Capítulo 16 ¡No le hagas daño, por favor!
Eva no podía estar tranquila, caminaba de un lado a otro con nerviosismo, creía que si seguía caminando un poco más a ese ritmo le haría un hueco al piso.
Si su padre y Dorian pensaban que iba a quedarse esperando de brazos cruzados en
la acribillada suite del hotel, o eran arrogantes o estaban locos.
No podía simplemente sentarse y quedarse quieta. Lo único que tenía en mente era la posibilidad de que Dorian estuviera dirigiéndose hacia una trampa y que le tendieran una
Emboscada. Si un hombre como Luninch había asesinado al hermano de Dorian, ¿Quién decía que no podía matarlo a él de un disparo?
Necesitaba a alguien que lo respaldara. Tenía que ser alguien que Luninch nunca se esperara.
Como ella, Eva.
Miró fijamente la mesilla de noche. Su padre había pedido somníferos y una agradable jarra con chocolate caliente para ella. Había dicho que era para ayudarla a calmarse. Ella lo conocía bien. Estaba intentando dejarla inconsciente.
Mirando pensativa las dos pastillas puestas inofensivamente sobre la superficie de la mesa, se preguntó con cuánta rapidez tendría efecto, preferiblemente en alguien como Víctor. Bueno Él era un hombre bastante grande.
Evidentemente, no quería matarlo, pero necesitaba que se durmiera cuanto antes.
Se aproximó a grandes zancadas a la mesilla, cogió el frasco de pastillas y lo giró sobre las palmas de las manos. Conocía la prescripción porque las tenía en casa. Normalmente la hacían dormir bastante rápido y la mantenían así toda la noche.
«Me pregunto…».
Llenó rápidamente dos tazas del humeante chocolate caliente y echó dos pastillas en la roja. Utilizó un mezclador para mover el medicamento hasta que se disolvió. Entonces, dio un profundo respiro intentando pensar en cosas positivas.
― ¡Víctor! ―gritó.
Su guardaespaldas abrió la puerta de la habitación con una expresión amarga en la cara. Si él ya había estado molesto con ella antes, probablemente ahora la odiaba, después de que lo hubiera engañado. No podía culparlo por su actitud. Ella era un objetivo horrible al que vigilar. No es que hiciera el trabajo del hombre mucho más difícil intencionadamente, pero no soportaba estar encerrada todo el tiempo como una princesa en una torre de oro.
―Si piensas que te vas a ir, más te vale pensártelo otra vez ―dijo él con un gruñido― Si me das un problema más, tendré permiso para esposarte a las cañerías.
―Vamos hombre, relájate. ―ella le señaló las tazas―. Sólo iba a preguntarte si querías una taza de chocolate conmigo ―Era pan comido. A Víctor le encantaba el chocolate caliente, pero ella podía hacer la oferta aún más atractiva. Le dirigió una sonrisa conciliadora―. Te echo un chupito de vodka.
Cogiendo deliberadamente la botella de vodka de la mesilla, vertió una generosa cantidad en la taza roja. Como mínimo, el alcohol eliminaría cualquier sabor a los somníferos. Le tendió la taza e intentó parecer amable.
― ¿Me estás ofreciendo chocolate caliente? ―parecía confuso.
Ella señaló la taza.
―Claro, es lo menos que puedo hacer después de todos los problemas que te he causado.
El hombre dio un gran trago de la bebida caliente, cerrando los ojos y disfrutando del sabor. Eva se encogió, en parte al imaginar lo que para ella era un sabor desagradable y también por lo que estaba a punto de hacer.
Intentando mostrarse todo lo tranquila que pudo, cogió la botella de vodka. La agarró por el cuello y esperó a que Víctor tomara otro vaso.
Cuando cerró los ojos, le golpeó rápidamente. La fina botella hizo un ruido fuerte contra la base de su cabeza. Ella hizo una mueca de dolor, sintiéndose mal cuando los ojos se le volvieron hacia atrás antes de que cayera desplomado al suelo.
―Lo siento ―murmuró.
Esta vez realmente sentía ponerle las cosas tan difíciles. Ese hombre realmente necesitaba buscar otro tipo de trabajo.
Pensó en intentar mover a ese gran hombre a la cama o algo así, pero supuso que sólo acabaría haciéndole más daño. En lugar de eso, cogió una almohada y una manta de la cama e intentó ponerlo más cómodo.
Con el corazón latiéndole con fuerza, Eva se puso unos zapatos y una chaqueta. Agarro su bolso y se dirigió hacia la puerta. Fue entonces cuando se le ocurrió. Víctor tenía una pistola. Podría resultarle útil si pasaba algo. No es que ella fuera precisamente una experta, pero había aprendido algunas técnicas a lo largo de los años.
Eva se agachó al lado de su guardaespaldas, metió la mano con cuidado por debajo de su chaqueta y se hizo con su pistola semiautomática.
Comprobó que el seguro estuviera puesto y la metió en el bolso. Se pasó la tira del bolso por el hombro y se dirigió a la puerta de la habitación.
El lugar estaba tranquilo y vacío. El resto de los hombres de su padre habían sido enviados a investigar sobre el reciente ataque y a limpiar todo ese desastre.
Eva abrió con cuidado las puertas principales. Estaban casi destrozadas por los disparos. Todo el lugar parecía un campo de batalla. Pensar que Dorian estuviera metiéndose en una emboscada como esa le hizo sentir náuseas en el estómago. No podía perderlo. Ahora no.
Anna recorrió el pasillo con sigilo hasta la escalera más próxima. Cuando llego suspiro aliviada. Lo único que necesitaba hacer era bajar algunos escalones y tomar un taxi hacia la casa de los Romanov.
Aunque ella no sabía mucho donde quedaba exactamente, pero sin duda un taxista sabría algo. No podía haber muchas familias mafiosas en una de las zonas más caras de Moscú.
―Hola, Eva ―Una voz masculina y grave surgió de entre las sombras―. Es un lindo detalle por tu parte ahorrarme la molestia de tener que ir a por ti.
El corazón casi le dejó de latir.
―Luninch ―susurró.
―Me parece muy divertido que me haya convertido en una leyenda ―Parecía complacido―. Especialmente teniendo en cuenta que tú y yo siempre hemos tenido un acuerdo formal entre nosotros. Tú te apartas de mi camino y yo me callo tus escapadas nocturnas a esas ridículas inauguraciones de galerías y muestras de arte. En serio, no tienes ni pizca de sentido común en esa preciosa cabecita.
―Y tú los únicos pensamientos que tienes están relacionados con ganar un poder que no te mereces.
Habló sin pensar en las consecuencias. Una vez pronunció esas palabras, tomó aire y esperó su respuesta.
Desde un punto de vista físico, Luninch era muy apropiado para una vida en la sombra. No había nada destacable en él. Era de altura y complexión normales con los ojos y el pelo marrones. Se habría olvidado de él en un día si no fuera por todas las cosas horribles que había hecho.
Él entrecerró los ojos y plegó la solapa de su chaqueta para mostrarle que llevaba un arma.
―Da igual lo que puedas pensar de los motivos que tuve en el pasado, ahora estás a mi merced. ¿Nos vamos?
Eva pensó en la pistola que le había quitado a su guardaespaldas y que había metido en el bolso. Por ahora no hacía falta mostrar todas sus cartas. Si Luninch hubiera querido matarla, ya lo habría hecho. Al parecer tenía otra cosa en mente.
…