Malentendidos y bocetos

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-Hola, soy yo de nuevo. Esta es la tercera vez que te llamo y no me respondes; tampoco estás contestando mis mensajes desde ayer. No sé si estás enojado conmigo o si algo está pasando, pero, sea lo que sea, espero que lo podamos hablar; no me gusta no poder hablar contigo-

Bosco colgó la llamada, que más que llamada, había terminado siendo un triste mensaje de voz. Incluso él podía notar la desesperación en su voz, demasiado ansioso ante la falta de noticias de parte de su mejor amigo.

No sabía qué era lo que estaba sucediendo con Pedro Pablo, pero Bosco llevaba dos días sin tener noticias de él, al menos de manera directa, ya que el castaño le había cuestionado a Paz, intentando sonar más despreocupado de lo que realmente estaba, si su sobrino tenía algún inconveniente que le estuviera impidiendo tomar su celular para responder sus mensajes.

Paz le había dicho que Pedro Pablo había estado muy ocupado con un mural nuevo; al parecer era algo importante, pues se lo había encargado el jefe de la delegación, en un intento por embellecer un poco los lugares más abandonados de aquella parte del barrio. Bosco se sintió orgulloso; el mejor que nadie sabía que no había nadie mejor en el mundo para saber apreciar la belleza en medio del caos, que Pedro Pablo.

Sin embargo, también se sintió un poco dolido. Le habría gustado que su amigo le contara de dicho suceso personalmente; después de todo, ambos compartían todo tipo de secretos y confesiones entre sí, eran el lugar seguro del otro; si Bosco tuviera una noticia así de importante, la primera persona que le cruzaría la cabeza para contarle sería, sin duda alguna, Pedro Pablo.

Le dolía un poco saber que su amigo no se había molestado en contarle, pero le dolía más sentir ese rechazo proveniente de Pedro Pablo: el rizado jamás había ignorado uno solo de sus mensajes, una sola de sus llamadas; incluso cuando Bosco lo trataba mal, Pedro Pablo había respondido siempre a sus señales de auxilio, sin importar la hora, o el peligro que la situación implicara.

Así que ese repentino silencio, esa ausencia tan inesperada de noticias provenientes de su mejor amigo, estaban haciendo que Bosco, siempre tan orgulloso, tan necio, estuviera prácticamente robándole a su amigo por mensaje que le respondiera, que hablara con él: lo necesitaba mucho, muchísimo más de lo que él mismo admitía.

De pronto, una idea cruzó por su cabeza, sintiendo de pronto que la solución era tan sencilla que hasta había sido algo tonto no haberlo pensando antes: Pedro Pablo nunca lo había ignorado cuando le había pedido ayuda.

"Ya sé que no quieres hablar conmigo, pero necesito ayuda y sólo puedo confiar en ti"

Bosco envió en mensaje sintiéndose vagamente culpable: si, necesitaba ayuda, pero la ayuda consistía en necesitar la presencia constante de su amigo cerca de él; lo que más necesitaba de Pedro Pablo era, sencillamente, su cercanía.

La respuesta de Pedro Pablo no tardó ni dos minutos en llegar, haciendo sonreír a Bosco por muchísimo más tiempo del que él mismo admitiría.

"¿Voy a tu casa o vienes al barrio? Estoy pintando un mural nuevo, pero me puedo hacer un tiempito para darte una vuelta"

"No te preocupes, voy ya en camino"

Bosco se sintió satisfecho, guardando la poca culpa que sentía por mentir en lo más profundo de un cajón: había sido por un bien mayor, y Pedro Pablo, tan comprensivo como siempre, seguramente lo entendería.

Sin poder evitarlo, Bosco decidió arreglarse un poco más de la cuenta antes de ir a visitar a Pedro Pablo. No era nada del otro mundo, solo se cambió su suéter verde por uno rojo brillante que sabía que a su amigo le gustaba mucho; se puso perfume y uso su chamarra café de cuero, esa que hacía que Pedro Pablo lo mirara con mucha más intensidad de la necesaria.

Sobre el amor|| Bospa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora