14

149 16 0
                                    


Kakashi comprendía todo ahora. Aunque seguía siendo difícil de asimilar, el sentimiento de traición y angustia comenzaba a disiparse, dejando espacio para algo nuevo: libertad. Por fin era libre.

Todo había comenzado ese día, después de que Kakashi llevó a Yamato a su casa, sospechando algo. Su fiel amigo había dudado desde el principio de ese tal Iruka. Algo en su instinto le decía que los archivos de la vida de Iruka eran falsos, aunque le tomó tiempo descubrirlo. Con paciencia, y tal vez algunas vidas y jugadas sacrificadas, Yamato logró desenmascarar la verdad.

Aquella noche, Yamato se movía con rapidez hacia la floristería donde Kakashi solía pasar tanto tiempo. Entró en silencio, sacando su arma mientras la tienda permanecía sumida en la oscuridad. De repente, sintió algo frío presionado contra su cabeza: una pistola. De reojo, pudo ver a Iruka sujetándola firmemente, con el dedo listo para apretar el gatillo.

—Kakashi Hatake... —fue lo único que atinó a decir Yamato antes de estampar a Iruka contra el suelo. El nombre dejó aturdido al castaño, pero decidió fingir sumisión, sin resistirse.

—Por favor, suéltame —rogó Iruka con una voz temblorosa.

—Eres una farsa —respondió Yamato con frialdad, aplicando más presión para evitar que Iruka se moviera.

—¿De qué hablas...? Me haces daño, ayúda... —Antes de que pudiera terminar, Yamato le tapó la boca con fuerza.

—Vamos, agente Umino, conmigo no tienes que fingir —dijo Yamato, su tono severo.

Con un rápido movimiento, Iruka se liberó del agarre y se pusieron cara a cara.

—Te mataré aquí mismo —amenazó Iruka, listo para enfrentarse.

Lo que comenzó como una pelea violenta terminó con un acuerdo inesperado. En el confesionario de Yamato, Iruka reveló la verdad que había ocultado durante tanto tiempo.

—Yo nunca quise ser agente. Me obligaron a hacerlo, siempre he tenido que entregar mi cuerpo para cumplir con el objetivo. Soy una marioneta, eso es lo que soy —había dicho Iruka, su voz rota.

No querían terminar mal. Idearon el mejor plan posible para ambos: libertad, tanto para Kakashi como para Iruka. El primer paso era que Yamato revelara la verdadera identidad de Iruka a Kakashi, de manera que su reacción fuera genuina y no levantara sospechas.

—Todo era una fachada para hacer las cosas más fáciles —explicó Yamato mientras se levantaba y encendía la televisión frente a Kakashi.

El siguiente paso del plan era fingir las muertes de Iruka, Naruto y, por supuesto, Kakashi. En la pantalla, Kakashi pudo ver las noticias: "El asesino más buscado fue encontrado muerto después de una explosión cuando iba camino a la cárcel". Las imágenes mostraban el lugar del incidente, completamente destruido.

Yamato le entregó a Kakashi un par de papeles. El primero detallaba la causa de la muerte de Iruka: intoxicación por pastillas, un aparente suicidio. El segundo informaba la misma causa para Naruto.

—Bienvenido a tu nueva vida, Sukea —concluyó Yamato, mirándolo con una mezcla de seriedad y alivio.

Kakashi observó los documentos en sus manos, sintiendo el peso de lo que significaban. Su antiguo yo, Kakashi Hatake, había muerto para el mundo. Ahora, con un nuevo nombre y una nueva identidad, tenía la oportunidad de empezar de nuevo, lejos de la oscuridad que había definido su vida.

Se quedó en silencio, mirando hacia la ventana que daba al mar, preguntándose qué le depararía esta nueva vida. Aunque las cicatrices del pasado permanecerían con él, había una oportunidad para algo diferente. Quizás, solo quizás, había encontrado la redención que tanto había buscado, incluso si eso significaba dejar todo atrás.

Aromas del Destino - KakairuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora