4. Ginevra Potter

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Ginevra Potter

"A menudo pasamos así al lado de la felicidad sin verla, sin mirarla, o, si la vemos y miramos, sin reconocerla."

Alejandro Dumas, El Conde de Montecristo

Abril


Puede que Hermione no hubiera abierto todas las compuertas, pero sin duda había abierto algunas. Y en lugar de ser arrastrada por el mar, como podría haber esperado, se encontró inundada por el manierismo de Malfoy... no, de Draco: una versión de él que ni siquiera sabía que existía. El remolino en el que se había metido cuando lo miró a los ojos al salir del hospital había empezado a girar más deprisa, arrastrándola a ella, orbitando ambos alrededor de una fuerza desconocida en el centro que los atraía hacia el ahogamiento o hacia tierra firme.

—¿Qué debería ponerme para la fiesta de cumpleaños de un niño de un año? —preguntó Hermione, cada vez más exasperada, de pie ante la puerta del armario, sintiéndose completamente fuera de sí. Había pasado algunas tardes con James en los últimos dos meses, pero sus interacciones con Albus se habían limitado principalmente a verlo dormir, a veces llorar y, ocasionalmente, balbucear una o dos palabras.

Draco apareció en la puerta del dormitorio, que ella había dejado abierta sin siquiera considerar la novedad. Otra barrera superada en la extrañeza de conocer al hombre con el que vivía. Sin embargo, él seguía intentando no entrar en la habitación cuando ella estaba dentro, un honorable intento de respetar los límites. Pero ahora necesitaba ayuda para elegir algo que ponerse y Draco solo parecía interesado en apoyarse en el marco de la puerta, con las manos en los bolsillos y las piernas cruzadas por los tobillos, demasiado divertido ante el desconcierto de Hermione.

Entornó los ojos hacia él.

—Oh, deja de parecer tan engreído y por favor ayuda.

—Como ordene la señora, —entonó. Con un ligero titubeo, entro en la habitación—. Teniendo en cuenta que esta fiesta se celebrara en La Madriguera, con un verdadero ejército de pelirrojos entre los asistentes, empecemos por evitar los rojos y los naranjas. Los ojos no aguantan mucho.

Se giró de lado y se deslizó junto a ella hasta el armario. Rebuscó un momento antes de sacar un sencillo vestido de verano en una mano y una chaqueta de punto en la otra. Hermione ni siquiera había sabido que esas prendas existían hasta ese mismo momento. Una parte de ella se preguntaba si el armario tenía un amuleto de extensión indetectable y ella aún no se había dado cuenta.

—¿Un vestido verde y una rebeca negra? —preguntó, suspicaz—. ¿No te parece un poco excesivo para una manada de leones?

—Todos saben cuál es tu lealtad, —le dijo, mientras le tendía la ropa. Tenía el rostro inexpresivo, los rasgos nivelados, pero no ocluidos. Ella dedujo la sonrisa más de lo que la vio.

—¿Y dónde están exactamente mis lealtades? —insistió ella, sabiendo que ya estaban al borde de algo frágil. El fuego de una broma amistosa tan cerca solo podía contenerse durante un tiempo, hasta que todo el oxígeno se agotaba y la llama moría.

Se llevó el vestido, pero en su lugar se decidió por una chaqueta vaquera.

Se limitó a encogerse de hombros, sin responder a su pregunta. Pero cuando se deslizó junto a ella, saliendo del vestidor, se acercó mucho más a su espacio personal, con una sonrisa tan cercana que podría saborearla si quisiera. Sus ojos pasaron sobre ella, pesados en su camino desde sus ojos hasta sus labios. Al momento siguiente, ya estaba saliendo de la habitación, sin detenerse en su estratégica retirada. Dejó tras de sí el aroma de las especias y los cítricos bailando en remolinos de casi recuerdos sobre la piel de ella.

Wait and Hope - Dramione (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora