Capítulo 8

16 5 9
                                    

Empezamos a andar. Me gusta que Atenea me coja de la mano, pero es raro. Nadie más lo hace.

-Pst. Si te molesto, te suelto la mano. Pero sé que estás nervioso, y a mí me tranquiliza mucho que mi madre o mi hermana me cojan de la mano -me susurra Atenea.

Solo estaba preocupada por mí, y yo pensando que quería tratarme como su trofeo. Es tan buena persona.

-Muchas gracias Atenea. Me alegro de que estés conmigo -le digo.

Espera, creo que se acaba de sonrojar. ¡Sí, se está sonrojando! ¿Eso es que le gusto? ¿O me estoy haciendo ilusiones basadas en nada?


Estamos caminando hacia la salida de la aldea. ¿Vamos al bosque? ¿No es peligroso? Quizás de día no. Qué calor. Me están sudando las manos. Qué asco, seguro que Atenea lo está notando, pero es lo suficientemente educada como para no decirme nada.

Cada vez oigo más fuerte el sonido del río. Y, al fin, lo veo. Es precioso. No es un río muy ancho, y tiene un pequeño puente para poder atravesarlo. A lo lejos veo unas cataratas y cascadas. Sabía que había oído unas, aunque apenas se aprecia a esta distancia.

-Bien, chicas, y Haziel -todas me miran -, hoy vamos a estudiar las bayas. Debéis prestar mucha atención, ya que si nos equivocamos de baya, podemos acabar con una comida venenosa, o un ungüento que empeore las heridas, por ejemplo. Y acordaos de ir con cuidado de no caer al agua. Bueno, formad grupos de cuatro, por favor.


Y, de repente, se crea el caos. Es la primera vez que oigo tanto ruido en esta isla. Todas empiezan a decir que quieren ir conmigo, menos las chicas que antes me habían mirado con miedo. Esto es lo que pasa cuando mantienes algo como un secreto o como algo prohibido: o bien crea miedo hacia esa cosa, u obsesión en saber más.

Atenea declara que sí o sí, ella va a estar en mi grupo, las demás la llaman egoísta porque ella me va a tener todo el día en su casa (¿cómo si fuera suyo o algo así?), algunas intentan tirar de mí, como si fuera un pedazo de ropa en las rebajas... Un caos, y yo no sé qué hacer. Cada vez sudo más.

La profesora empieza a pedir calma, hasta que acaba dando un grito. Todas paran al instante. Parecen sorprendidas, quizás es la primera vez que la profesora grita así.

-¡¿Pero qué os pasa?! ¡Parecéis unas locas! ¿Qué va a pensar Haziel de nosotras? Me veo obligada a decidir yo misma los grupos.

Sofía me pone en un grupo con Atenea (gracias a Dios), y dos de las chicas que se estaban peleando por mí, que miran a las demás con aires de superioridad. No son tan diferentes de las chicas de mi colegio después de todo.

Todas sacan sus cuadernos, las pinturas y los lápices. Las chicas de mi grupo se ofrecen a compartir su material conmigo, y acepto compartir con Atenea. Ella parece complacida de que la haya elegido.

Empezamos a pasear, buscando bayas de diferentes tipos, y hay muchísimas variedades. Ahora entiendo que hagan tanto hincapié en estudiarlas, esto es un caos.

-Oye Haziel, me llamo Afrodita. Ya sabes, como la Diosa de la belleza -dice una chica rubia de mi grupo, con los ojos azules, mientras se toca el cabello. Es preciosa, incluso más que Atenea. -Si necesitas ayuda, no dudes en pedírmela.

-Y yo soy Eris, y puedo ayudarte en lo que sea, cualquier cosa -dice, haciendo hincapié en la palabra "cualquier".

¿Se me están insinuando?

-Tranquilas, ya me encargo yo de él - dice Atenea. ¿Está celosa? Creo que está apretando los dientes, y estoy seguro de que las está matando con la mirada.

Las otras dos chicas se ríen, y la apartan de un empujón. Cada una de ellas se agarra a uno de mis brazos.

-Vaya, tus brazos son más anchos y fuertes que los nuestros -dice Afrodita.

- ¿Así son los hombres? Me gusta -dice Eris. ¿Están ligando? No es posible, si ellas no saben nada sobre el sexo, relaciones de pareja y ese tipo de cosas, entonces, no pueden sentir atracción, ¿no? ¿O sí?

Giro la cabeza, para mirar a Atenea, y la veo bastante enfadada. Yo quiero estar con ella, pero estas dos no me sueltan. Están locas.


-Toma Haziel, esta baya es muy buena -dice Afrodita, mientras me acerca una baya rosa que acaba de coger de un arbusto. ¿Pretende darme de comer en la boca?

Abro la boca para probar la baya, cuando Atenea le da un manotazo en la mano y la baya cae al suelo.

-¡¿Tú eres tonta o qué te pasa!? -le grita Afrodita. Ay, no, pelea de chicas no.

-¡No, la tonta aquí eres tú! ¡Casi le matas! ¡Esa baya es supervenenosa!

¿Qué? No había pensado en ello, daba por hecho que si me daba algo para comer es que sabía a ciencia cierta que era comestible.

-¡No es cierto, las rosas son buenas y muy dulces! ¡Solo tienes envidia porque quieres dársela tú! -le dice Eris.

- ¡Hay cuatro tipos de bayas rosas, estúpidas! ¡Y estas son VE-NE-NO-SAS! Pero si tan seguras estáis, probadlas primero vosotras mismas.

Silencio. Ambas me sueltan, cogen una baya, y empiezan a pintarla. Supongo que Atenea acaba de salvarme la vida.

-Gracias Atenea -le agradezco.

-Hm, de nada -dice, dándose la vuelta. ¿En serio está enfadada conmigo? ¿Y yo qué he hecho?


Me muero de calor. Ya no puedo más. Me quito el jersey, y me quedo con la camiseta interior. Joder, sigo teniendo calor, esto es manga larga, y está toda sudada, qué asco.

-Puedes quitártela -dice Afrodita.

Me doy la vuelta. Me están mirando.

-No pasa nada, la profesora no te va a regañar. A veces nosotras también lo hacemos - me dice Eris.

No me lo pienso dos veces. Me quito la camiseta, que está toda mojada. Muchísimo mejor.

-Guau, sí que sois diferentes los hombres. ¿Esos son tus abdominales? Me gustan -dice Afrodita guiñándome un ojo. Claramente está ligando conmigo. Aquí no son tan santas como me esperaba.

La cara de Atenea se pone roja de rabia, y se adentra más hacia el bosque. Joder, ¿y ahora qué pasa?

-No te preocupes tanto por ella. Su madre es tan estricta que no sabe nada de nada. No te creas que todas somos tan tontas, algunas sabemos cómo pasarlo bien. Hemos leído libros de nuestras madres. Creen que no sabemos sus escondites. Lo sabemos todo -sigue diciendo Afrodita.

-Y cuando decimos todo, es todo -recalca Eris. -Y otras amigas nuestras también lo saben. Te las podemos presentar. No nos importaría poner en práctica lo que hemos leído.

-No la llaméis tonta nunca más -digo antes de darme la vuelta hacia dónde Atenea se ha ido. Ni me paro a pensar en todo lo que acaban de decirme.

La sigo, y la encuentro sentada en un tronco al lado del río, con los brazos cruzados. Adorable.

-¿Estás disfrutando de la atención? -me dice. Qué gruñona.

-¿Por qué dices eso? No es culpa mía que se estén portando así. Yo prefiero estar contigo.

-Claro, y por eso te has quitado la camiseta cuando ellas te lo han pedido, ¿no? Quieres que te miren, sabes perfectamente que nos causas curiosidad.

-Solo me he quitado la camiseta porque tenía calor, te lo juro.

-Bueno, si me hubieras hecho caso cuando te he dicho que tendrías calor, ahora no tendrías que estar sin camiseta y todo sudado -dice mirándome el cuerpo.

-Bueno, pero no pasa nada, ¿no? Es natural. -O eso dice Némesis.

-Déjalo -dice mientras se levanta.

No sé cómo se las arregla, pero resbala y se cae al agua. ¡Me cago en todo! ¡No sé nadar!


Capítulo 9 Programado - lunes, 9 de septiembre de 2024, 0:00 CEST

La Isla: InfernumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora