Con cada día que pasaba visitando la ciudad y a su gente, más me ganaba su confianza. Los niños nos esperaban todos los días a las puertas del castillo para acompañarnos en nuestros paseos diarios por la Ciudad, a veces incluso traían pequeños detalles para ambos.
Los adultos tampoco se quedaban atrás, siempre tenían buenos gestos y buenas palabras para nosotros cuando pasábamos por alguna tienda.
Había empezado a sentir Kaelar como mi lugar, mi sitio, donde siempre debí estar. Vaelorn tenía mucho que ver en eso pese a que él lo negase constantemente.
Era agradable salir por las mañanas temprano cuando la Ciudad recién despertaba y ayudar a los habitantes con sus tareas cuando veía que estaban muy ocupados y que necesitaban una ayuda extra.
Algunos de ellos intentaban rechazar la ayuda educadamente quizá porque pensaban que pediría algo a cambio, pero poco a poco se dieron cuenta de que nunca pedía nada a cambio, les ayudaba porque quería hacerlo, porque era mi forma de decirles "Estoy aquí ahora, para cuidar de mi gente y haré lo que sea necesario".
- Te has ganado los corazones de nuestra gente y eso que no has pasado mucho tiempo aquí. - Comentó Vaelorn con una sonrisa dulce mirándome a los ojos.
- Supongo que nadie en ese maldito castillo ha salido nunca de esas paredes y se ha puesto a hacer lo que he hecho yo con tu ayuda. - Respondí mirando al castillo con el desagrado pintado en el rostro.
- Podemos decir que eres la primera en generaciones que lo ha hecho, cosa que el pueblo ha valorado bastante. Para ellos que un miembro de la Familia Real se interese en su estado, sus aficiones, sus necesidades, no es algo que haya hecho nadie de ese castillo en mucho tiempo. - Contestó Vaelorn apenado.
- Pues de ahora en adelante, me aseguraré de que nuestra gente se sienta escuchada y valorada como les corresponde, ya es hora de que alguien cambie las cosas en ese castillo. - Respondí con seguridad mirándole con una sonrisa.
- Eso supondrá muchos cambios en el castillo y ambos sabemos de alguien a quien no le van a gustar dichos cambios. - Dijo Vaelorn riendo con suavidad.
- No tiene más remedio que aceptar dichos cambios, soy su hija y no he vuelto a este mundo para agachar la cabeza y hacer lo que a ella le guste. He vuelto para sanar a nuestro pueblo y poner una solución a esta guerra que ya dura demasiado. - Dije devolviéndole la sonrisa.
- Esa es MI Reina y pronto serás la de todo el pueblo si sigues haciendo las cosas así. - Contestó Vaelorn mirándome con orgullo.
- Que los Dioses olvidados te oigan Mi amor, este Reino necesita una Reina de verdad y un Rey digno que le haga compañía. - Respondí guiñándole el ojo con una sonrisa pícara.
Fue entonces que Alpha hizo su aparición después de haber pasado dos días recorriendo los bosques los Dioses saben con qué motivo, pero al menos había regresado a mí sano y salvo y eso me bastaba por ahora. Se quedó con nosotros el resto del día hasta que regresamos a Palacio.
- Althaea, Vaelorn, nos vemos en la cena, debo ir a hablar con sus Majestades de un asunto acuciante. - Dijo Alpha con un tono que indicaba a todas luces una disculpa.
- Está bien, pero cuando acabe la cena y regresemos a nuestros aposentos vas a tener que contarme de qué va todo esto. - Contesté con los ojos fijos en él sin dejar espacio al reproche.
- Es lo justo, ya que llevo días ausentándome de vuestro lado. - Respondió Alpha agachando la cabeza.
- En ese caso ve al Salón del Trono, deberían estar esperándote ya. - Dije asintiendo a su disculpa silenciosa.
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La Princesa de Plata [La Princesa de las Tres Coronas 1]
FantasiAlthaea Alcarindel es una joven que vive en un pueblo y a la que le encanta leer, pero está a punto de descubrir que su vida no es lo que ella esperaba, mucho menos lo que ha estado viviendo hasta el momento. Le esperan aventuras que cree que solo e...