Sobre el amor|| Bospa

Malas decisiones

La habitación estaba llena de colores, sonidos y olores que le estaban produciendo un dolor de cabeza tan fuerte, que sentía que le estallaría en cada momento.

Los gritos de los chicos que jugaban beer pong en la cocina, se mezclaban con las exclamaciones de ánimo que se escuchaban en el patio, alentando a la gente a saltar a la alberca con la ropa puesta para pasar no sabía cual desafió.

Pedro Pablo se preguntó qué demonios estaba haciendo ahí, si sabía que aquel no era precisamente su ideal de diversión para un jueves por la noche; al día siguiente tenía clases, por lo que desvelarse no era una opción, si a eso le sumaba que a él no le gustaba tomar, ni mucho menos fumar o consumir alguna de la sustancias que rondaban por aquella habitación, la idea de haber ido a aquella fiesta le parecía cada vez más tonta; solo lo había hecho a petición de su hermano, quien lo había abandonado con bastante rapidez para irse con su novia y los amigos de esta.

En ese momento, Pedro Pablo vio como su hermano se besaba frente a todos con una chica que no era Gala, todo mientras su novia, la misma Gala, aplaudía la escena; los silbidos y los gritos no se hacían esperar; el rizado suponía que era una especie de reto, o tal vez de castigo, por haber perdido esa ronda del juego.

El rizado sonrió ligeramente, dándose cuenta de que el alcohol tenía un efecto curioso en las personas que lo consumían; los provocaba, los seducía y los envalentonaba a hacer cosas que, en sus cinco sentidos, jamás hubieran hecho.  Pedro Pablo siempre había sido muy consiente de que la embriaguez no te hacía hacer cosas que jamás hubieras querido hacer, sino todo lo contrario; te daba la valentía para hacerlas.

Él no había tomado una sola gota de alcohol aquella noche, pues quería ser capaz de recordar los sucesos de aquella fiesta para poder ayudar a su hermano y a Gala a poder recordar todo lo que estaban haciendo: el beso de Salomón con esa desconocida, el baile sin blusa que Gala había hecho arriba de una mesa mientras dejaba que otro chico la tocara sin ningún pudor, el beso de tres que su hermano y Gala habían compartido con una desconocida...

Él solo observaba lo que sucedía, sin intentar sumergirse en la fiesta, en el descontrol.

Pedro Pablo sintió sed, por lo que fue a la cocina a buscar algo para beber; algo que, de preferencia, no tuviera una sola gota de alcohol.

Al entrar ahí, vio una escena que tendría que fingir jamás haber visto, pues estaba seguro de que, si se sabía, podría provocar un tremendo escándalo para la familia Villa de Cortes, quienes, de por sí, ya tenían muchos problemas.

Vio a Bosco, uno de los hermanos menores de Gala, inclinado sobre la mesa, inhalando una línea de lo que parecía ser cocaina junto a otros tres chicos, quienes lo animaban a continuar. Al escuchar el sonido de la puerta abrirse, Bosco dejó de inhalar, poniéndose completamente rojo al sentirse descubierto.

Su relación con Bosco era nula; lo había visto un par de veces en algunos eventos de la familia, pero el chico jamás estaba en la mansión cuando los Roble acudían de visita; todos sabían que Bosco no aprobaba la relación de su papá con la tía de Pedro Pablo, y, por lo que Gala decía, prefería evitar el contacto con ellos más de lo necesario para no ser grosero; al parecer el chico se conocía muy bien y sabía que, de estar presente, terminaría siendo bastante maleducado con ellos, quienes pensaba, según Gala, que no tenían la culpa de nada.

-Perdón, no sabía que estaban ocupados- se disculpó Pedro Pablo sin hacer contacto visual con nadie, saliendo de la cocina con tanta rapidez como con la que había entrado.

Pedro Pablo salió huyendo de la casa, caminando hacia el jardín de la mansión, en donde se alejó un poco de todos los invitados que reían mientras bebían y consumían otras sustancias, para encontrar un poco de silencio, un poco de paz, bajo la sombra y el cobijo de uno de los enormes árboles de aquel jardín, y poder respirar tranquilo sin sentir el peso de lo que acababa de presenciar.