Hogwarts, 20 de Octubre de 1890.
La luz de la tarde se filtraba por las altas ventanas de la biblioteca, creando un ambiente tranquilo y sereno. Los rayos dorados se deslizaban sobre las estanterías llenas de libros y acariciaban los viejos pupitres de madera. Estaba absorta en mis pensamientos cuando una presencia familiar a mi lado me sacó de mi ensimismamiento. Levanté la vista y vi a Garreth Weasley, sonriendo de oreja a oreja, con un ramo de rosas rojas en la mano.
—Hola, Katherine —dijo, con esa sonrisa que siempre parecía iluminar su rostro. —Tengo algo para ti. Quería agradecerte por toda tu ayuda en la clase de pociones del otro día. Poppy me dijo que son tus favoritas.
Me quedé boquiabierta al ver el ramo gigantesco. Las rosas, con sus pétalos aterciopelados y su profundo color rojo, eran una visión deslumbrante.
—Garreth, esto es... increíble. No tenías que molestarte —dije, sintiendo una mezcla de sorpresa y gratitud.
—No es ninguna molestia —respondió, inclinándose un poco hacia mí, con sus ojos verdes centelleando—. Quería que tuvieras algo especial.
Abrí la boca para responder, pero entonces, noté a Sebastian, que acababa de entrar en la biblioteca y nos observaba atentamente. Su rostro, normalmente sereno, estaba tensado por una expresión que no reconocí. Su mirada, cargada de emociones, me atravesó como un rayo.
—Y también quería preguntarte... —siguió Garreth—. Bueno, invitarte, más bien, a las Tres Escobas un día de estos.
Antes de que pudiera responder, la voz de Sebastian se escuchó clara y tensa.
—Vaya, Weasley, realmente sabes cómo hacer un regalo —dijo Sebastian, acercándose con paso decidido. Su voz estaba cargada de una tensión apenas contenida. ¿Qué diantres le ocurría?
Pude ver cómo la mandíbula de Sebastian se tensaba y sus ojos oscuros lanzaban chispas. Era raro verlo tan alterado, y me di cuenta de lo mucho que me afectaba su reacción. Esa mañana había ido a Feldcroft, ¿habría vuelto a pelearse con su tío?
—Solo quería mostrar mi agradecimiento —replicó Garreth con una sonrisa tranquila, aunque pude notar un destello de desafío en sus ojos—. Katherine ha sido de gran ayuda.
—Seguro que sí —respondió Sebastian, con un tono más afilado que una navaja—. ¿No tienes alguna poción que preparar, Weasley? Creo que tu última creación casi hizo volar la torre de Astronomía.
—¡Sebastian! —lo regañé, sorprendida por su rudeza—. ¿Qué diablos te pasa hoy?
Garreth se rió, disfrutando de la reacción de Sebastian.
—Sí, tengo que irme —asintió, sonriente—. Katherine, espero que podamos hablar más tarde —dijo, guiñándome un ojo a modo de despedida.
Cuando Garreth se alejó, me giré hacia Sebastian, con el ceño fruncido.
—¿Se puede saber qué te pasa? —lo fulminé con la mirada—. ¿Ha sucedido algo en Feldcroft?
Sebastian soltó un suspiro exasperado, su mirada oscurecida por la frustración.
—Mi visita a Feldcroft ha resultado tan deprimente y poco fructífera como siempre, gracias por preguntar —soltó, sin abandonar su mal humor—. En fin, lo que venía a decirte es que Ominis jura que el scriptorium de Salazar Slytherin se utilizó para las Artes Oscuras, así que no quiere saber nada del tema. Le recordé que Anne necesita una cura. Ese "scriptorium" podría contener las respuestas.
—¿Y qué pasa si se utilizó para las Artes Oscuras? —quise saber.
—La magia oscura es más de lo que la gente cree. Los Gaunt lo saben mejor que la mayoría... —dijo, abandonando poco a poco su mal humor—. Ominis aprendió magia oscura de sus padres. ¿Te suena la maldición cruciatus?
—La maldición tortura... —asentí, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda—. Inflige a su víctima un dolor insoportable.
—Parece que sus padres y sus hermanos mayores no dudaban en usarla contra los muggles por diversión —me confesó Sebastian—. Ominis dice que los gritos de las víctimas eran espeluznantes. Así que la primera vez que le pidieron de niño que la lanzara él, no fue capaz de hacerlo. Como castigo, su familia la usó contra él. La angustia fue tal que, cuando se lo volvieron a ordenar, cedió. Le he repetido muchas veces a Ominis que hizo lo que tenía que hacer, pero sigue sin perdonarse.
La confesión de Sebastian me hizo sentir de inmediato compasión por Ominis, a pesar de lo irritante que había sido la última vez.
—Qué horror, pobre Ominis... —dije, con sinceridad—. No era más que un niño. No debería culparse.
—Tras aquél incidente, la brecha entre Ominis y su familia se agrandó. Hasta que llegué yo. Siempre que no está en Hogwarts, está con nosotros en Feldcroft. Ominis confía en mí. Pero se niega en rotundo a darme la ubicación del scriptorium...
—Quizá podría hablar con Ominis —sugerí.
—¿Tú? Supongo que vale la pena intentarlo, pero no te hagas ilusiones. Ominis es irritantemente terco. Aunque pensándolo bien, seguro que os llevaríais bien... —intentó bromear, aunque en sus ojos aún podía verse el mal humor.
Y con eso, sin despedirse, se dio la vuelta y salió de la biblioteca. Sentí una punzada en el pecho al verlo marcharse tan abruptamente. Algo dentro de mí quería seguirlo, pero me obligué a quedarme en mi sitio.
—Un buen chico, el señor Sallow —dijo la profesora Hecat, quien se había detenido a mi lado, con su habitual tono serio, aunque juraría que había un brillo de diversión en sus ancianos ojos.
—¿En serio? —pregunté—. Debe ser uno de los pocos profesores que piensan así —solté con ironía—. Sebastian se pasa la vida castigado.
—Siempre he sentido debilidad por los granujas que muestran una pasión desmedida por sus convicciones —respondió la profesora Hecat, encogiéndose de hombros ligeramente—. Aunque lo negaré si se lo cuentas a alguien —añadió, mirándome con el ceño fruncido.
Miré las preciosas flores que me había regalado Garreth.
—¿Me permite darle una pequeña lección extracurricular, señorita Lestrange? —preguntó la profesora.
—Por supuesto —asentí, rápidamente.
—Muchos chicos le regalarán flores, pero algún día, conocerá a un chico que aprenderá cuál es su flor favorita, su canción favorita, su dulce favorito. Y aunque sea demasiado pobre para darle alguno de ellos, no importará, porque se habrá tomado el tiempo de conocerla como el que más —dijo, con la voz cargada de melancolía.
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Reina de Sombras (Sebastian Sallow / Ominis Gaunt)
FanfictionKatherine Lestrange es una joven bruja mestiza que descubre sus orígenes mágicos tras pasar sus primeros 15 años de vida en un orfanato. Durante su primer curso en Hogwarts en el año 1890-1891, descubrió la magia, el amor, y la amistad, aunque por e...