Cuatro años 2/4

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Aunque para muchos visitar Madrid en aquella época del año en donde el invierno y la nieve le daban a la ciudad un aire mágico, casi místico, podría parecer un sueño hecho realidad, para Bosco era más bien una de sus más frecuentes pesadillas.

Odiaba Madrid con todas sus fuerzas; nunca le había gustado mucho Europa, o al menos no los países más tradicionales para visitar como turista; Bosco siempre había preferido lugares menos ortodoxos y mucho más exóticos para hacer sus viajes junto a su familia. Sin embargo, desde hace cuatro años, ese ligero rechazo que sentía hacia España se convirtió en un odio jurado; no había país que Bosco odiara más que aquel que había conquistado México hace varios siglos y, por supuesto, no había ciudad en el mundo que le provocara más rechazo que Madrid en específico.

La razón era tan obvia que Bosco ni siquiera se esforzaba en mentirse; además, desde hace un par de años Bosco había sufrido una especie de revelación divina que lo hacía ser menos cohibido con sus sentimientos; antes, los ocultaba bajo llave y solamente los dejaba salir cuando aquel cajón se llenaba y ya no cabía ahí una sola emoción más; en cambio ahora, Bosco no se guardaba un solo pensamiento para él solo; expresaba sus emociones a diestra y siniestra, sin importarle si los demás podían juzgarlo o criticarlo.

Desde que Bosco había comenzado a actuar haciéndole más caso al corazón y menos a la mente, había notado cómo se sentía mucho más liviano; como si el peso de lo que callaba hubiera sido una piedra que él había cargado durante años, haciéndolo mucho más voluble, mucho más irritable a cualquier acción o comentario de los demás.

Sin embargo, habían momentos en la vida en los que uno, por más expresivo que fuera, debía tragarse sus comentarios y seguir adelante con lo que se tenía que hacer; un ejemplo perfecto de eso fue el día en el que Bosco se enteró que el próximo torneo internacional de esgrima, en el que él y Andrés, su compañero, representarían a México, sería nada más y nada menos que en Madrid, la ciudad que encabezaba su lista de lugares no gratos en el mundo.

Su primer impulso fue negarse a participar; nadie podía obligarlo y había personas en el equipo de esgrima lo bastante cercanas a él en talento como para poder sustituirlo sin afectar al equipo. Sin embargo, Bosco siempre había sido un rebelde, un retador: se sentía casi físicamente enfermo al imaginar los rostros de su familia y de sus amigos al escucharlo decir que no iría a Madrid a la competencia; todos lo mirarían con lástima, sintiendo pena por él al pensar que aún no superaba a una persona que había salido de su vida hace casi cuatro años.

Y Bosco sabía que, en efecto, no lo había superado del todo por más esfuerzos que había hecho, pero eso era algo que no pensaba admitir ni bajo tortura, especialmente porque Bosco había tenido ya un par de novios, y admitir que no había superado a su primer gran amor sería como admitir que no se había tomado esas relaciones enserio; que no había dado todo de sí a que aquello funcionara, especialmente con Dani, su más reciente ex novio, con quien había durado casi un año y con el que no había terminado hace más de dos meses.

Bosco había creído que Dani era la persona perfecta para, por fin, dejar atrás aquella relación tan idílica que tuvo en su adolescencia con aquel chico de rizos perfectos y sonrisa deslumbrante a quien Bosco no nombraba ni con el pensamiento; no obstante, cuando estaban a punto de cumplir un año y Daniel le propuso mudarse juntos, Bosco se dio cuenta de que no se veía con el chico a futuro, construyendo una vida juntos, por lo que, a pesar de quererlo con todo su corazón, decidió dejarlo ir: Dani merecía encontrar a alguien que no tuviera el corazón semi ocupado por un fantasma del pasado.

Sin embargo, Bosco sabía que Daniel aún seguía muy enamorado de él y habían mantenido encuentros íntimos un par de veces después de que terminaran su relación: Bosco se había sentido culpable después de aceptar aquello, pero, aunque no amaba a Daniel, si lo quería y, sobretodo, si lo deseaba; le gustaba mucho físicamente, por lo que se dejó envolver en las palabras decididas del chico de que aquello no tenía porqué significar nada más que un desahogo entre amigos.

Sobre el amor|| Bospa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora