Toda la noche estuve intercambiando mensajes con Iruka. Compartimos anécdotas, hablamos de nuestras vidas y nos reímos de tonterías. La conexión entre nosotros se hacía cada vez más fuerte, y no podía evitar sentir una creciente atracción hacia él.
Eran las 3 de la mañana cuando escuché un golpe en la puerta. Era poco usual recibir visitas a esa hora. Agarré una de mis pistolas y me acerqué con cautela. Al abrir la puerta y apuntar, me encontré con mi informante, Yamato.
—Lo siento, Yamato —dije, bajando el arma—. ¿Por qué no llamaste?
—Esto lo tenía que hablar en persona —respondió Yamato, entrando a la casa.
Nos sentamos en el sillón y le dije que hablara. Yamato comenzó a explicar que uno de nuestros clientes quería una masacre en grande. Esta vez, la misión era eliminar a los cinco dueños del gran casino "Koni Koni".
—Es una misión arriesgada, por lo tanto... —Yamato no terminó de hablar, ya que me veía muy entretenido con mi celular, hablando con Iruka.
—Kakashi-sempai, al parecer está ocupado. Le dejo aquí los archivos con todo lo que debe saber. Es la única misión que tendrá este mes —dijo Yamato.
—¿La única? —pregunté, levantando la vista.
—Sí, sempai —respondió Yamato.
—Perfecto. Gracias —dije.
Yamato se retiró y, ni bien se fue, le escribí a Iruka: "¿Mañana estás libre? Salgamos, yo invito". Esperando con ansias su respuesta, apagué el celular y me fui a dormir. Al despertar, prendí el teléfono y vi un mensaje de Iruka: "No, tengo mucho trabajo". Me decepcioné, pero luego llegó otro mensaje: "Pero podrías ayudarme en la florería".
"Estaría encantado", respondí.
"Perfecto, te veo acá a las 3", dijo Iruka.
Apresuré a alistarme. Quería verme presentable, así que me esforcé tanto que incluso tuve una charla cómica con Pakkun, mi perro.
—Pakkun, ¿cómo me veo? —pregunté, mostrándole mi atuendo.
—Hm, te ves decente para un humano —respondió Pakkun, olfateando mis zapatos.
—¿Decente? Vamos, Pakkun, necesito algo más que eso. Quiero impresionar a Iruka —dije, mirándome en el espejo.
—Bueno, si realmente quieres mi opinión... —Pakkun dio una vuelta a mi alrededor, evaluándome—. Te ves bien. Pero no olvides sonreír.
—¿Sonreír? ¿Crees que debo hacerlo? —pregunté, ajustando mi camisa.
—Sí, una sonrisa genuina derrite corazones. Aunque, conociéndote, probablemente sólo le asustes —dijo Pakkun, riendo.
—Gracias por el voto de confianza —dije, sonriendo.
—De nada, jefe. Buena suerte.
Ya siendo las tres, llegué a la florería de Iruka, quien me recibió tan lindo como siempre.
—¿En qué puedo ayudar? —pregunté.
—¿Podrías ayudarme en el almacén? Tengo que ordenar todo lo nuevo que ha llegado —respondió Iruka.
Asentí y fuimos los dos al almacén. Comenzamos a acomodar todo y, entre cajas y flores, empezamos a tener una charla algo coqueta.
—¿Siempre has trabajado con flores? —pregunté, tratando de iniciar una conversación.
—Desde hace unos años. Me gusta la tranquilidad que me da trabajar con ellas —respondió Iruka, sonriendo.
—Puedo imaginarlo. Es un trabajo muy diferente al mío —dije, riendo.
—¿Qué te hizo dedicarte a ser profesor de karate? —preguntó Iruka, genuinamente interesado.
—Es una larga historia. Pero, básicamente, quería enseñar a otros lo que me apasiona y darles herramientas para defenderse —respondí.
—Eso es admirable, Kakashi —dijo Iruka, mirándome con esos ojos cálidos.
—Gracias. ¿Y tú? ¿Qué te llevó a convertirte en florista? —pregunté, curioso.
—Siempre me han gustado las flores. De pequeño, mi madre tenía un jardín y pasaba horas cuidándolo. Cuando crecí, supe que quería seguir rodeado de esa belleza natural —explicó Iruka, con una sonrisa nostálgica.
—Es hermoso tener una pasión así —dije, sintiendo una conexión más profunda con él.
—Sí, lo es. Además, me permite conocer a personas interesantes como tú —respondió Iruka, mirándome de reojo.
—¿Interesantes? ¿Yo? —bromeé, tratando de disimular mi nerviosismo.
—Sí, Kakashi. Tienes una presencia única. cuando compraste los tulipanes, no pude evitar notar lo misterioso que eres —dijo Iruka, acercándose un poco más.
—Bueno, trato de no ser tan misterioso todo el tiempo —respondí, riendo.
Seguimos hablando sobre nuestras vidas, riendo y compartiendo historias. La conversación fluía de manera tan natural que el tiempo pasó volando. En un momento, Iruka intentó poner un florero en la parte superior de los estantes, pero no llegaba.
—Déjame ayudarte —dije, acercándome.
Sin darme cuenta, me puse detrás de él, rozando su cuerpo con mi pecho y su trasero. Sentí el calor de su cuerpo y el suave aroma a flores que lo envolvía. Iruka se puso de puntillas, intentando alcanzar la repisa, y yo extendí mi brazo por encima de él para colocar el florero en su lugar. Estábamos tan cerca que podía escuchar su respiración entrecortada.
—Gracias, Kakashi —dijo Iruka en voz baja, girando su cabeza para mirarme.
Nuestros rostros estaban a solo unos centímetros de distancia. Podía ver el leve sonrojo en sus mejillas y sentir el latido acelerado de mi propio corazón.
—Para eso estoy aquí —respondí, con una sonrisa suave.
Por un momento, el mundo exterior dejó de existir. Solo estábamos nosotros dos, envueltos en una burbuja de intimidad y tensión no dicha. Finalmente, ambos nos separamos, tratando de actuar como si nada hubiera pasado.
Al final del día, Iruka me agradeció por la ayuda.
—Gracias por todo, Kakashi. De verdad, aprecio mucho que hayas venido —dijo, sonriendo.
—No hay de qué. Me ha encantado pasar tiempo contigo —respondí, sonriendo también.
Cuando nos despedimos, Iruka me dio un beso en la mejilla y luego se fue corriendo hacia su casa, que estaba en el segundo piso de la florería. Me quedé estático por unos segundos, sin poder creer lo que acababa de suceder. Hubiera seguido en mi ensueño si no fuera porque un hombre me agarró por los hombros y trató de tumbarme al piso.
Reaccioné rápidamente, empujándolo hacia atrás. Al ver que era un hombre enmascarado, supe que esto no era un simple asalto. El hombre lanzó un golpe que logré esquivar por poco. Mi entrenamiento se activó automáticamente, y comenzamos a luchar en serio.
El hombre era hábil y fuerte, y cada golpe que lanzaba estaba destinado a incapacitarme. Bloqueé un puñetazo y contrataqué con una patada giratoria que lo hizo tambalearse. Sin embargo, se recuperó rápidamente y me embistió, llevándonos a ambos al suelo.
Rodamos por el piso, intercambiando golpes y bloqueos. Sentí la adrenalina recorriendo mi cuerpo mientras buscaba una apertura. Finalmente, logré zafarme y le propiné un golpe directo a la mandíbula, dejándolo aturdido. No perdí tiempo y lo noqueé con un último puñetazo.
El hombre quedó tirado en el piso. Respiré hondo, intentando calmarme. Llamé a Yamato para que viniera mientras metía el cuerpo en el coche.
El día, que había comenzado de manera tan esperanzadora, se había tornado en una mezcla de emociones intensas y peligros inesperados. Pero, a pesar de todo, no podía dejar de pensar en el beso de Iruka y en lo que eso podría significar para nosotros.

ESTÁS LEYENDO
Aromas del Destino - Kakairu
FanfictionEn una ciudad moderna y bulliciosa, Kakashi Hatake es un asesino a sueldo conocido por su eficiencia y su misteriosa identidad. Vive una vida solitaria y peligrosa, siempre en la sombra, llevando a cabo misiones para los clientes más poderosos. Iruk...