No hay nadie. Las duchas están vacías. Gracias Dios mío.
-Bueno, parece que las duchas son todo tuyas. En estos estantes encontrarás diferentes productos. Todos están elaborados aquí, no llevan toda la mierda que le ponen en vuestras fábricas.
Vaya, aquí tienen más cosas que en mi casa, y eso que viven en medio de la nada.
Le doy las gracias, y se va.
Me quito la ropa, que aún sigue mojada y llena de arena. No hay cosa que odie más que unos calcetines mojados. Estoy dejando arena por todo, luego tengo que pedir algo para limpiarlo.
Tienen duchas con efecto lluvia, ¿en serio? En casa no podíamos permitirnos comprar una, y aquí tienen una habitación con mínimo veinte. Si no fuera porque no hay privacidad, este baño sería perfecto.Bueno, a ver. Hemos naufragado, Papá está muerto en la playa, no sé dónde está Mamá, estoy en una isla donde al parecer solo hay mujeres que seguramente veré en pelotas y no puedo comunicarme con el exterior. ¿Estoy soñando? Todos tenemos sueños raros dignos de un Óscar. ¿O un Globo de Oro? No se la diferencia.
Miro el suelo. El agua es roja. Sangre. ¿Sangre? ¿De dónde viene? Creo que de mi espalda. Me doy prisa en acabar de lavarme, y voy a mirarme en un espejo.Mierda, tengo una buena herida en la espalda. No es que sea profunda, pero es larga, y sangra bastante. A ver, no me estoy desangrando (ahora es cuando mi padre me llamaría un exagerado de mierda), pero para mí ya es mucho.
¿Qué hago? No quiero ensuciar de sangre la ropa limpia. Bueno, me pondré la parte de abajo, pero en la parte de arriba solo me dejaré la toalla, para que la sangre no me manche los pantalones.
Me visto así cómo puedo. Ahora que el agua y la toalla me han tocado la herida, empieza a dolerme bastante. ¿Tendrán pastillas para el dolor aquí?
Recojo todo y me voy a la casa de la jefa. Al salir casi me doy en la cabeza con la pared al resbalar con la mezcla de agua y arena que he dejado. Debo acordarme de decírselo a Némesis.Llamo a la puerta y me abre la chica de mi edad.
-Hola, eres Atenea, ¿verdad?
-¡¡Holaaa!! Sí, ¡soy yo! ¡Te has acordado de mi nombre! ¡¡Mamaaaa el chico está aquí!!
Vaya, nunca nadie había estado tan emocionado por verme. Bueno, mi gato, pero solo cuando quiere comida.
-Entra Haziel, he preparado algo para comer. No serás alérgico al marisco, ¿no? Vaya, ¿qué haces en toalla, no te va bien la ropa que te he dado? -me pregunta Némesis mientras entro.
-No es eso, es que me he dado cuenta de que tengo una herida en la espalda, y no quiero manchar de sangre la ropa. ¿Tenéis una venda o algo que pueda ponerme? -Intento quitarle importancia al tema. Aunque suene patético, no quiero parecer un debilucho delante de ellas.
-A ver, ven aquí y enséñame la espalda - me dice Némesis.Me acerco a ella, me giro y me quito la toalla.
-Vaya, tienes una buena herida, pero no es grave. A ver, Atenea, ven. -Giro la cabeza, y veo como la chica, que estaba a cierta distancia, se acerca. Qué vergüenza. -Tranquilo, solo quiero que aprenda. Como futura jefa, Atenea debe aprender este tipo de cosas. Todo conocimiento es bueno.
-¿Sí, mamá? ¡Vaya, es la herida más grande que he visto! -dice la chica, emocionada, sentimiento que no comparto en este momento.
-A ver, ¿qué le indicamos al paciente? ¿Cuál es tu conclusión sobre esta herida? -le pregunta su madre.
-Bueno, aunque parece muy grande y da un poco de asco, no parece nada peligroso. Limpiaría bien la herida para evitar infecciones, aplicaría presión con una venda o trapo limpio para parar el sangrado y aplicaría un poco de ungüento del que nos da la curandera -responde Atenea, satisfecha con su respuesta.
-Muy bien Atenea, eso es exactamente lo que vamos a hacer. Haziel, ¿tienes más heridas? -me pregunta Némesis.
-La verdad es que no lo sé. Solo me he fijado en la espalda, y creo que no me duele nada más -le respondo.
-¡Toca reconocer al paciente! ¿Verdad, mamá? -pregunta Atenea superilusionada. ¿Quizás quiere ser doctora el día de mañana?
La madre asiente, y Atenea me coge de la mano mientras me sonríe. Se me eriza el vello del brazo, no sé por qué.
No me había atrevido a mirarla mucho, y ahora que lo hago, me doy cuenta de lo guapa que es. Es como ver a una Diosa:
Tiene el cabello negro, largo y ondulado. El mío es castaño, corto por los lados y más largo arriba. Tiene un suave bronceado, pero es más blanca que yo. Lo que más me llama la atención son sus ojos: tiene uno verde, como los míos, pero otro castaño.
En cambio, su madre y hermana pequeña son pelirrojas, y sus ojos azules. Supongo que ella habrá salido a su padre, sea quien sea. Pero la belleza la ha sacado de su madre, eso está claro.
Atenea me lleva al centro del salón, en la zona más amplia e iluminada, para poder verme mejor. Noto mis mejillas calientes, seguro que estoy rojo como un tomate.
-Mamá, tiene huecos bastante profundos en el abdomen, ¿son heridas antiguas?
¿De qué habla? No tengo nada en el abdomen. ¿Estoy ciego?
- Cariño, eso son abdominales. A los hombres que están en forma se les suelen marcar más que a las mujeres, y al parecer Haziel está muy en forma -dice riéndose y guiñándome un ojo.
Atenea acerca la mano y me toca un abdominal, presionándolo como si fuera a ser algo blandito, supongo.
-Hija, ¿por qué le pinchas?
-Perdón, me daba curiosidad. Es muy fuerte, más que los de Reneé, y ella es muy fuerte.
-Los cuerpos de los hombres son diferentes. Venga, revisa si tiene más heridas y no le pinches, no es serio -Claramente, no le gusta que su hija pregunte sobre mi cuerpo. ¿Entonces es verdad que no saben nada sobre nosotros? ¿Qué problema tiene con los hombres? ¿Por qué les mienten?Atenea da un par de vueltas a mi alrededor, me levanta los brazos, me mueve la cabeza, y...
-Quítate los pantalones.
-¿¡Qué!? -no grito, pero casi.No pienso quitarme los pantalones delante de ella. Es una chica preciosa, y yo LLEVO LAS BRAGAS DE SU MADRE. ¡Y una mierda me voy a quitar los pantalones! Prefiero desangrarme.
-No, tranquila, ya está, estoy bien. Lo juro. -Las dos me miran confusas. Ay, ¿qué hago?
Mi barriga hace un ruido. Tengo hambre. Y mucha. Némesis empieza a reírse.
-Creo que tu barriga se está quejando. Venga, vamos a curarte la espalda y a comer. Atenea, trae un poco de ungüento y unas vendas del botiquín.
Proceden a curarme la espalda. No sé de qué estará hecho ese ungüento, pero en cuestión de segundos me alivia el dolor. Tener a Atenea tan cerca me pone nervioso. No me sentía así desde que tenía 13 años, cuando me gustaba Raquel, la chica que se sentaba a mi lado en clase. Resultó ser lesbiana, y yo no le caía bien, así que no tengo buenos recuerdos de esos momentos.
-Listo. Buen trabajo, Atenea. Ahora ve a llamar a tu hermana, ya seguirá con los deberes después. Vamos, Haziel, a comer.
Pues nada, a comer.
¿Cómo estará mamá? Aún no me han dicho nada. ¿Alguien debe acordarse de mi padre? Qué hambre.
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El capítulo 4 estará disponible el día viernes, 23 de agosto de 2024, 11:00 CEST

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La Isla: Infernum
Acak¡Libro completo disponible en Amazon! Haziel y sus padres naufragan en una isla habitada solo por mujeres. Al principio todo parece normal, aparte de la ausencia de hombres, pero poco a poco Haziel va descubriendo todos los secretos y mentiras que...