Días después de instalarnos en la cabaña se acercaba la noche de Luna llena. Esa era la noche en la que debía comenzar los rituales para aumentar mi poder, para aprender a controlarlos y para aprender a canalizar dicho poder.
Era plenamente consciente de que si no lo hacía de la forma correcta podría ser peligroso, tanto para mí como para Vaelorn que conociéndolo no se despegaría demasiado de mi lado.
Pero en cierto modo, sabía que lograría controlar ese miedo antes de que llegase la tan ansiada noche y que todo saldría bien. Por suerte aún faltaban una noche más, lo que me dejaba unas horas para descansar y despejar la mente antes de comenzar.
Salí al porche a buscar a Vaelorn para llevarle el desayuno, fue fácil localizarle estaba allí en mitad del jardín al que daba el porche entrenando con la espada como había estado haciendo desde que llegamos allí el primer día. No necesité llamarle ni hacerme notar en forma alguna, todavía no entendía cómo funcionaba, pero él siempre me percibía incluso antes de que apareciese por cualquier ángulo, él siempre sabía por dónde iba a llegar y en qué momento iba a hacerlo.
Mientras esperaba a que Vaelorn terminase su entrenamiento matutino, coloqué la bandeja con el desayuno para ambos en la mesa que había en el porche y me dediqué a preparar algunas flechas para cuando me hiciesen falta. Mejor tenerlas a mano y no echarlas en falta cuando llegase el momento.
Una media hora más tarde aproximadamente Vaelorn había terminado y tras guardar sus espadas en sus respectivas vainas vino a sentarse a mi lado para desayunar juntos.
El desayuno de hoy se componía de tortitas con miel y frutos del bosque y un buen café bien cargado. Desayunamos tranquilos mientras hablábamos de cómo serían los días ahora que empezarían los rituales. Tras desayunar recogimos los platos y mientras él se aseaba yo limpié los trastos. Unos minutos más tarde reapareció trayendo algo en las manos.
- Althaea esto es para tí, lo he estado preparando para que te facilite las cosas de ahora en adelante. - Dijo Vaelorn con una sonrisa tímida en el rostro.
- Espera ¿Qué? ¿Para mí? - Pregunté con la voz llena de incredulidad.
Abrí aquel paquete bien envuelto y lo que había en su interior no era otra cosa más que un libro, pero no uno cualquiera por lo que podía ver.
¡Lo había escrito Vaelorn de su puño y letra!. No era capaz de salir de mi incredulidad ante aquél regalo tan precioso y bien pensado.
- ¿Te gusta? - Preguntó Vaelorn un tanto nervioso.
- ¿Que si me gusta?. No, no me gusta, me encanta. - Le dije con una sonrisa de pura felicidad en el rostro. - Es increíble, ¿Lo has escrito para mí?, ¿De verdad?. - Pregunté todavía atontada.
- Lo he estado escribiendo desde hace unos años. Para ser exactos desde el día que me dijeron que sería tu Guardián, sabía que estabas en el reino humano y me imaginaba que no sabrías grandes cosas sobre nuestro pueblo, la guerra y demás. También sabía que con contártelo todo cuando quisieras saber algo no bastaría, por lo que decidí escribirte toda nuestra historia. - Comentó Vaelorn sonriente.
- Por los Dioses olvidados, pero esto es un regalazo, te habrá tomado años acabarlo. - Le dije sorprendida ante aquella revelación.
- Si bueno, eso no es todo lo que tiene. - Dijo él riendo. - Si lo abres por la mitad donde está la marca, verás que hay hechizos que pueden serte útiles en algún momento. Hablé con las brujas más antiguas del Aquelarre de tu madre para contarles que estaba preparando el libro para ti y no tuvieron problemas en ayudarme a completarlo. - Continuó él con una sonrisa que le llenaba el rostro.
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La Princesa de Plata [La Princesa de las Tres Coronas 1]
FantasíaAlthaea Alcarindel es una joven que vive en un pueblo y a la que le encanta leer, pero está a punto de descubrir que su vida no es lo que ella esperaba, mucho menos lo que ha estado viviendo hasta el momento. Le esperan aventuras que cree que solo e...