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Me preocupaba a cómo reaccionaría a que trepara por su ventana de nuevo, luego de las semanas que estuvimos separados. Una parte de mí se preguntaba si estallaría en uno de sus colapsos. Otra parte se preguntaba si se encontraría bien, y Soyeon simplemente exageró para que viniera.

Camino a su casa, llamé a Jisung y la conversación más o menos fue así.

—Su madre vino...

—La odio.

—No tuvo intención de que esto ocurriera. Le preguntó si iba a contarme primero.

—Hmm. Bien. Me reservo el derecho de volver a examinar mi odio en otro momento.

—Me pintó un retrato de sí mismo. Tiene Te Amo escrito por todas partes.

—¿De verdad?

—Sí. Me dirijo allí ahora.

—Llámame más tarde.

Ni siquiera me molesté en aparcar mi coche al otro lado del vecindario. El cielo se estaba poniendo un poco más oscuro, y sabía que el señor Hwang trabajaba como loco, con horas desquiciadas. Y a pesar de que pude haber tocado la puerta, sentí que tenía que subir a ese enrejado por última vez.

Lo hice, con mi corazón tronando en mis oídos y mis manos temblando por la ansiedad que me ahogaba. Pero una vez que comprobé el pestillo y me di cuenta que la ventana seguía desbloqueada, las lágrimas llenaron mis ojos y tuve que tomar un respiro antes de trepar por ella

Me pregunté si la dejó desbloqueada todo el tiempo sin pensar en ello... o si la comprobaba todas las noches para ver si todavía estaba abierta, en caso que viniera.

De cualquier manera... me hizo sentir horrible.

Trastabillé en la habitación a ciegas, rezándole a Dios una vez más que no rompiera nada mientras intentaba desenredar mis pies de la ventana. Cuando me enderecé, noté que el cuarto de arte se hallaba muy vacío. Todo estaba guardado. Se sentía mal. Extraño. Nunca lo había visto así antes.

Por supuesto, Hyunjin no me había dejado antes, tampoco.

Luego de prepararme por un momento, me acerqué lentamente a la puerta y miré por el pasillo hacia su habitación, notando el suave tintineo de la música filtrándose en el espacio abierto. Vi la iluminación en su habitación cambiar, su sombra apareciendo y desapareciendo con sus pasos.

De acá para allá. Preparándose para irse.

¿O caminaba de un lado a otro?

Ya sin preocupación para elegir el momento oportuno, me acerqué a su puerta abierta y me quedé allí, observándolo mientras movía un pie y luego hacia atrás, con la mirada baja, mientras sus manos comenzaban alcanzar algo y luego se detenía, y repetía el movimiento una y otra vez. Parecía estar muy frustrado.

Golpeé con suavidad su pared, conteniendo la respiración cuando se giró bruscamente y se quedó mirando mi rostro. Simplemente se quedó mirando. Sin decir nada.

—Hola —saludé en voz baja.

Su reacción me sorprendió. En un abrir y cerrar de ojos, se lanzó hacia adelante y envolvió los brazos alrededor de mi cintura, presionándome a la pared y enterrando su cara en mi cuello mientras respiraba profundamente y sacaba todo el aire de mis pulmones.

—Nada funciona —comenzó, con las manos amasando mis costados mientras trataba de nuevo—. Lo intento. Y lo intento. Pero nada funciona. No me puedo concentrar. No puedo... no puedo.

—Lo siento. —Tuve que detenerme—. Pido disculpas por no haber venido a verte más pronto.

—Estabas molesto. Te lastimé. Algo debe haber ocurrido para que te mantuvieras alejado de mí. ¿Verdad? —Su nariz estaba presionada bajo mi oído, y luché contra otra ronda de lágrimas dado que él simplemente no lo entendió del todo. Él pudo haber estado repitiendo las palabras de Soyeon hasta donde sé.

—Te vas.

Su cuerpo se puso rígido, y poco a poco se apartó de mí para mirar sus zapatos. —¿Te gustaría más si me quedara?

—¡No! —Era una mentira. Pero a la vez no—. Esta es una... grandísima... oportunidad para ti. Tienes que ir —sus ojos si dirigieron a los míos por unos segundos—, pero voy a extrañarte mucho durante tu ausencia.

Asintió un poco.

—Tu mamá me entregó mi regalo de cumpleaños. Es maravilloso. Gracias. 

Una triste sonrisa curvó su boca. —Quería que me tuvieras contigo.

El dolor en mi corazón creció mil veces más. —Lo sé. —Presioné mi mano contra su mejilla—. Fue muy considerado. Igual que las palabras que pintaste...

Fue entonces que sus ojos se encontraron con los míos. Aún no estoy seguro qué fue lo que vio en ese momento, pero se sentía como si estuviera mirando más allá de mi rostro y en mi alma.

—Yo pinto la verdad, Felix. 

Mi corazón se detuvo.

—Lo hago... te amo. Si necesitabas que lo dijera antes, debiste habérmelo dicho. Sé lo que significa. —La forma en que lo decía era como si las palabras fueran sacadas por sí mismas de su boca casi dolorosamente, su cara retorciéndose mientras salían de sus labios y frunció el ceño—. Este vacío en mi interior aquí — puso mi mano en su pecho—, significa que te amo. Cuando no estás aquí, no me puedo concentrar. Hay demasiado ruido... Pero mi corazón hace esto cuando estás cerca.

Bajo mi palma, la cadencia errática era más evidente de lo que nunca había notado antes.

—Sueño contigo. Y no me gusta cuando no puedo hablar contigo o verte o tocarte. —Sus ojos se encontraron con los míos de nuevo—. Eso es amor.

Un sollozo salió de mi pecho mientras él reflexionaba sobre ello. —Sí, lo es.

—¿Mi amor te pone triste? —La preocupación apareció en las comisuras de sus ojos.

—No, no estoy triste porque me amas.

—Entonces, ¿por qué lloras?

Tuve que reír un poco. —Porque estoy feliz.

Estaba más confundido. —Pues, eso no tiene sentido. El llanto es de tristeza.

—A veces —me reí más fuerte—, significa felicidad. 

Su cabeza se inclinó un poco mientras pensaba. —Eres más experta en eso que yo.

Lo acerqué más, rodeando su cintura con mis brazos y escuchando su respiración mientras nos quedamos allí, presionados uno contra el otro. Me disculpé, él aceptó y estábamos bien, una vez más. Era lo bello de nosotros. Era lo que era. Sin juegos. Sin pretextos. Sin reproches o culpa por enfrentar las cosas de forma innecesaria.

—¿Me necesitas para ayudarte a terminar de empacar? —le pregunté con mi rostro presionado en la parte delantera de su camiseta gris.

—Prefiero besarte por un rato antes de que tengas que volver a casa. 

Mi sonrisa empezó, y luego vaciló. 

—Olvidé traer mi cepillo de dientes.

Se fue y volvió en menos de cinco segundos, sosteniendo un nuevo cepillo frente a mi rostro. 

—Mi madre compró uno extra para mi viaje.

Una vez más, estaba agradecido con Soyeon por algo.

Observó, como siempre lo hacía, causando que me hiciera una imagen mental de él inclinado contra la pared mientras escupía y me enjuagaba. Y tan rápido como pude llegar a él, estaba en sus brazos.


Love Untold || Hyunlix✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora