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Liam no podía detener las lágrimas. Su cuerpo se sacudía con cada sollozo, como si todo el dolor acumulado durante años estuviera finalmente encontrando una salida. Derek, que lo observaba desde el borde de la cama, sentía cómo cada una de esas lágrimas desgarraba su corazón un poco más. No importaba que estuviera justo a su lado, sosteniéndolo, amándolo. El peso del sufrimiento que Liam cargaba era una herida invisible que Derek no podía sanar solo con su presencia, y esa impotencia lo consumía.

Sin embargo, no iba a rendirse. Con una determinación tranquila, Derek se sentó junto a él, apoyando una mano firme y cálida en la espalda de Liam. Comenzó a masajear suavemente, intentando aliviar aunque fuera un poco de la tensión que se acumulaba en esos músculos tensos por el dolor y la angustia. No necesitaba decir nada; solo estar allí, ser un refugio en medio de la tormenta que arreciaba dentro de Liam.

Liam alzó la vista, sus ojos hinchados y rojos por el llanto. Su mirada buscaba algo más que consuelo; buscaba seguridad, amor, y la certeza de que alguien estuviera dispuesto a sostenerlo cuando todo a su alrededor parecía derrumbarse. Con un movimiento lento, casi tímido, extendió los brazos hacia Derek, como si pidiera permiso para ser sostenido, para no tener que cargar solo con esa inmensa tristeza.

Derek no dudó ni un segundo. Se inclinó hacia él, envolviéndolo en un abrazo tan fuerte como suave. Lo sujetó como si temiera que, si lo soltaba, Liam podría desaparecer entre sus dedos, roto por el peso de lo que había vivido. Lo sostuvo con una mezcla de ternura y determinación, queriendo transmitirle todo el amor que sentía, cada promesa que estaba dispuesto a cumplir. Liam hundió su rostro en el cuello de Derek, dejando que las lágrimas se desbordaran sin contenerlas más.

—No soporto verte así, Liam —murmuró Derek con la voz ronca de emoción, acariciando el cabello de su amante con delicadeza—. Lo único que quiero es darte la felicidad que mereces. Quiero verte sonreír de verdad, sin sombras, sin miedo.

Liam se aferró a esas palabras como si fueran un salvavidas en medio de la tormenta. Aún le dolía, aún sentía las cicatrices de su pasado ardiendo en su pecho, pero saber que Derek estaba allí, dispuesto a enfrentarse a cualquier cosa por él, le daba la fuerza que creía haber perdido.

Derek separó suavemente a Liam de su pecho, buscando sus ojos con una mirada que transmitía tanto cariño como comprensión. Aún podía sentir la tensión en los hombros de Liam, el eco de las lágrimas que apenas comenzaban a secarse en sus mejillas. Pero ahí estaba, en medio de todo ese caos emocional, una luz de serenidad que Derek intentaba mantener encendida.

—¿Te gustaría darte una ducha? —preguntó con suavidad, acariciando con el pulgar la mejilla húmeda de Liam.

Liam asintió lentamente, sus ojos azules todavía enrojecidos y cristalinos, pero su respiración, al menos, parecía haber encontrado un ritmo más calmado. Era como si esa propuesta, por simple que fuera, le ofreciera un escape momentáneo de la tormenta en la que se encontraba atrapado.

Liam apartó la vista por un momento, limpiando las lágrimas restantes de su rostro con el dorso de su mano, mientras Derek lo observaba en silencio. Era un gesto pequeño, casi automático, pero revelaba cuán profundamente había sido afectado por todo lo ocurrido. Derek sintió una punzada en el corazón, una mezcla de impotencia y deseo de hacer algo, cualquier cosa, para aliviar el dolor de Liam.

—Ven, te ayudaré a preparar todo —dijo Derek, poniéndose de pie y extendiendo su mano hacia Liam.

Liam la tomó sin vacilar, y en ese simple contacto, Derek pudo sentir la fragilidad que escondía detrás de su fortaleza aparente. Mientras lo guiaba hacia el baño, el silencio entre ellos no era incómodo; era más bien una tregua, un momento para que ambos procesaran lo que había sucedido y lo que aún quedaba por decir.

Bilogía Sangre Y Poder: Perversa Ambición II || BlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora