Capítulo 5

36 10 14
                                        

-Tranquilo, es solo un remedio para el dolor, y produce este efecto en muchas personas. Algunos de vuestros medicamentos hacen lo mismo, no es nada raro. Tu madre está bien, chico.

-Haziel, nuestra curandera es muy buena, no te preocupes, tu madre está en buenas manos. -dice Némesis.


-Unas manos muy viejas, por cierto. ¡Cuantas arrugas! -dice mi madre.

-¡Mamá, ¿pero qué dices?! ¡No seas maleducada!

Las demás empiezan a reírse. Menos mal, no se lo han tomado como un insulto. Cuando mi madre vuelva en sí va a morirse de vergüenza.

-Venga, Haziel, vamos a buscarte un pijama. Te quedarás aquí para que la curandera te eche un vistazo, y así estarás con tu madre.

Le doy un beso en la mejilla a mi madre y un abrazo. Ella suelta un par de tonterías más, y me voy con Némesis.

El silencio de este lugar comparado con las noches en mi ciudad se agradece.

No se oyen coches, gritos, y sobre todo a las vecinas mientras trabajan. Son prostitutas. Es lo que tiene vivir en un sitio barato. Y no, no es que seamos pobres, es que papá era un tacaño. Tampoco somos millonarios, pero podíamos permitirnos perfectamente vivir en un buen barrio y una casa decente, e ir de vacaciones por lo menos una vez al año, pero prefería ahorrar, llevándolo a extremos. Eso sí, para sus amantes sí tenía dinero.

Tras muchos años de insistir, y cuando empezó a sospechar que mamá sabía de sus infidelidades, al fin aceptó alquilar un pequeño yate para navegar juntos. Pero, como no, eligió la opción más barata, un yate viejo de mala calidad. Mamá no quería, pero él le aseguró que no pasaría nada. Qué gilipollas.

Aunque debo admitir que tanto silencio llega a ser inquietante.

-No estarás acostumbrado a tanta paz. Las pocas veces que voy a visitar la civilización me agobio mucho. No sé cómo podéis vivir con tanto ruido, luces estridentes y parpadeantes por todos sitios, calles sucias, contaminación... El aire aquí es tan puro comparado con vuestras ciudades...

-Supongo que estamos acostumbrados, es lo normal para nosotros. Aunque la gente que puede permitírselo suele irse de vacaciones de vez en cuando a zonas más tranquilas, para desconectar y relajarse un poco. - es lo que quería mi madre.

Trabaja muchas horas como enfermera en un gran hospital, y cuando tiene tiempo libre lo invierte haciendo las tareas del hogar. Mi padre es, bueno, era abogado (irónico, ¿eh?), del montón. Si se hubiera esforzado más, podría haber sido un buen abogado, era un hombre inteligente, pero que no sabía tomar buenas decisiones.

-Nunca os podré entender - dice Némesis, negando con la cabeza.

-¿A qué te refieres?

-A vosotros. Necesitáis desconectar de vuestras vidas porque no las soportáis. Entonces, ¿por qué seguís haciéndolo? ¿Por qué os torturáis así? No tiene sentido, vivir amargados.

No le falta razón.

-Bueno, es lo que hay. Necesitamos trabajar para tener dinero y comprar cosas. Tú misma me has dicho que vosotras también hacéis cosas para vender en nuestras tierras para poder obtener dinero.

-Sí, pero la diferencia es que nosotras vivimos felices, en paz, haciendo lo que nos gusta. Al final del día no estamos estresadas y artas de nuestras vidas, no sentimos la necesidad de irnos a otras tierras a desconectar. Incluso vuestras escuelas no tienen sentido. Los niños están amargados, casi no tienen tiempo para ser niños y la mitad de lo que aprendéis no es útil.

-La verdad es que tienes razón, no puedo negarlo.

Parece satisfecha cuando le doy la razón.

-Me alegra ver a un hombre que es capaz de reconocer cuando se equivoca -dice guiñándome un ojo. Me parece un poco exagerada.


Entramos en su casa. Sus hijas están viendo la televisión. ¿Una película en blanco y negro? ¿En serio?

-¿Habéis terminado vuestros deberes? -pregunta Némesis.

-¡Sí! -dicen las dos.

-De acuerdo, pues a lavaros los dientes y a la cama. Ya es tarde.

Ambas se levantan y van a lo que supongo es el aseo.

-Bueno, Haziel, mañana voy a conseguirte un cepillo de dientes, pero por ahora voy a enseñarte dónde está la habitación y buscarte un pijama. Estarás unos días con la curandera, pero después te quedarás aquí. No le gusta tener a gente no enferma ahí, dice que le molestan - dice Némesis, que se dirige hacia un pequeño pasillo, cuya primera puerta es el aseo.

Pasamos por delante otra puerta, y entramos en la tercera. Hay tres camas, dos individuales y una doble, un armario muy grande, un tocador con un poco de maquillaje, peines y otras cosas para el cabello, un espejo de estos con luces bastante alto, una mesita de noche al lado de cada cama, y un perchero con los pijamas y batines.

-¿Dormís todas en la misma habitación?

-Así es. En casi todas las casas todas duermen en la misma habitación.

Vaya, veo que el concepto de privacidad aquí no existe.

-Voy a ver si te encuentro un pijama.


Mientras Némesis empieza a buscar en el armario, las niñas entran en la habitación.

-Luz, en unos días vas a dormir conmigo, y Haziel en tu cama -dice Némesis a su hija pequeña. Qué alivio, creía que iba a dormir en el suelo.

La niña asiente, sin quejarse. Menos mal, odio cuando los críos tienen una pataleta.

Me giro otra vez hacia Némesis, que ha vuelto a rebuscar en el armario, y Atenea está a su lado, recogiendo su propio pijama del perchero. También coge el de Luz, y se lo lanza. Giro la cabeza para ver como Luz lo atrapa con una sonrisa. Me alegra verla feliz, ya temía que estaría todo el rato con cara de susto o enfado cuando estuviera cerca.

Otra vez, vuelvo a girarme hacia Némesis, que sigue buscando. Ya temo que no encuentre nada para mí, no me apetece llevar un camisón de mujer. De repente, algo capta mi atención. Por el rabillo del ojo veo a Atenea, ¡se está desnudando! ¡A menos de 2 metros de distancia de mí!

Ni me atrevo a girarme, porque estoy seguro de que Luz también se estará cambiando, ¡y eso sí que me niego a verlo! Tengo mis límites.

Rápidamente, aparto la mirada de Atenea, no sin ver primero sus tetas. No son muy grandes, pero son muy bonitas. Mierda, ¿en qué estoy pensando? No te empalmes, no te empalmes... Piensa en cosas malas...

-Listo, ya tengo un pijama para ti. Es algo viejo, pero creo que te irá bien. Haziel, ¿te pasa algo? ¿Qué haces mirando la pared? -me pregunta Némesis.

-Nada, no hago nada. Era para dar un poco de privacidad a las chicas -le susurro.

-No debes preocuparte por eso. Te pedí que actúes con normalidad, y mirar una pared no es muy normal. Por favor, no quiero que las niñas empiecen a hacer preguntas. Venga, cámbiate -me susurra ella de vuelta.

- ¿Aquí?

- Haziel...

- Vale, vale, está bien...

Joder, no quiero. ¿Por qué no puedo ir al aseo a cambiarme, o directamente a la enfermería? Pues nada, toca ponerse en pelotas.

La Isla: InfernumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora