17.1

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Capítulo 17.1

― ¡Imbéciles! ―gritó Luninch―. ¡Mátenlos ya!

― ¡Ni se les ocurra! ―el grito de Eva fue tal que le dolió el pecho y la garganta. Pero bueno, estaba nerviosa y furiosa―. ¡Más les vale que se larguen de esta puta casa, o le pego un tiro en la cabeza al pendejo de su jefe!

Dorian  no sabía si sonreír o si maldecir ante el arrebato de Eva. Echó un vistazo desde donde estaba y la vio apuntando a Luninch a la cara. No iba a negar que no lo ponía duro verla en esa faceta tan… aguerrida, pero no era el momento ni el lugar para pensar con… bueno con la polla. El traidor por partida doble extendió las manos a ambos lados de su cuerpo. La sangre le empapaba el pie y se veía un rastro por donde había intentado arrastrarse. Era un completo miserable.

― ¡Dispárenle ya! ¿Qué esperan? ―gritó Luninch molesto.

Dorian vio que los hombres de la planta de arriba se movían con inquietud. Evidentemente se habían dado cuenta de que Eva fácilmente podía pegarle un tiro a su nuevo jefe en la cara antes de que ninguno de ellos pudiera tan siquiera disparar. Era obvio que no querían quedar abandonados a su suerte.

Dorian parpadeo varias veces para reponerse  y se asomó por el otro lado de donde estaba resguardado. Sólo unos metros más allá, si padre, Domenic estaba  con una pistola en la mano y  en un charco de sangre esparcido alrededor de su cuerpo.

La angustia y la incertidumbre embargaron a Dorian. Era una completa mierda porque No tenía forma de saber si su padre estaba vivo o muerto y ese no era el momento de descubrirlo. Lo único que importaba era acabar ese enfrentamiento antes de que su mujer resultara herida.

Dorian se acostó boca abajo y utilizó los codos para arrastrarse hasta donde había caído su padre. Agarro la pistola y rodó sobre su espalda con la agilidad que lo caracterizaba y apunto  hacia la  planta alta y disparo con precisión.

Los hombres gritaban de dolor por las balas que parecían venir del mismísimo infierno.

Esos gritos de dolor eran como música para sus oídos.

Cagados como la mierda, retrocedieron por el pasillo, para salir por la puerta trasera.

― ¡Cobardes! ―gritó Luninch―. ¡Vuelvan aquí inútiles!

―No te muevas o te meto una bala en la cabeza desgraciado. ―La voz de Eva sonaba temblorosa pero aun así no dejaba de apuntarle al hombre que tenía frente a ella―. ¿Dorian? ¿Dónde estás?

Dorian se puso de pie y  caminó hacia el centro de la sala y se puso de frente a Luninch y a Eva. Dorian sabía que su mujer estaba a un suspiro de colapsar. Parecía un corderito Estaba temblando. Dorian  abrió la boca para decirle que podía apartarse cuando Luninch actuó.

En un movimiento con su pie sano se movió empujando a Eva hacia Dorian haciendo que la pistola saliera volando cuando sus brazos se movieron buscando equilibrio.

Dorian la sostuvo entre sus brazos mientras rodaban por el suelo. En cuanto el toco el duro piso, oyó cómo el arma de Eva golpeaba la sólida superficie y se disparaba.

La bala rebotó en una columna y pasó volando al lado de la cabeza de Dorian. Sintió un dolor punzante en el cuero cabelludo cuando le rozó y le agitó el pelo antes de hundirse en la pared trasera. Era como si la misma muerte le hubiera sonreído.

Se le agolparon los pensamientos mientras intentaba centrarse en el problema que tenían entre manos.

«Luninch»

Dorian se hizo con su propia arma y rodó en la otra dirección, intentando encontrar al miserable de Luninch. Se oyó cómo la puerta principal se cerraba de golpe y supo que el falso traidor había huido de la casa.

― ¡Dios mío, Dorian! ―lloriqueó Eva―. ¡Estás sangrando! Te sangra la cabeza. ¡Ay, Dios! ¡Ay, Dios!

―Tranquila, cariño ―susurró Dorian. Dejó caer la pistola y la rodeó con los brazos. Estoy bien, sólo superficial, pero tengo que ver cómo está mi padre.

―Le han disparado sus hombres. ―La voz de Eva impactada―. Le han disparado sus propios hombres.

―Ya no eran sus hombres. ―Dorian se acercó al cuerpo de su padre.

Prácticamente ya sabía que Domenic estaba muerto casi con toda seguridad.

Yacía inmóvil como la muerte. Dorian  le puso boca arriba con cuidado―. ¿Padre? Carraspeo tratando de controlar el temblor en su voz.

―Dorian ―murmuro Domenic  con voz ronca―. Al menos no te he perdido a ti.

Tomó la mano de su padre.

El hombre estaba realmente agradecido de que su hijo no hubiera muerto.

―No, estoy aquí.

―Escoge otra vida, hijo. ―Domenic apretó con debilidad los dedos de Dorian―. Toma a tu hermosa mujer  y comienza una nueva vida lejos de aquí.

El hombre cerró los ojos y Dorian respiro con pesadez.

Dorian besó a su padre Domenic en la frente con suavidad.

Afuera se escuchaban voces lejanas como murmullos.

― ¿Murió? ―preguntó Eva en voz baja.

―Sí. ―Dorian se esforzó en ponerse de pie―. Tenemos que irnos de aquí.

Eva echó un vistazo a su alrededor, contemplando la escena de violencia.

― ¿No tenemos que quedarnos para explicar las cosas? En este barrio, seguro que alguien habrá llamado a la policía.

Dorian sonrió, pero la sonrisa no le llegó a los ojos. Se le pasó por la cabeza el extraño pensamiento de que al menos aún era capaz de sonreír.

―Tenemos que estar en cualquier lugar menos en este cuando llegue la policía, pequeña.

Lo más seguro era que de seguro ya estaban afuera y era momento de salir aunque le hubiera gustado no dejar a su padre en ese lugar. No había más que hacer

―Oh, está bien…

Su inocencia era realmente adorable. Eso era lo que Dorian juraba proteger. No quería que cambiara nunca. Su Eva era perfecta tal y como era.



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