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Bill nunca había sentido miedo en todos sus billones de años entonces no sabía cómo se sentía tal

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Bill nunca había sentido miedo en todos sus billones de años entonces no sabía cómo se sentía tal.

¿Así es como se sentía?

Su corazón latía a mil, su único ojos picaba, sus manos y piernas temblaban. Su visión se encontraba nublada y sus ojos cristalizados no le permitían ver bien. Sentía que toda esa preocupación e incertidumbre le calaba en los huesos, torturándolo como si de una sentencia se tratara. Se mordía el labio constantemente intentando poner su mente en blanco, necesitaba estar calmado.

Había regresado al mundo de las pesadillas pero no había podido revertir su forma física, seguía viéndose como un humano. Sus amigos ya lo habían atrapado pero creyó que no iban a decir nada.

Confió en ella, en Pyronica, confió en que no le diría a nadie.

¡¿Entonces que mierda hacían cientos de demonios persiguiéndolo?!

— ¡Bill Cipher, ya sabemos tu asqueroso secreto! —Una grotesca voz se escuchaba tras él, seguía corriendo tan rápido como sus piernas humanas le permitían.

— ¡¿Enamorarte de un humano?! ¡Que bajo caíste! — Otra voz se hizo presente, sonidos de pasos de cientos de demonios proseguían, se escuchaban sus risas diabólicas.

De un momento a otro su cuerpo se estampó fuertemente contra una estructura de aquel mundo, sintió que algunos huesos suyos se rompían. No podía hacer magia y se sentía débil, ya no le gustaba sentir dolor, lo odiaba, quería que todo aquello terminara ya y poder estar envuelto en los brazos de Ford mientras este le decía que todo iba a estar bien acariciando su cabello con cariño.

— Eres repugnante, Bill — Rió Pyronica, los demás demonios la siguieron.

— ¡Deberíamos llevarlo y torturarlo! Que sepa las consecuencias de sus actos — Un monstruo sugirió, con esa sonrisa que le ponía los pelos de punta.

Un conjunto de risas y figuras deformándose por su mala visión fue lo único que escuchó y vio Bill antes de caer desmayado por aquel brutal golpe que le propinó uno de los demonios.

(...)

Desconocía el tiempo de había pasado en aquel repulsivo lugar donde lo tenían cautivo.

Bill sabía que era consecuencia de haberse enamorado de Ford pero nunca se arrepentiría de haberlo hecho. Su magia se había ido definitivamente, no podía realizar hechizos ni invocar a entidades que recurran en su auxilio, estaba solo.

Sus lágrimas solitarias se deslizaban por sus mejillas rojas de tanto haber aguantado el dolor físico y emocional que sentía por estar ahí en ese lugar. Privado de su libertad y no poder ver a su amado. Morir era mil veces mejor que estar sin ver a aquel chico castaño en quien pensaba siempre.

Su corazón se contraía de tristeza al pensar que Ford tal vez estaría pensando que él lo abandonó. 

— ¡Tu tiempo ha acabado, Bill Cipher! — Uno de los demonios más crueles lo miró, un hacha flamante era sostenida por él.

Musa || BillfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora