EPÍLOGO III (KATHERINE)

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Bosque de Dean, 20 de Marzo de 1897.

El Bosque de Dean se alza majestuoso a nuestro alrededor. Hoy, este lugar idílico se ha convertido en testigo de algo tan inmortal como los árboles que lo habitan. La luz del sol, tenue y dorada, se filtra a través de las copas de los árboles, bañando el escenario en un resplandor etéreo. Todo parece envuelto en un silencio reverente, como si la naturaleza misma estuviera conteniendo el aliento para no interrumpir este momento.

Mis pasos son lentos mientras avanzo hacia el arco de flores junto al lago. El agua, quieta como un espejo, refleja el cielo grisáceo y los árboles que nos rodean, creando un cuadro casi irreal. Las flores que adornan el arco son silvestres, sus colores suaves y naturales; azules, blancos y toques de lavanda, complementan la simpleza y la fuerza de este lugar. Todo en este entorno grita libertad, algo que me recuerda lo lejos que hemos llegado, cuánto hemos luchado para estar aquí, juntos.

Y ahí está él. Sebastian Sallow. Esperándome.

Mi corazón late con una fuerza casi dolorosa al verlo. Es hermoso, arrebatador, como esas bellezas de los mitos griegos capaces de hacer que un dios renuncie a su condición divina. Está de pie, con su mirada fija en mí, sus ojos oscuros reflejan una intensidad que me derrite por dentro. El hombre que ha visto mis luces y mis sombras, que ha caminado por senderos oscuros y ha emergido al otro lado, decidido a luchar por este momento, por nosotros. Hoy, en este bosque que parece sacado de un sueño, lo veo con una claridad abrumadora. Este es el hombre con el que quiero pasar el resto de mi vida.

Solo hay cuatro invitados. Nuestra boda es pequeña, íntima, exactamente como la queríamos. Ominis y Anne están a un lado, y noto cómo Ominis asiente ligeramente cuando me escucha aparecer. Su presencia aquí, después de todo lo que hemos pasado, significa más de lo que podría expresar con palabras. Anne, con su sonrisa dulce, parece estar conteniendo las lágrimas. Nuestras rencillas quedaron atrás hace tiempo, y Sebastian y ella están ahora más unidos que nunca. Poppy, mi mejor amiga, y Garreth están al otro lado, más enamorados que nunca, y tengo que contener las lágrimas cuando Poppy suelta un pequeño sollozo. Luego está la profesora Hecat, esperando bajo el arco, quien oficiará nuestra boda. Su porte firme y sereno, esa mezcla de sabiduría y severidad, siempre ha sido una constante en nuestras vidas, tanto en Hogwarts como fuera de él. Hoy, su presencia aquí le da un toque de solemnidad al día, pero también de consuelo.

Mi vestido se mueve con el viento suave, acariciando mi piel con cada paso que doy. Es un diseño sencillo, hecho de una seda ligera que parece fundirse con mi cuerpo, acentuando cada curva sin esfuerzo. No hay adornos innecesarios, solo la pureza de la tela blanca y un escote discreto que deja mis hombros al descubierto. Mis pies, descalzos, sienten la tierra húmeda y suave bajo ellos, conectándome aún más con el entorno natural que nos rodea. No llevo velo, solo una corona de pequeñas flores silvestres que se entrelazan con mi cabello oscuro, el cual cae en suaves ondas hasta la parte baja de mi espalda.

Avanzo, mientras involuntariamente acaricio la gargantilla de plata que cuelga de mi cuello. La gargantilla que me regaló Sebastian hace años, símbolo de nuestro amor. Cada paso que doy me acerca más a él, y con cada metro recorrido, siento cómo la intensidad de sus ojos aumenta, como si pudiera devorarme con la mirada. Sé que él está viendo cada detalle de mí, como siempre lo ha hecho, y sé que lo que ve lo aprueba, lo desea. Y eso me llena de una mezcla de orgullo y emoción que me inunda.

Finalmente, llego a su lado. Miro sus manos, ligeramente temblorosas, aunque su rostro parece calmado, una máscara que solo yo puedo leer. Tomo su mano, y el contacto entre nosotros es como una chispa que enciende algo profundo en mi interior. Nuestros dedos se entrelazan con una familiaridad que me hace sonreír, recordándome todas las veces que hemos encontrado refugio en el tacto del otro.

—Estás absolutamente arrebatadora, Kath —murmura, su voz ronca y cargada de emociones que rara vez deja ver.

Mis labios se curvan en una sonrisa suave, y le aprieto la mano en respuesta. No hace falta que le diga lo mismo, aunque lo pienso. Sebastian está radiante, y no por su traje de gala que le queda mejor que a cualquier hombre en este mundo, sino por lo que significa este momento. Lo veo tan claramente como veo el reflejo de nuestro futuro en el lago a nuestras espaldas. Es un hombre transformado, pero al mismo tiempo, sigue siendo el mismo chico testarudo y apasionado que conocí hace tantos años.

La profesora Hecat comienza a hablar, su voz firme y clara se eleva sobre el murmullo del viento. Dice palabras sobre el amor, el compromiso, y la fuerza de las uniones que perduran más allá de las pruebas del tiempo. Pero mientras ella habla, mis pensamientos están en Sebastian, en cómo hemos llegado hasta aquí. Todas las batallas, las pérdidas, y las victorias se sienten presentes en este momento, pero no como sombras del pasado, sino como los pilares que han construido lo que somos.

Nos miramos a los ojos cuando llega el momento de decir nuestros votos. No necesito un papel ni ensayar lo que quiero decirle; cada palabra sale de lo más profundo de mi corazón.

—Te elijo, Sebastian Sallow—digo con firmeza, mi voz cargada de la verdad que he vivido—. Te elijo hoy y te elegiré todos los días. No prometo ser perfecta, pero prometo que siempre lucharé por nosotros, por nuestro amor, porque tú me haces sentir viva. Porque tú eres mi hogar, mi lugar seguro, y no hay nada en este mundo que desee más que pasar el resto de mi vida contigo.

Veo cómo sus ojos brillan con una emoción contenida. Esta vez, es él quien me aprieta la mano con fuerza, como si las palabras no fueran suficientes para expresar lo que siente.

—No he vivido una vida honorable, lo sabes bien...Pero prometo protegerte hasta el fin de mis días. Prometo hacer todo lo que esté en mi mano para seguir convirtiéndome en el hombre que mereces y hacerte feliz. Eres mi alma gemela, y mi corazón es tuyo, Katherine Lestrange. Para siempre.

Las lágrimas que he luchado por controlar se deslizan finalmente por mis mejillas, trazando un camino de emociones que ya no puedo contener. Sebastian, con una suavidad que contrasta con su habitual dureza, me las limpia con sus dedos, acariciando mi piel con un gesto tan tierno que hace que mi corazón se derrita aún más.

Con esas palabras todavía resonando en el aire, intercambiamos los anillos, un símbolo sencillo pero poderoso de lo que hemos construido juntos. Siento cómo el anillo se desliza en mi dedo, y con ello, una sensación de plenitud me invade. Es un lazo que hemos forjado con fuego y dolor, pero también con amor y esperanza. Y ahora, aquí, en este bosque que parece abrazarnos con su magia antigua, ese lazo se siente inquebrantable.

La profesora Hecat finalmente nos declara marido y mujer, y cuando Sebastian me besa, el mundo a nuestro alrededor desaparece. No existe nada más que este momento, este hombre. Mi amigo, con el que he vivido tantas aventuras. Mi amante, el que me hace arder con sola una mirada. Y mi pareja, que me ha esperado contra toda esperanza, a pesar de todo.

Reina de Sombras (Sebastian Sallow / Ominis Gaunt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora