaba. Inhaló profundamente antes de contestar la llamada.

—Hola, mamá... —murmuró, girando su silla para entretenerse un poco con la vista de un Seúl atareado.

No has venido a casa desde que llegaste a Corea. ¿Acaso te olvidaste de que tienes padres? —ella le reclamó con molestia.

—Tengo mucho trabajo que atender. Si tanto querías verme, habrías venido a la oficina —respondió con acidez, esperando en silencio las próximas palabras de su madre.

—» Sé que no me estás llamando solo para reclamarme por no ir a verte. ¿Qué quieres realmente? —Su madre permaneció en silencio unos minutos.

Dentro de tres semanas, tu hermano viene a Corea. Haremos una reunión familiar; asegúrate de hacer tiempo en el trabajo para venir —le informó, y Haerin hizo un sonido afirmativo, sin ganas de hablar.

—» Trae a la Omega —Haerin arrugó el ceño—. Y asegúrate de que no se enferme repentinamente como la última vez —añadió ella, con un tono cargado de reproche. Haerin se mantuvo en silencio—. Te llamaré nuevamente antes de que tu hermano llegue para recordártelo. Ten un buen día. —Ella colgó, y Haerin se permitió volver a respirar.

El recuerdo de la anterior reunión familiar llegó rápidamente a su mente. Unos días antes de ir, Danielle había pescado una gripe terrible que la dejó en cama casi un mes y le impidió asistir.

Haerin nunca le reclamó nada, ni cuando vio a la omega darse un baño en plena madrugada y acostarse con el cabello húmedo. Tampoco dijo nada cuando, unos días después, una Danielle con la cara enrojecida y febril le dijo que no podría acompañarla a la reunión en casa de sus padres porque había enfermado.

Entendía que la Omega prefería enfermarse antes que ir a casa de sus padres. Si ella pudiera, también se saltaría esas ridículas reuniones que parecen más un juicio de valores y actitudes donde sus padres les reclaman por todo lo que, según ellos, están haciendo mal.

Se lo diría a Danielle un día antes de la reunión, así evitarían enfermedades "repentinas".

Nuevamente, esa sensación de cansancio la invadió. Se reclinó en la silla, mirando hacia el techo de su oficina con una expresión tensa. Al estrés del trabajo se sumaba ahora el provocado por la llamada de su madre. Sentía todos los músculos de su cuerpo tensarse y doler. Su lobo se mantenía inquieto en su interior, lo que coronaba la situación. Gruñó por lo bajo y se acercó al escritorio para presionar el intercomunicador.

Pusilánime [ daerin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora