18. Lloraré las penas

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Y estoy muriéndome

Por tus caricias y tus besos

Desnúdadome la piel





A la mañana siguiente, salió tarde de la habitación. Le daba pánico encontrarse a Juanjo en el desayuno y fue directo a la grabación de la gala. Hizo varias respiraciones frente al espejo y se convenció de que era alguien feliz. Alguien a quien le estaba yendo muy bien ese programa. Se maquilló para disimular sus ojos rojos y se dio algunas palmadas en las mejillas. Sonreiría viendo las imágenes de la semana y fingiría que la noche anterior nunca había sucedido.

Cuando llegó, vio que Juanjo se había sentado en uno de los extremos del sofá. Él siempre tenía que sentarse en el centro, así que dedujo que el maño no querría estar a su lado. Evitó mirarle, pero pudo notar sus ojos siguiendo cada uno de sus movimientos.

Pasaron las imágenes de la excursión con las bicis, bañándose en el lago, los dos en el barco cogidos de la mano. Les sacaron durmiendo juntos en el sofá mientras veían la película y a Martin se le complicaba no llorar. Sentía que Juanjo le miraba todo el rato. También pusieron el vídeo de la elección de las citas y, cuando vio su cara de sorpresa al escuchar que era uno de los elegidos, el vasco hizo ver que se rascaba la nariz para capturar las lágrimas que se le escaparon.

Expulsó a Rudy y a Emilio. Solo quedaba una semana y cuatro concursantes.

Tan pronto como acabaron el directo y cerraron la conexión con España, Martin se levantó, esa noche tenían cena de gala, y se excusó diciendo que necesitaba prepararse. Pasó por la cocina y, aunque no tenía hambre, cogió un plato con patatas y una hamburguesa y fue hacia su cuarto.





Cerró la puerta a sus espaldas y contempló su cama, su habitación, la que había sido su morada durante las últimas tres semanas. Se sentó en el escritorio y se forzó a comer un poco.

Cuando acabó, abrió el armario y contempló su ropa. Si una cosa sabía era que la tristeza necesitaba ir bien vestida. Sacó su camisa de seda, la que tenía un escote de infarto que le llegaba casi hasta el ombligo y sus pantalones anchos favoritos, que se ceñiría a la cintura con un cinturón negro de tachuelas. Dejó la muda sobre la cama. También revisó la caja en la que guardaba los anillos, sacó los de plata. Se los repartió entre los dedos mientras andaba en boxers por el cuarto. Luego los collares, estaba indeciso entre dos y cogió el que llevaba pequeñas perlitas entrelazas en las cadenas. Suspiró. Sentía que se preparaba para una gran batalla.

Intentaba acariciar la idea de esperar a que acabara la gira de Juanjo. Pensar cosas positivas, que pasaría rápido, que harían skypes... pero por más razones que encontrara, siempre chocaba con un muro infranqueable, que le hacía retroceder. Algo dentro de él que se negaba rotundamente a ello y el agujero en su pecho solo se agrandaba.

Observó a través de la ventana, contempló la hierba, el cielo y las nubes. Fuera, se escuchaban las voces y el ajetreo; el equipo lo estaba preparando todo para esa noche. Cualquier otro día hubiera salido a ayudar. Pero no ese, ese día no quería encontrarse con Juanjo hasta que fuera inevitable.

El tiempo pasaba por encima de todo de manera delicada y le frustraba no poder pensar nada. Quería mirar una pared blanca durante horas. Dejar que todo le invadiera, desenredar poco a poco la bola que le aprisionaba el pecho. Pero pronto llamaron a la puerta. Los golpes sobrios y perfectamente espaciados que hacía alguien del equipo de producción.

CaribeMix2000Donde viven las historias. Descúbrelo ahora