CAPÍTULO 21. LAS SOMBRAS DE LA DISTANCIA (PASADO)

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Hogwarts, 17 de Enero de 1891.

Cuando entré en la Bóveda, Sebastian releía por enésima vez el antiguo tomo mágico que encontramos en el Scriptorium de Salazar Slytherin. Llevaba semanas obsesionado en encontrar la forma de utilizar la reliquia. Apenas comía, ni dormía. Y la noticia que iba a darle no iba a mejorar mucho esa situación.

—Ranrok se ha hecho con una enorme mina y sus alrededores —informé, rompiendo el silencio de la habitación, con un tono grave que reflejaba la urgencia de la habitación. —Las aldeas alrededor están igual o peor que Feldcroft.

Sebastian levantó la mirada del libro. Sus ojos brillaban con una furia contenida que amenazaba con desbordarse. —Deberíamos ir y matar a unos cuantos duendes —gruñó, con un veneno que casi me hizo retroceder.

—No —sentencié, firme.

Sabía que la ira estaba nublando su juicio, y mi corazón se oprimió al verlo así, pero no podía permitir que la venganza nos cegara. —Hasta ahora, Ranrock nos ha llevado ventaja —respiré hondo, preparándome para lo que sabía que sería una reacción explosiva. —Pero he conocido a alguien que nos ayudará a llevarle la delantera.

Sebastian frunció el ceño, su expresión se endureció al percibir algo que no le gustaba en mis palabras.

—¿A quién? —preguntó, con un tono gélido que era una advertencia en sí mismo.

—Un duende llamado Lodgock —tragué saliva, sabiendo que esas palabras caerían como una maldición entre nosotros.

Como esperaba, sus ojos se oscurecieron y una sombra de ira comenzó a teñir su rostro.

—¿Un duende? —preguntó, en un susurro afilado, cargado de desprecio.

Me miró fijamente, y por primera vez, sentí un abismo entre nosotros que no sabía si podríamos cruzar.

—Es un amigo —intenté tranquilizarlo. —No quiere tener nada que ver con Ranrok —mi voz se había vuelto suplicante sin darme cuenta.

—¿Un duende amigo? —repitió, sus palabras resonaban en la Bóveda como un eco malévolo. —Los duendes maldijeron a mi hermana, Katherine.

—Mi corazón se encogió al escuchar el dolor en su voz, pero sabía que tenía que hacerle entender. —Lo sé, Sebastian, pero no todos los duendes...

No me dejó terminar.

—¡¿No todos los duendes, qué?! —me interrumpió con un grito que me hizo estremecer. Pude ver la furia arder en sus ojos, el odio que no podía contener.

—¡No me estás escuchando! —exclamé, frustrada, sintiendo cómo la impotencia me consumía. Quería que entendiera, que viera que no todos eran sus enemigos, pero sus ojos solo reflejaban la traición que sentía.

—¿Por qué iba a escuchar a alguien tan ignorante? —preguntó, y sus palabras me atravesaron como un cuchillo. El veneno en su tono era algo que no esperaba, algo que nunca había pensado escuchar de él.

Me quedé en silencio durante un momento, tratando de procesar las palabras que acaba de proferirme. La ira y el dolor se mezclaron en mi interior, formando un nudo en mi garganta que apenas me dejaba respirar. Cuando finalmente hablé, mi voz estaba cargada de una frialdad que me sorprendió incluso a mí misma.

—Quizás tu tío no se equivocase sobre ti. No sabes cuándo parar —escupí, con una dureza que nunca había mostrado hacia él.

Sus ojos se entrecerraron, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. La Bóveda, que antes había sido nuestro refugio, ahora se sentía como una prisión, con las sombras alargándose a nuestro alrededor, testigos silenciosos de la batalla que se libraba entre nosotros.

Reina de Sombras (Sebastian Sallow / Ominis Gaunt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora