CAPÍTULO 9. LAS SOMBRAS DE LA FINCA (PASADO)

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Feldcroft, 15 de Octubre de 1890.

Sobrevolando Feldcroft con mi nueva Boreal Lavanda, no pude evitar sentirme encantada por la vista desde mi escoba. Las casitas de piedra se distribuían de manera pintoresca, rodeadas de vegetación exuberante que parecía abrazarlas con un toque de magia natural. Desde arriba, el lugar parecía sacado de un cuento, con sus senderos serpenteantes y jardines bien cuidados, todo envuelto en una tranquilidad que resultaba casi irreal.

Al aterrizar suavemente junto a Sebastian, que estaba en lo alto de una especie de atalaya, sentí una mezcla de emoción y aprehensión. Su figura recortada contra el cielo azul me provocó un escalofrío, ¿cómo podía ser tan descaradamente atractivo?

—¿Disfrutando de las vistas? —pregunté, sonriendo.

—Ahora sí —bromeó, guiñándome un ojo. Sentí un cosquilleo en el estómago. —Solo vigilaba un poco, nada más. Feldcroft ya no es lo que era. Nadie se ha sentido a salvo aquí desde que los seguidores de Ranrok se interesaron por ese edificio, el castillo de Rookwood —señaló con la barbilla un castillo en la distancia. Su expresión se ensombreció. —Mi tío Solomon fue auror y se niega a investigarlo, incluso después de que uno de ellos maldijera a Anne... Puede que con una varita, además —añadió, con la voz cargada de desprecio.

—Oí a un duende referirse a los magos como "portavaritas" —recordé, tratando de conectar los puntos. —¿Se les prohíbe a los duendes tenerlas?

—Exactamente —asintió, con un brillo de determinación en sus ojos. —Por eso estoy buscando respuestas. Si voy a curarla, necesito saber qué fue lo que le pasó. Anne siempre fue la más traviesa de los tres, lo que ya es decir, conociéndonos a Ominis y a mí. Espero que una visita mía y de mi nueva amiga de Hogwarts la anime un poco. Igual me devuelve a la Anne que conocí.

Me obligué a sonreír, aunque su referencia a mí como "amiga" me había sentado como una maldición tragababosas. Aunque jamás lo admitiría en voz alta, deseaba ser mucho más que una simple amiga para él.

Seguí a Sebastian hasta una pequeña cabaña de piedra, rodeada de plantas y enredaderas que trepaban por sus muros como si quisieran protegerla. Sebastian abrió la puerta de madera y nos encontramos con un interior diminuto, pero encantador. La chimenea encendida irradiaba un calor acogedor, y la habitación estaba decorada con tonos cálidos. Solo había una mesa con cuatro sillas, y tres camas separadas del resto de la habitación con cortinas.

Sentada a la mesa, se encontraba una chica de cabello largo y castaño. Era muy guapa, pero estaba pálida y ojerosa, y un velo de tristeza opacaba unos ojos color avellana que parecían haber sido vívidos hacía mucho. Anne se dio la vuelta cuando escuchó el sonido de la puerta cerrarse tras nosotros y sus ojos parecieron recobrar algo de vida cuando vio a su hermano.

—¡Sebastian! ¿Cómo...? —Anne lo abrazó con fuerza, su delgadez acentuada en sus brazos alrededor de Sebastian era estremecedora. Sebastian le devolvió el abrazo con igual fervor y luego sacó de su bolsillo una especie de higo extraño, enseñándoselo a Anne.

—¿Eso es lo que creo que es? —preguntó ella, con los ojos llenos de asombro.

Antes de que Sebastian pudiera responder, una voz severa resonó detrás de ellos.

—Ya lo hemos hablado, chico —dijo el hombre muy alto y corpulento que apareció. Su expresión dura y severa no dejaba lugar a dudas: era Solomon Sallow, el tío de Sebastian y Anne.

Con un movimiento rápido, Solomon le arrebató la fruta de las manos a Sebastian.

—¡Eh! —se quejó Sebastian, visiblemente irritado.

Reina de Sombras (Sebastian Sallow / Ominis Gaunt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora