—... entonces, llegué a la conclusión de que tal vez necesité una pareja —finalizó Inumaki con lo que llevaba hablando como media hora.
—¿Solo porque todo tu círculo social tiene a alguien?
—Y porque te vas a casar, no me gustaría ir soltero a una boda. A tu boda —señaló el de cabellos blancos desgastados —¿Sabes lo deprimente que es ir a una boda estando solo?
—Pensé que te divertías estando soltero.
—Y lo hago, es divertido y relajante ser solo yo. Pero ahora en cualquier lugar al que voy siempre hay parejas, mis amigos tienen novios, novias, y tú te vas a casar.
—Deja de recordarme eso —se quejó Megumi.
—Nunca, te lo voy a repetir hasta que se me pase el coraje que tengo, porque me enteré por una revista que Sukuna te dio el anillo, no por ti, por una revista.
—Quería decírtelo en persona, pero estuvimos ocupados.
—Lo sé, por cierto, en tu boda, ¿me prefieres con el cabello natural o teñido?
—Natural, siento que si te tiñes una vez más quedarás calvo.
Inumaki negó aquello diciendo que no lo haría, ya que siempre iba con su estilista de confianza y utilizaba los productos de confianza, así que no hay posibilidad de quedar pelón. La plática se extendió demasiado, al punto en que dejaron de hablar sobre la boda y el cabello de Toge. Ambos comían mientras Megumi escuchaba cómo su amigo hablaba con ilusión sobre su mayor meta en un futuro no tan corto: un restaurante.
Desde que se conocieron, el príncipe siempre supo que su amigo amaba la cocina. De hecho, en aquella feria de las fresas cinco años atrás, la primera a la que Megumi se presentó, el poste más rico que había probado fue hecho por Toge, quien en ese momento, se sentía ansioso porque era la primera vez que alguien ajeno a su familia probaba algo hecho por el mismo y para agregarle más presión, era el príncipe.
Aquella tarde en que el príncipe miró que los ojos amatistas de Toge estaban llenos de nervios y ansiedad, la forma en que se relajaron y llenaron de emoción al escuchar que aquel pie de mango y frutos rojos era lo mejor que había probado en toda la feria. Fue la misma tarde en que Megumi Fushiguro, príncipe de Espile, tuvo su primer amigo real.
Y hasta el momento, había sido el único.
Claro, dejando de lado a Eros, porque Eros no podía hablar ni contarle chistes tontos o traerle un postre nuevo con el que estuvo semanas perfeccionando la receta.
—Siento que algo se me está olvidando —se dice a sí mismo el platinado.
Ahora ambos amigos estaban de camino al jardín, porque ambos estaban de acuerdo en que era una de las zonas más pacíficas de todo el lugar.
—¿Un postre?
—De hecho, sí. Ve tú al jardín y voy por el postre que traje para que pruebes.
Dicho aquello, Inumaki se fue corriendo por los pasillos. El rubio sabía que no debía correr, pero tenía algo como inmunidad dentro del palacio —y en todo el reino —, solo por ser amigo íntimo de Megumi.
El príncipe heredero continuó su camino mirando con aburrimiento el techo, hacía ese recorrido tantas veces que realmente a no encontraba interesante nada. Las pinturas en el techo las tenía grabadas en su mayoría y, porque por más buscara alguno nuevo, sabía que no lo encontraría nunca.
Antes de salir al jardín, alguien pasó corriendo detrás de él, haciéndolo brincar del susto. Al darse vuelta, miró la espalda de Sukuna, quien iba casi tropezando con sus pies mientras se alejaba tan rápido que ni siquiera pudo preguntar qué pasaba. Aunque luego comprendió todo cuando Eros pasó corriendo y ladrando. Era algo que pasaba tan seguido que ya le parecía normal.
«Mi hijo se olvidó de mí», pensó Fushiguro después de que su cachorro siquiera se detuviera a verlo o ladrarle.
─── ⋆⋅ ♔ ⋅⋆ ───
—Por cierto, serás mi padrino —anuncia el príncipe a su amigo.
Inumaki al escuchar, se quedó congelado con la mano en el aire y la boca abierta, ya que estaba por comer una tartaleta de frambuesa que había hecho para llevarle a Megumi.
—¿Quieres que sea tu padrino? —balbucea Toge, entre sorprendido y emocionado.
Fushiguro solo da un asentimiento y eso es más que suficiente para que el rubio se lance sobre él para abrazarlo con todas sus fuerzas mientras chilla emocionado.
—Espero que esto sea porque en serio quieres que sea alguien tan importante en tu boda y no porque quieres que me estrese contigo.
—¿Y si te digo que es un poco de esto y un poco de aquello?
—Entonces daré el peor discurso de todos —amenaza el rubio mientras termina el abrazo y sostiene por los hombros al príncipe heredero —. Daré un discurso que te ponga en vergüenza y seas el objeto de burla de todo el mundo, incluso te prohibirán la entrada a Galiums.
—Pero es como si ya tuviera la entrada denegada, nunca he ido y las cosas siguen tensas, ni siquiera mi madre ha puesto un pie ahí.
—Bueno, pero ahora será oficial. En los puertos y aeropuertos tendrán una foto tuya con gran símbolo de prohibido.
—Si yo voy a estar vetado de algún lugar, entonces tú también, acuérdate que tú —el príncipe señaló a su amigo y luego a él mismo —y yo, somos un solo corazón.
Toge rodó los ojos con diversión al escuchar aquella frasecita que se había convertido en la favorita del príncipe para referirse a ellos. Le daba risa cómo podía trabajar la mente de Megumi algunas veces, porque para no decir algo tan empalagoso como "eres como mi hermano" o alguna cosa de ese estilo, el príncipe heredero utilizaba la frase, un meme que miro hace años.
—Yo también te amo mucho, Megu.
Ambos se quedaron en un cómodo silencio mientras comían tartaletas de frambuesa y miraban videos en el celular del rubio, hasta que este mismo inhaló ruidosamente asustando al príncipe
—Hagamos una pijamada. Hace tiempo no me quedo a dormir y extraño pelear con almohadas y fingir que te leo las cartas.
—Voy a pedir que desempolven la sala de cine.
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Sparks Fly | Sukufushi
Hayran KurguEl heredero al trono de Espile tiene que casarse, no sabe con quién, pero debe hacerlo y la corte le ha dado tres meses para conseguir un esposo y la única persona a la que se considera apta para tomar el papel de su esposo es Sukuna, el príncipe de...