Cuando toda la familia Roble y Villa de Cortes llegaron a la hacienda, se encontraron con que era mucho más pequeña de lo que habían creído; las habitaciones no serían suficientes para todos y habría que compartir de forma obligatoria.
La distribución de las habitaciones fue difícil de realizar, pero al final todos quedaron bastante satisfechos con sus compañeros de cuarto. Todos menos Bosco y Pedro Pablo, quienes tendrían que compartir recamara esos días en la hacienda.
Desde la noche en que Pedro Pablo había visto a Bosco besando a aquel chico en el jardín, su convivencia había disminuido más de lo que ya lo era; Bosco ya no cenaba en la mansión prácticamente ninguna noche y, cuando lo hacía, Pedro Pablo argumentaba algún dolor de cabeza o malestar para irse sigilosamente a su recámara y no tener que compartir la mesa con Bosco.
Sin embargo, en la hacienda no pudieron poner una objeción real para evitar compartir recamara; todos sabían que ya no eran amigos, pero nadie sabía porqué y ellos siempre insistían en que todo estaba bien entre ellos, en que no había pasado nada fuera de lo normal, por lo que negarse de plano a compartir habitación podría dar pie a que la familia comenzara a preguntar, a investigar, cosa que ninguno de los dos quería.
Por lo que ahora estaban en la recámara ambos, desempacando sus cosas en un silencio tan tenso que podían escuchar incluso los latidos del corazón del otro.
-AHHHHHHHH- Pedro Pablo alzó la vista al escuchar a Bosco gritar con pánico.
-¿Qué te pasa?- preguntó rizado con rapidez intentando averiguar la fuente de aquel grito.
-¡UNA CUCARACHA! ¡MÁTALA, HAZ ALGO!- gritó Bosco de nueva cuenta mientras se ponía detrás de Pedro Pablo.
-¿Dónde?- Pedro Pablo no veía la dichosa cucaracha por ningún lado, pero comenzó a sentir como la cercanía de Bosco detrás de él estaba provocando que su corazón se acelerara de una forma muy cálida, muy placentera.
-¡AHÍ! ¡SOBRE EL MUEBLE ESE!- dijo Bosco señalando un pequeño librero cercano a la puerta del baño de la recámara.
Pedro Pablo por fin vio a la dichosa cucaracha y la golpeó con uno de sus zapatos matándola al instante.
Pudo sentir el cuerpo de Bosco relajarse al instante en que vio el cadaver de la cucaracha en el suelo; el rizado no pudo evitar sonreír, pues Bosco siempre le había tenido pánico a las cucarachas y él siempre había sido el encargado de matarlas cuando llegaban a ver alguna durante sus visitas al barrio.
Algunas cosas no cambiaban nunca.
Ambos se vieron a los ojos por un instante y no pudieron evitar romper a reír juntos; había sido un momento de quiebre en donde ambos recordaron parte de las vivencias que habían compartido juntos.
Habían sido mejores amigos por mucho tiempo y entre ellos había una complicidad natural que, por lo visto, había sobrevivido al tiempo y la distancia que se había interpuesto entre ambos; bastó solamente que se dieran la oportunidad de pasar un momento juntos, a solas, para que dicha complicidad volviera a florecer en medio de aquella recámara con una que otra cucaracha merodeando por ahí.
-¿Todavía te dan miedo?- preguntó Pedro Pablo con humor.
-No es miedo, es asco- aclaró Bosco con una sonrisa de lado; esa sonrisa hizo estragos en el corazón del rizado, pues sintió que iba a estallar por lo que esa sonrisa le provocaba.
-Ay, Bosco- dijo el rizado negando con la cabeza- Yo las mato, no te apures- añadió sonriendo con burla.
-Ni te burles; tú tuviste tu casa llena de cucarachas, por eso estás acostumbrado- respondió Bosco con una fingida arrogancia que Pedro Pablo conocía muy bien y lo hacía sonreír siempre que Bosco la utilizaba.
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Sobre el amor|| Bospa
Fiksi PenggemarPequeña antología de one shots inspirados en Pedro Pablo Roble y Bosco Villa de Corted.