Un paso adelante, tres pasos atrás 1/2

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Bosco entró a su habitación azotando la puerta con fuerza, ignorando las palabras de Gala sobre no sabía qué fiesta qué sucedería el próximo sábado.

Estaba tan molesto en esos momentos, que podía sentir como todo su cuerpo temblaba a causa de la ira que había tenido que reprimir por varias horas, varias tortuosas horas en las que había tenido que ver el espectáculo de Pedro Pablo Roble charlando animadamente con un tipo que había sacado de quien sabía dónde, a mitad de la kermes que los Roble habían organizado en el barrio.

Ver a Pedro Pablo charlando con tanta familiaridad con ese chico lo había molestado mucho más de lo que él mismo se había imaginado, incluso sabiendo que entre ese chico y Pedro Pablo no había, ni habría nunca, más que una amistad.

Y si Pedro Pablo no tendría más que una amistad con nadie más, era porque él salía con Bosco, aunque tal vez salir no era el término adecuado: ellos dos se la pasaban peleando por la más mínima tontería para poder aprovechar y terminar besuqueándose hasta el cansancio a modo de reconciliación.

Se besaban, se cuidaban, charlaban durante horas y pensaban todo el tiempo en el otro, pero aún no eran nada oficial, aunque no era necesario: Bosco estaba más seguro del amor que Pedro Pablo sentía por él y del que él sentía por Pedro Pablo, que de la existencia del cielo o del infierno.

Nadie sabía de esa especie de relación que mantenía con Pedro Pablo, pues Bosco aún no se sentía listo para que todo el mundo supiera que le gustaba los chicos; por otro lado, el rizado tampoco quería que la noticia saliera a la luz debido a la terrible aversión que los Roble aún sentían por él debido a todas las ofensas y groserías que les hizo en el pasado.

Sin embargo, en momentos como el de esa tarde, en donde todo el mundo comentaba la buena pareja que Pedro Pablo haría con ese tan Sebastián, quien al parecer era un dechado de virtudes a los ojos de los Roble, Bosco sentía ganas de ponerse de pie y gritarles a todos que eso no sería posible, pues Pedro Pablo solamente lo quería a él, solo a él.

Pero no podía hacerlo, y el peso de las palabras que nacían de lo más profundo de su corazón pero se atoraban en su garganta al momento de querer salir, era cada vez más doloroso, más asfixiante.

Pero así había sido todo con el rizado desde que habían comenzado con esa relación secreta: intenso, abrumador.

-Bosco, ya te dije mil veces que si el signo es positivo, luego lo tienes que pasar negativo- exclamó Pedro Pablo perdiendo a cada segundo la paciencia.

-¡Es que no entiendo, esta muy difícil!- se había quejado Bosco aventando el lápiz sobre el escritorio, sintiéndose cada vez más frustrado consigo mismo.

-No es difícil, pero ni siquiera estás haciendo el intento- le reprochó Pedro Pablo cerrando el libro con pesadez- mira, tal vez el problema soy yo, tal vez deberías intentar con otro tutor...-

-¿Tan rápido te rindes, Roble?- había preguntado Bosco en tono desafiante, intentando detener a Pedro Pablo de su clara intención de renunciar.

-Esto no se trata de mi, Bosco, se trata de ti; lo importante aquí es que tú aprendas y avances, y claramente conmigo eso no está sucediendo; quizás, con otra persona mejor preparada, puedas tener mejores resultados- había respondido Pedro Pablo con un tono dudoso, muy en el fondo deseando que Bosco no aceptara su renuncia, pues eso implicaría renunciar también a ver al Villa de Cortes todos los días.

-Está bien, si ya te cansaste no puedo hacer nada para detenerte: si quieres irte, ya sabes dónde está la puerta- respondió Bosco poniéndose de pie, sintiendo los latidos de su corazón en los oídos ante la fuerza de su pulso, rogándole a Dios que Pedro Pablo no se fuera, que no se rindiera.

Sobre el amor|| Bospa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora