Cuando Bosco entró al departamento de Pedro Pablo, no pudo evitar voltear en todas direcciones para satisfacer su curiosidad con respecto al departamento de Pedro Pablo; en el fondo, en muchas ocasiones no había podido evitar dejar volar su imaginación para pensar en cómo sería el hogar de Pedro Pablo en Madrid.
El apartamento era un poco más pequeño que el de Marco: tenía dos habitaciones en lugar de tres, pero, por lo demás, resultaba bastante confortable; los colores eran sobrios, las paredes eran grises con acabados azul marino y la decoración era minimalista.
Bosco odiaba ese apartamento.
Más que un hogar, ese lugar parecía la sala de espera de un consultorio dental: no pegaba nada con la imagen de Pedro Pablo, o al menos, con la imagen de Pedro Pablo que él recordaba, con quien él había conocido. Todo en ese apartamento era tan impersonal, fácilmente pudo haberle pertenecido a cualquier persona en el universo.
Cuando imaginaba el hogar de Pedro Pablo en Madrid, Bosco siempre había visualizado un apartamento de ese tamaño, si, pero lleno de vida; imaginaba tal vez una pequeña réplica de la casa de los Roble, solamente que al estilo del rizado; imaginaba colores, muchos colores diferentes, vivos, que llenaran de alegría aquel rincón tan lejano de su verdadero hogar en el barrio, con su familia.
Había imaginado aquel lugar un tanto desorganizado, con pinceles, botes de pinturas, de aerosol por aquí y por allá; incluso había imaginado que los muebles estarían un tanto manchados con la pintura que Pedro Pablo derramaba al ir de un lado a otro con un pincel en mano. Sin embargo, la realidad era tan distinta que Bosco se sintió un tanto decepcionado al ver tanta sobriedad, tanta pulcritud: Paz tenía razón, Pedro Pablo sí que había cambiado mucho en esos años.
-¿Y qué opinas?- preguntó Pedro Pablo con una sonrisa.
-Es muy... está muy limpio- dijo Bosco por contestar algo.
-No te gusta, ¿verdad?- preguntó de nuevo el rizado mientras fruncía el ceño; Bosco sonrió; tal vez Pedro Pablo había cambiado, pero parecía seguir siendo capaz de leer por encima de sus palabras como solía hacer.
-Está bonito, pero lo imaginaba muy diferente- respondió con más honestidad en esta ocasión- Si me dijeras que aquí vive mi yaya, te habría creído sin dudarlo, pero, ¿que tú vivas aquí? Difícil de creer- Bosco intentó decirlo con el mayor humor posible, procurando evitar que la decepción se plasmara en su voz.
-Bueno, que no paso mucho tiempo aquí- respondió el rizado mientras parecía estar pensando en otra cosa- De hecho, creo que prácticamente solo llegó a dormir-
-¿Y eso?- preguntó Bosco con curiosidad.
-Bueno, entro a trabajar a las siete de la mañana en, adivina donde- y Pedro Pablo hizo una pausa, como si realmente esperara que Bosco adivinara la respuesta.
-¿Una panadería?- dijo Bosco, solo por decir algo.
-¿Mi tía te contó?- preguntó Pedro Pablo con desilusión en la voz, probablemente por haber visto arruinada su pequeña sorpresa.
-No, fue lo primero que se me ocurrió- Bosco no tenía idea de porqué había respondido eso, simplemente había pasado por su cabeza como la única respuesta posible.
-Bueno, acertaste: trabajo en una panadería a unas cuadras de aquí. No es nada espectacular, pero me gusta atender a los clientes, y siempre me dan pan y café gratis para desayunar, así que parece un buen trato- explicó el rizado encogiéndose de hombros.
Bosco sonrió ante la imagen mental de Pedro Pablo atendiendo una panadería; eso si iba mucho con el recuerdo que guardaba de él, siempre sonriendo con amabilidad a todo el mundo, haciéndolos sentir cómodos y en confianza; seguramente muchos volverían a esa panadería únicamente por el chico que los despachaba cada mañana.
ESTÁS LEYENDO
Sobre el amor|| Bospa
FanfictionPequeña antología de one shots inspirados en Pedro Pablo Roble y Bosco Villa de Corted.