Entre notas y mensajes

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-Vamos, Pedro Pablo, tú puedes: hoy será el día.

Pedro Pablo se repetía esa frase como si de una mantra se tratara, pero es que ese día sería un día importante: si todo salía bien, sería el día en el que, por fin, conseguiría hablar con Bosco por WhatsApp y no solo por notas de Instagram.

Había conocido a Bosco hace algunos meses y aunque al inicio su relación no había sido la mejor, con la convivencia diaria que tenían debido a las tutorías de matemáticas que Pedro Pablo le daba, todo había cambiado.

Pedro Pablo ni siquiera podía recordar el momento en el que las miradas despectivas y las muecas malhumoradas que ambos se brindaban cada vez que se veían se habían convertido en sonrisas mutuas y en miradas cálidas, pero había sucedido y Pedro Pablo se sentía agradecido por dicho cambio.

Bosco era un chico fascinante, alguien capaz de cautivar con su encanto y personalidad a cualquiera que tuviera la valentía de atreverse a admirarlo a sabiendas del fuerte carácter que el Villa de Cortes tenía.

En esos meses de convivencia, Pedro Pablo había aprendido que, detrás de esas muecas hurañas y eras miradas despectivas, se escondía en Bosco una personalidad capaz de brindar ternura y seguridad a quien lo conociera mejor, a quien pudiera derribar las barreras que él mismo Bosco se había impuesto como mecanismo de defensa.

Ahora que Pedro Pablo había logrado entrar y perpetuar la coraza que Bosco tenía para casi todo el mundo, había encontrado en el castaño un amigo de verdad, alguien que lo apoyaba y que le brindaba una lealtad ciega, alguien en quien podía confiar y por quien metería las manos al fuego sin titubear.

La cosa era que Pedro Pablo quería más: ya no le bastaba el tiempo que pasaban juntos en las clases de matemáticas, o los momentos robados que compartían juntos en las raras ocasiones en las que Bosco iba al barrio con su familia; ahora necesitaba más de Bosco, más del tiempo a su lado.

Y la oportunidad perfecta había llegado cuando, unas semanas atrás, Bosco había comenzado a seguirlo en Instagram; desde ese momento, ambos chicos habían intercambiado likes en sus respectivas historias y publicaciones, hasta que Bosco había comenzado algo que se había vuelto una pequeña tradición entre ambos: responderse las notas que publicaban.

Las notas eran bastante aleatorias: el fragmento de una canción, algo respecto a cómo le iba a cada quien en la escuela, incluso frases sin mucho sentido; lo especial no era el mensaje, sino la intención del otro en responder esas notas y usarlas de pretexto para iniciar una conversación.

Pedro Pablo sentía como su corazón amenazaba con salírsele del pecho cada vez que le llegaba una notificación de que Bosco le había dado me gusta a su nota del día, especialmente porque sabía lo que eso significaba: la llegada de un mensaje que traería con él una conversación breve, pero frecuente, con el chico por el que comenzaba a perder la cabeza.

Las conversaciones eran cada vez más extensas, permitiéndole a ambos conocerse mejor, verse de una forma diferente de cómo se veían en clase o cuando estaban rodeados de sus respectivas familias; ninguno de esos escenarios era el escenario ideal para iniciar a tontear enserio con el otro, por lo que aquellas notas comenzaban a ser la vía que ambos chicos encontraban para hacerle saber al otro que se tenían en sus pensamientos.

Sin embargo, Pedro Pablo aún quería más; ya no le era suficiente esperar a que Bosco, o él mismo, subiera una nota, quería tener su número telefónico para poder hablar con Bosco por WhatsApp.

Era un paso importante, pues si comenzaban a hablar por ese medio, Pedro Pablo por fin podría estar seguro que el interés era mutuo y no estaba sucediendo todo en su cabeza: hablar por mensajes de whatsapp era muchísimo más íntimo y privado que simplemente respuestas mutuas en sus notas de Instagram.

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