7 ^᪲᪲࣪

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Eran las tres y media de la madrugada cuando se despertó.

La presencia de Danielle faltaba a su lado y se preguntó en qué momento se había quedado dormida y por qué la omega aún no había regresado a la cama. Se levantó con pereza, buscando algo para cubrir su desnudez antes de bajar a la cocina.

Tomaría un vaso de agua y regresaría a dormir. Su garganta estaba seca por haber bebido tanto, y probablemente una buena resaca le esperaría en la mañana.

Bajó las escaleras en silencio. Las luces de la cocina estaban encendidas, y pronto la figura de Danielle apareció frente a ella, en cuclillas junto a la mesa, apoyándose mientras se sobaba el pecho. El aroma dulce a chocolate estaba descontrolado, con un toque amargo mezclado con emociones negativas.

—Danielle —la llamó, y la omega soltó un quejido. Haerin se apresuró a acercarse, tomándola de los brazos para intentar levantarla, pero una palmada en la mano la sorprendió.

—No me toques —dijo Danielle jadeando, y Haerin parpadeó, confundida. Sus ojos se encontraron con un par de supresores esparcidos sobre la mesa. Fijó la vista en la omega, cuyo cuerpo temblaba.

—¿Qué te pasa? —le preguntó, sintiendo en su pecho la razón por la cual Danielle estaba así.

—¿Qué le dijiste? —la voz baja de la omega la interrogó, y Haerin parpadeó nuevamente, confundida

—» A mi omega, ¿qué le dijiste? —repitió, y la alfa tragó saliva antes de responder.

—Me pidió un cachorro y después una marca. Me negué a ambos.—Le contó, caminando hasta quedar frente a ella y colocarse de cuclillas para estar a la misma altura. Una sonrisita nerviosa se formó en los labios de Danielle.

—Ah, es por eso —musitó, como si no tuviera importancia—. Perdón, mi lobo es un poco caprichoso y… —Danielle jadeó cuando una punzada de dolor atravesó su pecho. Llevó una mano al lugar, dando pequeñas palmaditas.

—» Cree que se lo merece todo, y cuando no le das lo que pide, siempre se comporta así. Creo que le he malcriado demasiado. Perdón si te hizo pasar un mal rato —se disculpó. En el fondo, Haerin sabía que quien debía disculparse era ella, no Danielle.

—Déjame ayudarte a subir a la habitación —le ofreció las manos, pero la omega se alejó rápidamente, como si Haerin fuera la peste personificada.

—No, no hace falta —respondió, sin mirarla a los ojos. Haerin la vio jugar con el anillo de matrimonio, sabiendo bien que Danielle hacía eso cuando estaba tensa y ansiosa.

—» Mi lobo está un poco resentido contigo; estar cerca de ti solo le empeorará por ahora —Haerin asintió, ignorando a su propio lobo, que le exigía consolar a la omega.— Deberías ir a dormir; mañana tienes trabajo, ¿no? —La alfa asintió, levantándose.

Observó a la omega sentarse en el suelo, con el cuerpo encorvado y soltando de vez en cuando un quejido de dolor. Frunció el ceño al salir de la cocina. Si el lobo de Danielle estaba resentido con ella, no había nada que pudiera hacer para ayudarla. Como la castaña había dicho, solo empeoraría las cosas, y sentía que ya había hecho suficiente molestando al lobo de la omega.

Se dejó caer en la cama, con los ojos fijos en el techo. La imagen de los papeles en uno de los cajones de su estudio llegó a su mente. No había tenido la oportunidad de entregárselos a Danielle.

Desde que su abogado se los dio, había pensado en dárselos después de aquella visita a su familia, pero la omega enfermó con gripe durante casi un mes. Luego fue su viaje a Tokio por tres semanas, por lo que planeó dárselos cuando regresara. Ahora, el lobo de Danielle estaba resentido con ella porque se había negado a darle una marca y un cachorro. Pedirle el divorcio sería la cereza en el pastel.

Pusilánime [ daerin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora