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Derek se encontraba concentrado en su escritorio, revisando y organizando algunos documentos importantes para su reunión con inversores de Tokio. El reloj marcaba la hora, y la presión sobre sus hombros no era poca, pero para él, ese estrés era simplemente parte de la vida diaria. El brillo de su computadora iluminaba su rostro mientras sus dedos se movían con rapidez sobre el teclado, cuando de repente, los sonidos provenientes de la recepción empezaron a volverse más intensos.

La voz de su secretaria, Romina, discutía acaloradamente con alguien al otro lado de la puerta. Derek alzó la mirada por un instante, preguntándose qué estaba sucediendo. Entonces, antes de que pudiera volver a concentrarse, la puerta de su despacho se abrió de golpe, revelando a Romina, visiblemente agitada y disculpándose mientras un hombre entraba sin previo aviso.

—Lo siento muchísimo, señor —dijo Romina, con el rostro enrojecido de la vergüenza—. El señor Jaison Robles no quiso esperar a ser anunciado.

Derek, sin molestarse en levantarse de su silla, la miró con calma. Asintió una sola vez antes de decir, con su habitual tono de autoridad:

—Déjanos a solas, Romina. Gracias.

Ella asintió rápidamente y cerró la puerta tras ella, dejando a Derek frente a un Jaison que parecía un completo desastre. El hombre estaba claramente agitado, sus ojos marcados por profundas ojeras que denotaba la noche anterior sin dormir, y su respiración entrecortada hablaba de una furia contenida que apenas podía controlar. Jaison se acercó al escritorio metálico de Derek con pasos rápidos, apoyando ambas manos con fuerza sobre él.

— ¿Dónde está mi esposo? —exigió, con la voz cargada de rabia. Sus ojos, aunque agotados, ardían de ira.

Derek lo observó por un momento con una mezcla de diversión y desdén. Una sonrisa burlona se formó en sus labios mientras respondía con cinismo:

— Está en mi departamento.

La respuesta fue directa, fría y calculada. Jaison se inclinó hacia adelante, su voz temblando de indignación.

—¿Qué le hiciste a Liam? ¿Por qué no lo dejas ir? —gritó, su desesperación haciéndose más evidente con cada palabra.

Derek soltó una carcajada resonante que llenó la habitación. Golpeó con su puño cerrado sobre la mesa, su risa era tan fuerte y sarcástica que parecía desbordar todo el control que había tenido hasta entonces.

— ¿Por qué no lo dejo ir? —repitió entre risas, como si la sola idea fuera un chiste para él—. No estoy reteniendo a nadie, Jaison. Liam está conmigo porque quiere estar conmigo.

Derek se levantó lentamente de su silla, su altura imponiéndose sobre Jaison como una sombra amenazante. Sus palabras siguientes fueron aún más devastadoras.

»—Te diré algo más, Jaison —dijo, su voz baja pero llena de veneno—. Liam va a divorciarse de ti.

Esa simple frase fue suficiente para romper lo poco que quedaba de la compostura de Jaison. Su rostro palideció, sus labios temblaron y la incredulidad lo golpeó como una ola. Negó con la cabeza, casi como si tratara de convencerse a sí mismo de que aquello no podía ser cierto.

—Eso es mentira —dijo con voz quebrada—. Liam no haría eso. Tú... tú me estás intentando engañar.

Derek observó el derrumbe emocional de Jaison con una satisfacción apenas disimulada.

—No, Jaison —respondió Derek con firmeza—. No te estoy engañando.

Dando la espalda a Jaison, Derek se acercó a su minibar, con una calma absoluta que contrastaba con la tormenta que había desatado. Cogió una botella de whisky y empezó a servirse un vaso.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversa Ambición II || BlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora