IV. De regreso a la librería

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Aziraphale volvió al cielo, tenía mucho que hacer, muchas responsabilidades. Para ningún Ángel fue difícil notarlo distraído, siempre mirando sobre su hombro como esperando que algo pasara.

Conforme las semanas pasaban los planes estaban casi listos y el arcángel solicitó tiempo en la Tierra para poder ver cómo iban las cosas, asegurarse que no había ningún problema, el permiso le fue concedido.

El primer día simplemente fue a la librería y entró a su habitación, logró detectar el olor del demonio, Muriel le contó como se había quedado varios días durmiendo en su cama y como al despertar se veía mucho mejor.

—Se veía relajado cuando dormía ahí, lo dejé dormir, no sé si hice lo correcto. Lo extraño —dijo con melancolia.

El Arcángel la abrazo y se dispuso a recostarse.

Tomo una almohada, se abrazó a ella y se quedó ahí, llorando silenciosamente, con el olor a amaderado en su nariz, ese que hacía tan peculiar a su viejo amigo, no notó cuando se quedó dormido, aferrado a lo poco que le quedaba de él.

Gradualmente Aziraphale cambió, cuando llegó del cielo su barba, su cabello, su ropa y su actitud era de alguien que esta a cargo, alguien que esta decidido marcar una diferencia, imponente, respetable, y aún así  empático pero cuando cayó en la cuenta de su pérdida, cuando no logró encontrarlo en ninguna galaxia, cuando aceptó en su corazón que lo había perdido, su mirada se volvió triste, sonreía menos, quería estar solo, ninguna historia parecía distraer su mente de la tristeza.

Con regularidad visitaba aquellos lugares donde estuvieron alguna vez, el kiosco, el parque, incluso visitó Tadfild, cómo era de esperarse nadie había visto al demonio. Anathema se mostró muy preocupada, le dijo que debía cuidarse pues su aura estaba cambiando y si eso sucedía su espíritu se vería afectado, Aziraphale no estaba preocupado por él sino por encontrar al demonio, por perpetrar su recuerdo hasta que lo volviera a ver.

Aunque en la Tierra se mostraba distraído y melancólico cuando subí al cielo se volvió implacable, no soportaba las ironías y desplantes de los Ángeles, aunque estuviera roto por dentro no permitía que sus compañeros lo notaran, un día se cansó de todo y fue directo a Metatrón para renunciar, entregó el plan de la segunda venida y simplemente se marchó, no escuchó una sola palabra de su jefe; en otras circunstancias todos habrían aplaudido su valor pero ahora había perdido lo único que lo "distraía" y ya no valía la pena seguir en el cielo.

Los días pasaban, Maggie y Nina le llevaban comida, café y postres él solo los mordisqueaba y terminaban abandonados, ya no le apetecían nada, todo le sabía insípido, amargo, comenzó a tomar más vino, al principio por la noche antes de dormir, poco a poco a cualquier hora del día, no es que terminara realmente ebrio, pero era un buen anestésico para su mente.

Comenzó a dormir,  al principio solo por las noches y poco a poco por días enteros, al despertar apenas sí acomodaba su vieja ropa, ya casi no usaba su chaleco, a veces no se arreglaba el cabello, aunque no lucia mal su esponjoso cabello despeinado, pero no era la imagen pulcra a la que la gente estaba acostumbrada, todavía usaba su barba poblada, no se molesto en rasurarse ni con un milagro.

Con Muriel a cargo de la librería él apenas si se interesaba en el lugar,
el club de lectura de sus amigas en otro momento le habría fascinado, compartir su entusiasmo con ellas, termino mostrando menos interés que el demonio, quién a veces las interrumpía, les hacía comentarios y se reía de algunas cuestiones, en cambio el Ángel solo se dedicaba a escuchar, a veces solo fingía que las escuchaba, realmente no le importaba.

Sus amigas estaban preocupadas,  cuidar a Crowley fue difícil pero se dejó cuidar por ellas, Aziraphale simplemente se cerraba, se marchaba cuando alguien lo confrontaba o intentaba ayudarlo, poco a poco se le veía menos y no sabían cómo ayudarlo.

Un día durante el club de lectura estaba sentado en su escritorio mirando hacia el último lugar donde vio al demonio  y se animó por fin hablar.

—Me preguntaba si el domingo podrían ayudarme a comprar ropa.
Se sorprendieron y aceptaron de inmediato, ya había notado que la ropa le quedaba holgada, ya no comía como antes y eso afectaba su cuerpo humano, a pesar de poder mandar la ropa a un sastre decidió que quería algo diferente.

Encontrar la ropa adecuada fue toda una aventura, Muriel que era la más entusiasta le proponía ropa muy llamativa, colores fosforescentes y estampados llamativos, Maggie pensó en algo tradicional pero moderno, algún traje completo con camisa de colores claros, mientras Nina solo se dedicó a burlarse de ellas sin proponer más que ciertas prendas oscuras.

Al final se decidieron por pantalones de gabardina, playeras tipo polo, algunos suéteres abiertos en colores beige y café, tonos más fuertes de los que estaba acostumbrado, dejó atrás el chaleco, el moño y lo único que conservaba era su gabardina, se veía tan diferente.

Seguía frecuentando los lugares donde se había visto con su amigo sabiendo que no lo vería, a veces, sin ningún aviso las lágrimas brotaban cuando estaba en la calle simplemente las limpiaba y huía de lugar, cuando estaba en la librería las dejaba salir en silencio.

Un día, mientras estaba en el parque recordando una de las muchas reuniones vino a él una idea y regreso a la librería.

Cuando te marchasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora