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Derek estaba sentado frente al volante, pero aún no había puesto el coche en marcha. El silencio dentro del vehículo era cálido, cómodo, mientras ambos se sumergían en la tranquilidad del momento. Liam, sentado a su lado, sentía la mirada de Derek sobre él, intensa y llena de admiración. De repente, Derek alzó una mano y, con delicadeza, acarició la mejilla de Liam, sus dedos recorriendo su piel con una suavidad casi reverente.

—Eres tan hermoso —murmuró Derek, su tono bajo pero cargado de afecto, mientras continuaba tocándolo, sin apartar la mirada de su rostro.

Liam, con una sonrisa suave en los labios, no pudo resistirse. Se inclinó hacia Derek y lo besó en los labios, un beso breve pero lleno de sentimientos, como si en ese pequeño gesto quisiera decirle todo lo que sentía sin usar palabras.

Cuando se separaron, Derek sonrió con ternura y miró hacia el horizonte a través del parabrisas.

—¿Qué te parece si esta noche vamos a cenar? —preguntó, todavía con esa calidez en su voz—. Puedes escoger el lugar que prefieras.

—Me parece bien —respondió Liam, sintiendo que todo estaba en calma entre ellos. Pero luego, bajando la mirada y tomando la mano de Derek, la apretó con suavidad antes de decir lo que tanto le rondaba en la cabeza—. Derek... ¿Será posible que puedas ayudarme ya con los trámites de divorcio?

Derek frunció el ceño, no por la pregunta en sí, sino por el peso que sabía que esa decisión implicaba para Liam. Sin soltar su mano, la apretó un poco más fuerte, como si con ese gesto quisiera transmitirle todo el apoyo que necesitaba.

— Por supuesto —dijo con firmeza, como si esa respuesta fuera la cosa más natural del mundo—. En cuanto lleguemos a la empresa, hablaré con mi abogado para que lo gestione cuanto antes.

Liam exhaló con alivio, sintiendo un peso menos en sus hombros. Sabía que ese paso no era fácil, pero con Derek a su lado, las cosas parecían mucho más llevaderas. Justo en ese momento, Derek volvió a entrelazar sus dedos con los de Liam, y antes de encender el coche, giró la cabeza hacia él con una sonrisa tranquila.

— Liam, no sueltes mi mano.

Liam, que había sentido la calidez y seguridad de ese contacto, negó con la cabeza suavemente.

—No lo haré —respondió con una sonrisa, asegurándose de mantener sus manos firmemente unidas.

Solo entonces, con esa pequeña promesa sellada entre ellos, Derek puso el coche en marcha. Aunque el camino por delante era incierto, con la mano de Derek sosteniendo la suya, Liam sabía que no estaba solo, y que juntos podrían superar cualquier obstáculo que apareciera en su camino.

Derek detuvo el coche bruscamente frente a la entrada de su empresa, sus ojos clavados en la multitud de periodistas y fotógrafos que se agolpaban fuera del edificio. Los flashes iluminaban el parabrisas, cegándolo momentáneamente. Una furia repentina se apoderó de él, apretando el volante con fuerza antes de soltar un golpe seco contra él.

—Esto no puede estar pasando —exclamó con frustración, su mandíbula tensa.

Liam, sentado a su lado, se encogió un poco, abrumado por la situación. Miraba confundido a los periodistas que los rodeaban como depredadores. Sentía cómo las cámaras apuntaban hacia ellos, los flashes cegando sus ojos.

—¿Qué está pasando, Derek? ¿Qué hace toda esta gente aquí? —preguntó, mientras intentaba cubrirse el rostro con las manos, sintiéndose expuesto y vulnerable bajo el lente de las cámaras.

—Bájate conmigo —le dijo Derek, su tono autoritario, aunque había una clara urgencia en su voz.

Liam dudó por un segundo, pero obedeció. Ambos salieron del coche al mismo tiempo, y al instante, Derek tomó la mano de Liam con firmeza, una muestra de apoyo que le transmitió cierta seguridad, aunque todo a su alrededor se sintiera caótico. En cuanto se bajaron, la muchedumbre de periodistas y cámaras los rodeó, avanzando como una ola incontrolable. Los guardias de seguridad intentaban, en vano, contener a la masa que se les abalanzaba.

—¡Atrás! ¡Déjenlos pasar! —gritaban los guardias, interponiéndose entre ellos y los medios.

Liam se aferró a la mano de Derek, sintiendo su corazón latir con fuerza en su pecho. Intentaba mantenerse erguido, pero el agobio de las cámaras y los gritos lo invadían. Su mirada nerviosa se posó en el rostro de Derek, esperando encontrar alguna señal de que todo estaba bajo control.

Una periodista, más atrevida que las demás, se abrió paso entre la multitud, casi pegando el micrófono en la cara de Derek.

—Señor Carbone, ¿es cierto que su amante es un hombre casado? —preguntó con un tono incisivo, buscando escándalo.

Liam, sintiendo una oleada de vergüenza, se abrazó con fuerza a Derek, como si de esa manera pudiera esconderse de todos aquellos ojos inquisitivos y del cruel ataque verbal.

Derek, que ya estaba al límite de su paciencia, miró a la periodista con una ira contenida, pero fría. Se inclinó un poco hacia el micrófono sin soltar a Liam.

—No tengo que contestar a esa pregunta tan absurda, ¿o sí? —dijo, su voz dura y controlada—. Están invadiendo mi espacio personal y los denunciaré por esto.

Liam notó la firmeza en cada palabra de Derek, como si sus palabras fuesen una advertencia clara para los medios que los acosaban.

—Esperen sus cartas de despido —añadió Derek con desprecio, mientras pasaba junto a la periodista, arrastrando a Liam con él hacia la entrada del edificio.

Los guardias de seguridad abrieron paso como pudieron, bloqueando el camino de los reporteros. Una vez dentro de la empresa, las puertas de cristal se cerraron tras ellos, dejando la locura fuera, aunque la tensión seguía palpitando en el aire.

Liam soltó un suspiro tembloroso, sus manos aún aferradas a las de Derek. El dolor en su pecho era evidente. Avergonzado, bajó la mirada, sabiendo que todo ese caos mediático tenía un origen claro.

—Creo que todo esto es obra de Jaison —dijo Liam en voz baja, sus ojos brillando de preocupación—. Él no se quedará tranquilo.

Derek, todavía furioso, lo miró con una intensidad feroz, su mandíbula aún apretada.

—Pues parece que ha tomado el camino equivocado —respondió, con una voz baja pero firme. Derek sabía que Jaison estaba jugando un juego peligroso, pero su prioridad en ese momento era mantener a Liam a salvo, tanto de las cámaras como de cualquier otro ataque.

Liam, sintiéndose culpable, no pudo evitar mirar a Derek con tristeza.

—No quería que esto se convirtiera en un escándalo, Derek. Lo siento tanto.

Derek se acercó a él, colocó una mano en su mejilla y lo miró profundamente a los ojos.

—No es tu culpa, Liam. Él va a pagar por esto, pero tú... —hizo una pausa, acariciando su rostro—. No permitiré que te afecte. No mientras yo esté aquí.

Liam asintió en silencio, agradecido por la fortaleza de Derek, aunque en su interior, el miedo por lo que vendría a continuación seguía latiendo.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversa Ambición II || BlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora