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—¿Ese es el bebé de Hanni? —La voz de Marsh Jennie murmura, y Danielle asiente con una sonrisa, jugando con la mano pequeña del bebé.

—»¿Cuánto tiempo tiene ya? —su madre le pregunta curiosa, dejando una taza de té y galletas frente a Danielle.

—Siete meses —responde feliz, meciendo al bebé en sus piernas—. Es muy lindo, ¿verdad?

Jennie sonríe.

—Lo es —admite, llevando su taza de té hasta sus labios. Le da un corto sorbo antes de decir—: Me gustaría ver cómo serían tus hijos con Haerin.

Danielle se tensa en el lugar, desviando la mirada de su madre hasta el jardín que trasluce a través de la ventana de cristal.

—¿No has pensado en darnos nietos a tu padre y a mí? —la Omega aprieta los labios.

—Ya tienes nietos, mamá —le recuerda. El tema de los hijos siempre es una conversación constante cada vez que visita a sus padres, una que Danielle siempre busca evitar.
—Reinie se enojará si te escucha.

—Adoro a los hijos de tu hermana. Pero Rei no vive en Seúl, nunca he podido convivir con mis nietos por mucho tiempo, y me encantaría verte con un cachorro —admite, llevando la mirada al bebé en los brazos de Danielle.— ¿Haerin y tú no han pensado en tener hijos?

Danielle frunce el ceño.

—No, la verdad es que no —masculla bajito, mirando a los ojos de su mamá—. Estamos bien así.

Jennie suspira, tomando la mano de su hija, que no sostiene al bebé.

—Llevan cuatro años casadas, Danielle. Y ni siquiera te ha dado una marca —el pecho de la omega se oprime ante las palabras de su madre—. Cuando tu hermana se casó...

Ella comenzó a hablar, y Danielle sintió cómo su control se quebraba.

—Yo no soy Rei, mamá —le reclama, haciendo que la mujer se quede en silencio—. Y sí, mi hermana, cuando se casó, ya tenía una marca, y un año después tuvo su primer cachorro. Pero esa es su vida, su decisión, su tiempo, su manera de ver las cosas. Yo llevo cuatro años con Haerin y no me interesa tener un cachorro por el momento. Deja de compararme con Rei, no la voy a tomar como si fuera un modelo a seguir. Iré a mi ritmo y haré las cosas a mi manera.

Jennie parpadea, estupefacta.

—Es la primera vez que me hablas de esa forma —ella dice, luciendo sorprendida—. No tienes que molestarte conmigo. No lo decía con malas intenciones. Solo buscaba adelantar algo que tarde o temprano va a suceder. Haerin necesita un heredero, su familia también se lo va a exigir, así que no veo por qué han aplazado por tantos años ese asunto.

La omega suspira, resignada, sintiéndose un poco culpable.

—Eres mi hija y me preocupo por ti.

—Y te lo agradezco, pero es mi matrimonio y mi vida. Yo decidiré cuándo quiero o no las cosas.

Jennie asiente, sin añadir nada más, y Danielle se siente aliviada de haberse sacado aquello del pecho.

—Lo siento —la omega le dice, mirando al bebé en sus brazos—. Casi nunca vienes, y cuando lo haces veo la posibilidad de hablar de estas cosas contigo. Siempre ignoras mis llamadas y no te gusta quedar conmigo para salir.

—Porque siempre sacas el mismo tema a colación cuando vengo a pasar tiempo contigo —dice con sinceridad—. Te visito porque quiero verte, no para que me cuestiones sobre lo que hago o no con mi matrimonio.

Se levanta frente a los ojos sorprendidos de su madre, quien estira la mano buscando alcanzar la suya propia para detenerla, pero Danielle es más rápida y la utiliza para sostener al bebé en sus brazos.

Pusilánime [ daerin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora