Que sea de amor por ti

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-Me voy a ir a vivir al extranjero, Pedro Pablo- le anunció Bosco así como así, como si con esa noticia no le estuviera rompiendo el corazón en mil pedazos.

El año pasado, Bosco había sido el ganador internacional de un importante campeonato de esgrima, por lo que los ojos de muchas agencias deportivas estuvieron de pronto sobre él, viéndolo y estudiándolo con atención.

Tener a Bosco como miembro activo de sus agencias, les generaría incontables beneficios: Bosco era joven, tenía tan solo diecinueve años recién cumplidos, y a su corta edad ya se había coronado como un campeón a nivel mundial, por lo que se esperaba que su fama y su nivel deportivo solamente fueran en ascenso desde ahí; era un chico muy disciplinado, después de dejar el vapeador jamás había vuelto a tener un solo vicio o mal hábito que pudiera interponerse entre su agilidad deportiva y él.

Y bueno, la cereza en el pastel siempre sería que Bosco era, sencillamente, muy atractivo.

Media un metro con noventa, tenía el cabello rubio y unos ojos claros que siempre detonaban tranquilidad, misterio; era el tipo de chico que, aún sin sonreír mucho, lograba crear un efecto de caballerosidad y amabilidad que, sumado a su aura misteriosa, probablemente volverían locas a las chicas y harían que el esgrima, un deporte poco seguido, se volviera un éxito de marketing.

Por lo que desde hace más de seis meses, una importante agencia en Berlín, le había estado insistiendo de todas las formas posibles para que se fuera a vivir a Alemania, en donde le prometían convertirlo en una de las mayores estrellas deportivas de todos los tiempos, tal vez solo superado por las grandes leyendas del fútbol.

Bosco le había pedido consejo a todo el mundo; los Roble le decían que solo se fuera si realmente era su sueño, pues alejarse de las personas que lo amaban y que él amaba implicaba un enorme sacrificio que solo debía ser tomado por un acto de completa pasión hacia la decisión que estaría tomando; su papá le había dicho que se fuera, que verlo convertirse en un atleta de alto rendimiento a nivel internacional y sobreponerse a todo el dolor y el sufrimiento que había tenido que vivir, lo haría sentirse muy orgulloso de él; sus hermanos le rogaron que no se fuera, que aunque ya no estuvieran solos y tuvieran ahora una enorme familia a su lado, siempre lo iban a necesitar, que debían seguir unidos, siendo los cuatro, incluida Margarita, contra el mundo.

Todos tenían una opinión, y todos la habían expresado incluso cuando Bosco no se los había pedido en un inicio; todos, excepto Pedro Pablo.

El rizado no quería tener nada que ver con la elección que Bosco hiciera sobre su futuro; una parte de él deseaba ver a Bosco triunfar, verlo en los eventos más importantes, con los deportistas más importantes. Bosco se lo merecía, se había ganado el derecho de ser feliz después de todo el sufrimiento que había pasado desde muy pequeño, cuando su mamá falleció.

Pero había otro lado de Pedro Pablo, uno mucho más egoísta y mucho menos desinteresado, que deseaba hacer uso de toda la influencia que sabía que tenía sobre Bosco, para hacer que se quedara con él, que se quedara a su lado; Pedro Pablo sabía que, usando las palabras correctas, podía convencer a su amigo de quedarse, pero cada vez que esa idea cruzaba por su mente se sentía miserable, como si fuera la peor persona del mundo.

¿Qué clase de persona era, si deseaba atar a alguien que quería tanto y evitar que volara y cumpliera sus sueños?

Porque si, Pedro Pablo quería a Bosco, lo quería como nunca había querido a nadie, y en medio de los desastres que habían pasado juntos, sin pensarlo y sin darse cuenta, Pedro Pablo le había entregado su corazón y su alma para que Bosco hiciera con ellos lo que quisiera; él sabía que jamás podría querer a alguien como estaba queriendo a Bosco, porque el chico le había robado todo el amor que Pedro Pablo tenía para dar.

Sobre el amor|| Bospa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora