CAPÍTULO 25. LAS SOMBRAS DEL DESTINO (PASADO)

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Hogwarts, 20 de Febrero de 1891.

La sala común de Slytherin estaba completamente vacía, envuelta en una oscuridad casi opresiva, con solo el fuego crepitante de la chimenea rompiendo las sombras. A pesar del calor que debía emanar de las llamas, sentía un frío que parecía haber calado en mis huesos, como si una parte de mí se hubiera congelado para siempre. La madera crepitaba suavemente, pero el sonido, lejos de reconfortarme, me hacía sentir más sola.

Los viernes por la noche se habían convertido en una rutina solitaria para mí. Desde hacía un mes, cada viernes me sentaba en la butaca más cercana al fuego, esperando el regreso de Ominis de su visita semanal a Feldcroft. Sabía que le dolía ir, que cada visita era una herida abierta para él, pero nunca había fallado en su cometido. Siempre volvía, con el rostro aún más pálido de lo habitual y con una sombra oscura en sus ojos, pero volvía. Sebastian había desaparecido, y él debía cuidar de Anne.

Pero ese viernes era diferente. Yo había logrado lo que parecía imposible. Había derrotado a Ranrok y a Rookwood. Había salvado el mundo mágico de una catástrofe inimaginable, y, sin embargo, no sentía el alivio que debería haberme inundado. Había perdido a la única figura paterna que había tenido en mi vida, el profesor Fig. Su sacrificio había sido noble, pero yo no podía evitar sentir que su muerte había sido mi culpa.

Los minutos se alargaban como horas, y el silencio en la sala común se volvía insoportable, casi asfixiante. Cuando finalmente escuché el ruido suave y familiar de la entrada de la sala común, sentí una mezcla de alivio y temor. Levanté la vista justo cuando Ominis cruzaba la entrada, su expresión cargada de una tristeza que solo acentuaba la mía.

—¿Cómo está Anne? —pregunté, apenas capaz de mantener mi voz firme. Mi garganta estaba seca, y sentía un nudo en el estómago que no se desvanecía.

Ominis dejó escapar un suspiro, como si las palabras le pesaran demasiado. Se detuvo un momento, el rostro parcialmente iluminado por las llamas, antes de responder.

—Una parte de ella quiere que Sebastian afronte las consecuencias, pero otra no soporta imaginarlo siquiera. No quiero perder a Sebastian, pero no creo que tengamos elección, Katherine...

El dolor en su voz era palpable. Sebastian había cruzado una línea peligrosa, una línea que ninguno de nosotros podía ignorar. Pero ¿cómo podíamos tomar una decisión sobre su destino? Sentía que no teníamos el derecho, pero el peso de esa responsabilidad se cernía sobre nosotros como una sombra.

—Yo no... No puedo tomar esa decisión, Ominis. No creo que seamos los indicados para decidir si debe ir a Azkaban. De todas formas, se ha ido... —Intenté hablar, pero mi voz se quebró, traicionando las lágrimas que luchaban por salir.

Ominis se quedó en silencio, y en ese momento, el dolor y la culpa que había estado reprimiendo comenzaron a desbordarse. No podía mirar a Ominis, no quería que viera la debilidad en mí, pero él ya lo sabía. Lo sentía.

—Siento mucho la muerte del profesor Fig. Sé que era como un padre para ti... —murmuró, con una suavidad que casi rompió mi débil control.

—Murió por mi culpa —sollocé, las palabras finalmente escapando de mis labios, cargadas de una culpa insoportable.

Ominis frunció el ceño, y sus ojos, aunque ciegos, parecían enfocados en mí, tratando de entender.

—¿De qué estás hablando? —preguntó, con la voz impregnada de preocupación.

Las palabras se atragantaron en mi garganta. Las lágrimas que había estado conteniendo cayeron libremente, recorriendo mis mejillas con una desesperación que no podía detener. Sentía que, si comenzaba a hablar, todo lo que había intentado enterrar saldría a la luz, y no estaba segura de poder soportarlo.

Reina de Sombras (Sebastian Sallow / Ominis Gaunt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora