Capítulo 12

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- Mamá, hemos vuelto.

- ¡No volváis a iros así nunca más! Me habéis preocupado mucho. ¿Dónde estabais? - Némesis se pone a gritar. Se la ve muy preocupada, y da un poco de miedo.

- Lo siento Némesis, me he ido corriendo, y Atenea me ha seguido para tranquilizarme. Me he puesto a llorar y no quería volver, y ella se ha quedado conmigo para que no me perdiera. Se ha portado muy bien conmigo. - le digo. No quiero que se enfade con ella.

- Está bien, pero que no vuelva a pasar. Es muy peligroso estar fuera de noche.

¿Por qué es tan peligroso? No he visto ni oído a un solo animal. ¿Quizás son nocturnos?

- Sofía ha venido para dejar los deberes. Cenad rápido e id a hacerlos.

- Pero mamá, ya es muy tarde. - se queja Atenea.

- Vuestras acciones tienen consecuencias, y hoy las consecuencias son irse a dormir tarde. Los deberes son muy importantes, ya lo sabes. Da gracias que no te obligue a leer el libro de estrategias. Venga, ¡a comer!


Luz está en el sofá viendo unos dibujos que nunca había visto. Estos son en color. Su madre se une a ella, y la abraza. Parece más cariñosa con ella que con Atenea.

Comemos juntos unos espaguetis con champiñones, y al terminar nos vamos a hacer los deberes. Entramos en la segunda habitación del pasillo, en la que aún no había estado. Es como un cuarto de estudio, con tres escritorios. Uno es claramente de Némesis. Está lleno de papeles y cosas que parecen muy importantes. Cosas de jefes, supongo.

Otro se nota que es de Luz, está lleno de dibujos de no muy buena calidad, y el escritorio de Atenea está lleno de libros que parecen extremadamente aburridos.

Nos sentamos en su escritorio, y empezamos a estudiar y hacer los deberes. Se lo toma muy en serio, y aprendo mucho. Hay tantas frutas y bayas de aspecto apetecible pero venenosas en esta isla, que no sé cómo se acuerdan de todas.

Cuando nos vamos a dormir ya es tarde. Su hermana ya está profundamente dormida, y no sé dónde está Némesis. Nos cambiamos, y esta vez Atenea me mira más de reojo, no tan directamente, y se pone un poco roja.

Ahora entiendo a qué se refería Némesis, por qué no quiere que las demás lo sepan, para evitar esto. ¿Se sentirá Atenea incómoda ahora?

Cuando nos metemos en la cama, me sonríe y me da las buenas noches. Se duerme enseguida, y yo también. Estamos muy cansados. Ha vuelto a ser un día muy intenso.



- Arriba chicos, es hora de ir a clase. - dice Némesis.

Qué sueño, coño. ¿Cuántas horas habremos dormido? ¿Tres? Me levanto y voy al baño.
Cuando salgo, Némesis me llama a desayunar.

- Haziel, luego ya te vestirás. Primero desayuna, y luego Atenea te curará la herida y podrás vestirte. Por cierto, Luz no se encuentra muy bien, así que hoy se quedará en casa.

- Mierda, ¡la herida! - se me había olvidado. Ayer por la noche no nos acordamos de curarla.

Atenea me mira con preocupación, creo que está pensando lo mismo que yo.

- No me digáis que se os olvidó curarla ayer por la noche. - me mira, y no contesto. Mira a Atenea, no le contesta. - ¡Atenea, se supone que eres la encargada de cuidar su herida! Si se le ha infectado puede ponerse muy enfermo, y lo sabes. ¡Eres una irresponsable! ¿Cómo esperas ser una buena jefa si no eres capaz de cumplir una tarea tan sencilla?

- ¡Yo no quiero ser la jefa, y lo sabes! - le grita Atenea. Es la primera vez que la veo gritar a su madre, que se queda en shock.

- Primero, a mí no vuelvas a gritarme nunca más. Segundo, me importa muy poco lo que quieras. Eres mi hija, y debes ser la siguiente jefa.

- ¿Y por qué no lo es Luz?

- Yo sí quiero ser la jefa, mamá. - dice Luz mientras come lo que parece avena con leche.

- Luz, come y luego vete a descansar. - mira a Atenea de nuevo - Tú eres la mayor, así que es tu responsabilidad, y esta conversación se ha acabado. Daos prisa en desayunar, y revisa bien la herida. Si tienes la más mínima sospecha de que puede estar infectada, id a la curandera.

- Eh, Némesis, hablando de la curandera, ¿cómo está mi madre? - le pregunto.

- Haziel, ya hablaremos de ello durante la comida. Tengo que irme a hacer algo importante. Y, por favor - me mira fijamente - intenta no morir hoy. Es difícil mantenerte vivo.

¿En serio? Pero si yo me tiré al río para salvar a su hija.

- Tranquilo, no se lo tengas en cuenta. Solo está enfadada. Ni siquiera me ha dado un beso de despedida, no es nada personal. - dice Luz. No tiene buena cara.

- Gracias Luz. ¿Qué te pasa? ¿Estás malita? - le pregunto.

- Sí, me duele mucho la barriga y la cabeza. Mamá dice que es mejor que me quede en casa.

- ¿Y está bien que te quedes sola en casa?

- Tranquilo, en un rato vendrá alguien a cuidarla, no estará sola más de quince minutos. Venga, acabemos de desayunar, tengo que curarte la herida. No quiero que por mi culpa te pongas enfermo. - dice Atenea. La alegría y energía que tanto la caracteriza ha desaparecido. La discusión le ha afectado mucho.


Acabamos de desayunar y vamos a la habitación para curar la herida y vestirnos. Luz ya está en la cama, descansando.

- Oye, siento mucho que tu madre te haya regañado por mi culpa.

- No, tranquilo Haziel. No es tu culpa, son cosas que pasan, y mi madre se enfada fácilmente conmigo. Pero tiene razón, puedes ponerte muy enfermo si se infecta la herida. Pero creo que está bien. Voy a ponerte la pomada, túmbate. No quiero que te desmayes y te golpees la cabeza.

Me tumbo, pero esta vez no me desmayo, aunque duele muchísimo. Incluso me salen algunas lágrimas, pero me las seco antes de que Atenea las vea, no quiero parecer débil.
La verdad es que no entiendo esta vergüenza de que alguien me vea llorar, como si un hombre lo tuviera prohibido. Mi madre siempre me dice que los hombres también pueden llorar, pero mi padre... Da igual.

Nos vestimos. Atenea me pilla mirándola de reojo, y me dedica una sonrisa. Yo le guiño un ojo y ella suelta una risita. Joder, ¿por qué he hecho eso? Ahora tengo vergüenza, ¿habré parecido un niñato? Acabo de vestirme rápido, y nos vamos. Me duele la espalda.


Llegamos a la clase. Hoy no estaremos fuera.

- Hola Haziel, ¿cómo estás? Némesis me dijo que te vigilara para que no hagas esfuerzos físicos. Dice que tu instinto de supervivencia brilla por su ausencia, y debo advertirte de que seguramente todas en la aldea te estarán vigilando, así que pórtate bien. Venga, siéntate.

La Isla: InfernumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora