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Un fuerte dolor de cabeza fue la primera sensación que percibió al despertar. Su cuerpo aún estaba un poco caliente y tenía un extraño sabor metálico en la boca. Parpadeó varias veces, intentando enfocar el sitio en el que se encontraba. Era su habitación, el reloj marcaba altas horas de la madrugada y el delgado cuerpo de la Omega estaba frente a ella, dándole la espalda mientras dormía.

Observó la silueta desnuda de Danielle. Las mordidas en distintas partes de su cuerpo fueron una explicación muda del gusto a sangre en su boca. Se acercó a su cuerpo, trazando una línea de caricias desde sus hombros, siguiendo la curva de su fina cintura hasta las anchas caderas. Apegó a la Omega, deslizando las manos hasta su vientre y luego hasta el pecho que seguía sus tranquilas respiraciones.

Rozó un pezón y la pelinaranja dejó ir un quejido, moviéndose entre su cuerpo. Haerin dejó un beso en su hombro, luego otro en su cuello, deleitándose con el aroma de la Omega mezclado con el suyo. Danielle prácticamente olía a ella, y a Haerin le encantaba aquello.

Alfa.— una voz bajita la llamó.

Un par de ojos azules la miraron y Haerin le devolvió la mirada, sonriéndole. La Omega hizo un puchero al no ver el gris en los ojos de la pelinegra, eso significaba que el lobo que la consentía ya no estaba y solo quedaba esa humana mala que le ponía triste.

Le dio la espalda, encogiéndose en el lugar, buscando hacerse una bolita pequeña entre los brazos de Haerin, mientras intentaba fingir que dormía. Una risa baja le confirmó que la Alfa no había caído por su actuación y un doloroso pellizco a una de sus nalgas fue el castigo que recibió al verse descubierta.

—¿Mi Omega está molesta conmigo?— la Alfa le preguntó, dejando besos en su cabeza y la pelinaranja resopló, buscando alejarse del toque.

A diferencia de Danielle, ella no cedería ante los mimos de la humana.

.—su respuesta fue corta y seca, aún así, Haerin sonrió. Era un poco divertido ver la faceta malcriada y quejumbrosa que Danielle nunca mostraba ante ella, pero que su Omega no temía exhibir.—Vete.—Le exigió, dejando ir un chillido cuando terminó bajo el cuerpo de la Alfa en un rápido movimiento.

Apresada por el peso se removió buscando escapar, pero todo lo que logró fue rozar varias veces su sensible cuerpo contra el pene de la Afa. Gimoteó, rindiéndose ante la fuerza de la pelinegra, quien se acercó a dejar un beso en su frente y realmente no quería caer ante los mimos, más terminó ronroneando por la caricia.

—¿Cómo es que estás aquí, mhm?— la Alfa cuestionó.

Danielle estaba cansada y se desmayó. Mi Alfa necesitaba atención así que la sustituí en cuanto se durmió.— le contó y la pelinegra la miró con cejas alzadas, como si no le creyera. Sin embargo, una sola idea cruzaba la mente del lobo.—¿No te gusta que esté aquí?—le preguntó, y por más que intentó, su voz se escuchó llorosa.

—Me encanta que estés aquí.— Haerin contradijo, levantando su peso de encima de la Omega cuando se tranquilizó. Se apoyó en sus codos para no aplastarla y sonrió enternecida cuando la pelinaranja la miró con sus ojitos azules brillosos.
—Hay algo que quería preguntarte, Omega. Es sobre lo que me dijiste la última vez que nos vimos, ¿te acuerdas?— la Omega asintió.—¿Por qué dijiste que Danielle y tú no eran suficientes para mí?—la Omega se encogió de hombros, como si se tratara de un asunto sin importancia.

Danielle dice eso.—confesó, sus ojos sobre el pecho de la Alfa.— Ella me dice que eres mala con nosotras porque tú querías a otra Omega para ti, pero tuviste que quedarte con nosotras y eso te hacía enojar.—El pecho de Haerin se apretó al escuchar aquello. El aroma triste de la Omega se coló en sus sentidos y se acercó a repartir besos en su mejilla hasta que le escuchó ronronear a gusto.

Pusilánime [ daerin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora