Parte 6 Una Propuesta Inesperada

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La tensión en el castillo se palpaba en el aire tras la conversación en la biblioteca. Clara, aunque sabía que había descubierto un secreto importante en las finanzas del castillo, también sentía que había algo mucho más grande moviéndose bajo la superficie. El testamento del difunto conde había puesto a Lord Edward en una encrucijada, y ahora, con el tiempo en su contra, las decisiones que tomara podrían cambiar su vida para siempre.

Los días siguientes fueron más agitados de lo normal. El abogado del conde y su hija permanecieron en el castillo, y Clara notaba las constantes reuniones privadas entre Edward y sus consejeros. Ella continuaba con sus deberes, pero siempre tenía un ojo puesto en lo que sucedía a su alrededor. Margaret, por su parte, no perdía oportunidad de hacer comentarios ácidos sobre la situación.

"Es solo cuestión de tiempo antes de que el joven lord se vea forzado a elegir una esposa", le comentó Margaret un día mientras Clara fregaba el suelo de la cocina. "No es que tenga muchas opciones. Si no lo hace, el castillo y todo lo que contiene será historia."

Clara intentó ignorar la punzada de inquietud que esas palabras le provocaron. Sabía que Edward se encontraba atrapado en una situación complicada, pero también sabía que había mucho más en juego de lo que cualquier otra persona parecía comprender.

Esa misma noche, mientras el castillo se sumía en el silencio, Clara fue llamada nuevamente a la biblioteca. No era raro que Edward la llamara para discutir asuntos relacionados con la casa, pero esta vez, había un aire diferente en el mensaje que le habían enviado. Cuando llegó a la puerta, sintió una oleada de nerviosismo.

Golpeó suavemente y, tras recibir el permiso de entrar, se encontró una vez más frente a Lord Edward, quien estaba de pie junto a la gran chimenea, mirando el fuego con una expresión sombría. La habitación estaba iluminada solo por la luz parpadeante de las llamas, creando sombras que bailaban en las paredes.

"Gracias por venir, Clara", dijo Edward sin voltear la cabeza. Su voz era baja y grave, como si llevara el peso de una decisión importante.

Clara cerró la puerta tras de sí y se acercó, esperando que él continuara. Tras un largo silencio, Edward finalmente se giró para mirarla directamente, con una expresión que mezclaba cansancio y determinación.

"He estado pensando mucho en nuestra última conversación", comenzó, su mirada fija en la de ella. "Y en el tiempo que hemos compartido desde que llegaste aquí. Eres alguien en quien puedo confiar, Clara. No solo has demostrado tu lealtad, sino también tu entendimiento de lo que es llevar una carga que no has elegido."

Clara sintió que su corazón se aceleraba. No estaba segura de hacia dónde se dirigía esa conversación, pero la intensidad en la voz de Edward la mantenía en vilo.

"El testamento de mi padre", continuó él, "me exige casarme, como ya sabes. Pero las opciones que se me han presentado hasta ahora... no puedo aceptarlas. No puedo pasar el resto de mi vida al lado de alguien que solo ve este matrimonio como una transacción. Necesito a alguien en quien pueda confiar, alguien que entienda lo que está en juego y que no me vea solo como un medio para alcanzar una fortuna."

El silencio en la habitación era abrumador mientras las palabras de Edward resonaban en el aire. Clara sintió un nudo en el estómago cuando finalmente comprendió lo que estaba insinuando. No podía ser posible. ¿Edward estaba sugiriendo lo que ella pensaba?

"Clara", dijo Edward con voz firme, dando un paso hacia ella, "sé que esto puede parecer una locura. Y sé que, dadas nuestras posiciones, sería una decisión que nadie esperaría. Pero después de pensarlo mucho, creo que la mejor manera de cumplir con el testamento de mi padre sin sacrificarme ni arruinar mi futuro es casarme contigo."

Clara se quedó completamente inmóvil, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. ¿Casarse con Edward? La idea era tan sorprendente, tan inesperada, que por un momento, pensó que quizás estaba soñando.

Edward continuó, observando su reacción. "Sé que esto no es lo que esperabas. Y no es lo que esperaba para mí tampoco. Pero tú has sido más que una simple criada en este castillo. Eres alguien en quien confío, y en este momento, eso es lo único que me importa. Cumplir con el testamento es esencial para mantener el castillo, pero no puedo hacerlo con alguien que no me importe en lo más mínimo."

Clara abrió la boca para hablar, pero ninguna palabra salió. Su mente giraba en un torbellino de pensamientos. La propuesta de Edward la sorprendía, pero también la halagaba. ¿Podría realmente considerar la idea de casarse con él? ¿Un matrimonio que, si bien comenzaría como un arreglo, podría significar tanto más?

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Clara logró hablar, aunque su voz era apenas un susurro. "Milord... no sé qué decir."

Edward esbozó una pequeña sonrisa, una que no llegaba a sus ojos. "No espero que me des una respuesta ahora mismo, Clara. Sé que esto es inesperado. Pero también sé que el tiempo se nos acaba. Debo tomar una decisión pronto, o perderé todo lo que mi familia ha construido. Y tú... tú eres la única persona que puedo imaginar como mi esposa."

Clara sintió que el mundo se cerraba a su alrededor. Las palabras de Edward eran sinceras, y aunque la lógica le decía que era una locura, su corazón no podía evitar latir más rápido al pensar en la posibilidad de unirse a él, no solo por obligación, sino porque algo en su interior la impulsaba hacia él. Sabía que había una conexión entre ellos, algo que ambos sentían pero aún no comprendían del todo.

"Lo pensaré, milord", murmuró finalmente, todavía aturdida. "Necesito... necesito tiempo."

Edward asintió lentamente, su expresión volviendo a la seriedad. "Tómate el tiempo que necesites, Clara. Pero recuerda, el reloj no se detiene para ninguno de nosotros."

Clara asintió, haciendo una leve reverencia antes de girarse para salir de la biblioteca. Mientras se dirigía de vuelta a sus aposentos, su mente era un torbellino de emociones. ¿Podía realmente considerar casarse con Edward, incluso si solo fuera para cumplir con el testamento? ¿Y si aceptaba, qué pasaría después de ese año? ¿Qué sería de su vida, de su relación con Edward?

La realidad era abrumadora, y la incertidumbre sobre el futuro la hacía sentirse atrapada. Sin embargo, una pequeña chispa de esperanza también brillaba en su corazón, una posibilidad de que este matrimonio, aunque comenzara como un acuerdo, podría convertirse en algo más profundo. Algo que ni ella ni Edward habían anticipado.

Mientras se metía en la cama esa noche, Clara sabía que su vida estaba a punto de cambiar para siempre, ya fuera que aceptara la propuesta o no.

El conde y la doncellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora