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Fiddleford amaba 2 cosas en el mundo

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Fiddleford amaba 2 cosas en el mundo. Las computadores y a Ford... como amigo, claro. 

Mentira.

Era una gran mentira en realidad. Él mismo sabía que aquello que sentía por el castaño era mucho más que aquello. Él sabía que aquella forma en la que veía a Ford no era normal. Él sabía que la forma en la que se sentía al estar cerca del chico de lentes no era una simple "gratitud" por ser amigos. Y él sabía muy bien que amaba a Ford de una forma en la que seguramente no le agradaría a Ford.

Porque sí, pensaba que si abría su boca arruinaría todo por un enamoramiento unilateral...

En fin, una de las razones por las cuales se sentía así por Ford era por lo bien que se conocían mutuamente... y en serio que se conocían bien.

— Fidd, creo que olvidé m- — El castaño fue interrumpido por el rubio, se encontraban en una expedición corta por el bosque cuando Stanford se había percatado de la ausencia de uno de sus materiales de trabajo, su diario.

— Yo lo empaqué — Respondió Fiddleford, extendiéndole su diario número 2.

— ¡Gracias, Fidd! Me salvaste — Agarró el diario con una sonrisa — ... Ay no... Olvidé m-.

— También empaqué todos tus materiales de trabajo — Rió Fidd, entregándole su libreta de apuntes, lapiceros, regla y unos frascos para recaudar anomalías que se pudieran portar.

— ¡Wow, gracias! Per-.

Fiddleford le colocó los lentes con cuidado a Stanford.

— Sí, también pensé en eso — Ford y Fidd rieron al unísono.

Y es por esa misma razón que sabía que algo andaba mal con Ford y no le agradaba en absoluto...

No lo malinterpreten, ama pasar tiempo con su mejor amigo y trabajar con él para lograr la meta del castaño, pero últimamente Ford estaba un tanto... extraño.

Se pasaba horas meditando en aquel raro círculo de un ritual del que no tenía conocimiento. Era técnicamente como estar trabajando con alguien totalmente diferente algunas veces. 

El rubio había notado que Ford tenía unos tipos de episodios psicóticos en los que parecía una persona ajena, sus pupilas se veían filosas, su mirada se veía amarillenta y una sonrisa siempre se plasmaba a en su rostro. Fiddleford podría catalogar aquello como una doble personalidad. Lo que más le dolía era que cuando sucedía aquello Ford parecía despreciarlo. 

Recuerda vagamente la vez en que encontró a Ford clavándose un tenedor en la mano. De solo recordar aquello lo hacía temblar. Tenía que saber que pasaba y debía investigarlo, justo como pasaba ahora.

Entrecerró los ojos, analizando al sereno Stanford dormir. Era como la quinta vez en 2 semanas que debía mandar al cuatro ojos a dormir, había notado que su amigo dormía más de lo normal últimamente. 

Musa || BillfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora