7. Amores dormidos

363 49 7
                                    

No sé porque

Te quiero sin querer

Me asusta verte bien

Arrástrame esta vez



Juanjo se sentía agitado y descolocado, como cuando vas de fiesta al trabajo sin pasar antes por casa. Apenas había podido pegar ojo y, a las seis, habían estallado los altavoces con las mismas canciones endiabladas de siempre.

Aprovechó que Rudy había salido de la habitación para dar un último vistazo a la nota que Martin le había entregado:


No bajaré esta noche,

mañana hay que madrugar.

Descansa


"Descansa", pues no había podido descansar. Al lado había dibujado una pequeña rata con una fresa enorme.

Sentía una presión extraña en el pecho cada vez que la leía. La arrugó y la tiró dentro de la mesita de noche. Se colgó la mochila a la espalda y se dirigió a la entrada.



No podía evitar pensar que parecían una excursión de niños de primaria; todos con las mochilitas a juego que les había dado el programa, bien arriba en la espalda, no fueran a dar un mal ejemplo a los espectadores. Llevaban el saco de dormir embutido el cierre superior. Uno de esos pequeños, de verano, apenas más grueso que una toalla, un simple consuelo para poder decir que no dormían en el suelo.

En la puerta de la mansión les esperaba un mini bus que habían cogido prestado a algún hotel cercano. Martin no apareció hasta que estuvieron todos montados. Salió apresuradamente, pidiendo disculpas a la gente de producción, las ojeras adornando su cara. Esperaba hacer contacto visual con él, pero Martin parecía distraído mientras se acomodaba.

Se preguntaba si algo le habría molestado. No habían hablado durante todo el día anterior, a pesar de que él había intentado acercarse; Martin siempre estaba ocupado con alguno de los otros chicos. Y luego la nota...

Su última conversación había acabado de manera un poco... rara. Juanjo prefería no pensar en ello. Al fin y al cabo, eso no tenía ninguna importancia ¿verdad? Se habían distraído, ambos. No iba a volver a pasar. Tampoco es que hubiera pasado nada. Pero ni siquiera la nada iba a volver a pasar.

Solo quedaban tres semanas de concurso, era normal que Martin se centrara en los demás. Lo extraño sería que no lo hiciera. Juanjo no podía ir a reclamarle nada.

Suspiró y dejó caer la espalda contra el rígido respaldo del vehículo.

-¿Estás bien? - Roberto le miraba con expresión preocupada.

-Ah - Juanjo se llevó los dedos entre las cejas e hizo presión para aliviar la tensión - solo una mala noche.

-Pues aprovecha, creo que tenemos bastante camino - sintieron el temblor del motor que arrancaba - apóyate en mí si quieres.

Juanjo reposó la cabeza en el hombro de su compañero susurrando un "gracias".

No pudo librarse de la sensación de que alguien le observaba, pese a que cada vez que abría los ojos, todos parecían enfrascados en sus cosas.





CaribeMix2000Donde viven las historias. Descúbrelo ahora