5.Camina y ven

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Cuento las horas en que tú no estás

Ven a mis brazos que, no puedo más



-¿Quién ha cogido las fresas? - Emilio gritó mientras inspeccionaba la nevera.

El olor a café cargado lo invadía todo y Juanjo preparaba sus tostadas en la isla de la cocina. Cuando levantó la vista, Martin le sonreía desde la mesa del comedor.

Todos se habían levantado pronto aquella mañana. Los tres escogidos tendrían sus citas a lo largo del día. A los demás, les tocaba grabaciones antes de comer y, por la tarde, les habían organizado una excursión al salón de belleza, quizá como premio de consolación.

No volvería a ver a Martin hasta la noche, pero tendría tiempo para conocer mejor al resto.

-¡Pero si había un montón! - Emilio se colocó a su lado, aún refunfuñando, mientras preparaba su desayuno -¿quién ha sido?

Delante de él, un bol de yogur con trozos de pera y plátano, al que, claramente, le faltaba el toque rojizo de las fresas.

-La gente no tiene vergüenza - Juanjo no pudo más que sumarse a su causa,- a mí, el primer día, me robaron las tostadas.

-Literalmente – dijo Emilio, aunque no estaba claro que esa fuera la palabra que había querido usar – y no creo que nadie de los que estamos aquí pase hambre.

Era más bajito que él y de piel tostada. Su pelo castaño, cortado a lo Peaky Blinders y sus ojos oscuros le daban un aspecto rudo, pero amigable. Era actor, como Martin, y sentía un odio profundo a los silencios.

- Mira, no te lo vas a creer, - siguió, - pero yo hice una película para la que tuve que perder diez kilos, eso sí fue duro, pensé que jamás volvería a recuperar mi peso.

-¿Diez quilos? Chaval, al igual hago yo eso - el maño miraba sus tostadas como si ya pudiera echarlas de menos.

-Sí, sí, lo que oyes, rey, - Emilio se apoyó en la encimera y se llevó una cucharada de yogur a la boca- me levantaba cada día, sintiendo que me habían agujereado la tripa; y los rodajes no paraban, teníamos que desplazarnos bastante trozo...

Juanjo paseaba la vista por el resto de pretendientes. La mayoría hablaban entre ellos, algunos bostezaban adormilados. Cris ya estaba en la entrada, esperando impaciente a que empezara su cita. La conversación de la noche anterior se había quedado en su interior más de lo que estaba dispuesto a admitir. ¿Le gustaba alguien? Todos eran perfectos a su manera: jóvenes, rubios, morenos, introvertidos, dicharacheros... ¿Acaso había algo malo en él? Sus ojos se posaron en Martin; ya preparado para su primera cita, desayunaba y hablaba animadamente con Ian.

-... y una vez, no te lo vas a creer, pero estaban todos en el rodaje y tenía tanta hambre que le acabé robando una chocolatina al director - Emilio golpeaba el bol con la cuchara para dar énfasis a sus palabras- ¡al director!..

-Hmm hmm - Juanjo asentía distraído, observaba como Martin y Ian juntaban las manos y gritaban de puro júbilo.

-... y el hijo puta, ¡se dio cuenta!, ¿cómo es posible que alguien controle sus chocolatinas de esa manera? Pues nos puso a todos en fila...

Como atraído por una fuerza gravitacional, Juanjo salió disparado hacia la mesa del comedor, su plato de tostadas en una mano y el café en la otra, el relato de Emilio ya olvidado.

-¿Qué pasa, qué pasa? - se plantó delante de Martin y Ian, ansioso por saber la razón detrás de tanta efusividad.

Dejó el desayuno en la mesa y retiró la silla. Martin se giró hacia él con una sonrisa, pero la mirada de Ian era de las que podía matar.

CaribeMix2000Donde viven las historias. Descúbrelo ahora