Parte 19 Un Nuevo Amanecer

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Los primeros rayos de sol iluminaron el castillo de Arenthall, un contraste con la oscuridad de los días anteriores. Edward, agotado pero decidido, no se había separado del lecho de Clara desde el momento en que la trajeron de la cueva. Su respiración, aunque aún débil, se había vuelto más regular, y los médicos parecían más optimistas sobre su recuperación.

El castillo, sin embargo, seguía envuelto en un aire de tensión. Amelia había sido apresada tras su ataque, pero las preguntas sobre sus cómplices permanecían sin respuesta. El peligro aún no se había desvanecido, y Edward sabía que no podría bajar la guardia hasta asegurarse de que todo aquel que estuviera detrás de la conspiración fuera descubierto.

Un suave susurro lo sacó de sus pensamientos. Clara estaba despertando. Edward se inclinó hacia ella, tomando su mano con cuidado.

"Clara...", susurró con la voz cargada de emoción. "Estás a salvo. Estoy aquí."

Clara abrió los ojos lentamente, sintiendo el calor de la mano de Edward en la suya. Su cuerpo dolía, pero la calidez en su pecho al ver a Edward a su lado disipaba cualquier otro malestar. "¿Edward?", preguntó, su voz apenas un susurro.

"Shh, no hables. Estás muy débil. Solo descansa. Todo está bien", dijo él, acariciando suavemente su mejilla.

Clara cerró los ojos nuevamente, pero la tranquilidad en su rostro era visible. Estaba viva, y eso era lo que importaba. Mientras descansaba, Edward no podía evitar sentir una mezcla de alivio y rabia. El rostro de Amelia seguía acechando su mente. La traición de alguien tan cercano había dejado una cicatriz profunda en su confianza.

Pasaron varios días antes de que Clara pudiera sentarse en la cama. Aunque aún débil, su fuerza estaba regresando poco a poco. Mientras el sol brillaba a través de las ventanas de su habitación, Edward la ayudó a incorporarse con suavidad.

"¿Cómo te sientes?", le preguntó, su preocupación aún visible en su rostro.

"Mejor", respondió ella con una pequeña sonrisa. "Gracias a ti."

Edward tomó un profundo respiro, su expresión volviéndose más seria. "Clara, no sabes lo que significas para mí. No solo te salvé... tú me has salvado a mí. Mi vida sin ti no tiene sentido."

Clara lo miró con ternura, sus ojos brillando. "No imaginé que este matrimonio nos llevaría a esto, pero estoy agradecida por cada momento que hemos compartido. Te amo, Edward."

Antes de que pudiera responder, un golpeteo suave en la puerta interrumpió el momento. El duque Hawthorne entró, con una expresión grave en su rostro.

"Milord, milady, disculpad la interrupción, pero hay noticias sobre Amelia", dijo el duque. "Intentó escapar durante la noche, pero nuestros hombres la detuvieron. Sin embargo, ha habido más movimientos en la sombra. Creemos que alguien más está involucrado en la conspiración, alguien con acceso a los recursos del castillo."

Edward apretó los puños. "¿Más traidores?"

El duque asintió. "Todavía no sabemos quién es, pero tengo a mis hombres investigando. Hasta entonces, no podemos estar completamente seguros de la seguridad de nadie aquí."

Clara, aunque débil, sentía la urgencia de la situación. "No podemos dejar que esto continúe. El castillo está en peligro. Ya no podemos permitir que la traición siga creciendo entre nosotros."

Edward asintió, tomando la mano de Clara. "Tienes razón. Y no descansaré hasta que todos los responsables hayan pagado por esto."

Durante los días siguientes, el castillo se convirtió en un hervidero de actividad. Edward y el duque Hawthorne se dedicaron a investigar a fondo, interrogando a los sirvientes, revisando los registros y asegurándose de que ningún rincón del castillo quedara sin inspeccionar. Clara, aunque recuperándose lentamente, se involucró en todo lo que pudo, ayudando a Edward a detectar comportamientos sospechosos entre los miembros de su círculo.

Una tarde, mientras Clara descansaba en los jardines, un pensamiento cruzó su mente. Recordó una conversación que había escuchado días antes de su secuestro, entre dos sirvientes que hablaban en susurros cerca de la cocina. Algo sobre entregas secretas y encuentros nocturnos en los establos.

"Edward", dijo Clara esa noche mientras cenaban en su habitación. "Creo que sé por dónde empezar a buscar. Recuerdo haber escuchado algo extraño sobre entregas en los establos... podría estar relacionado."

Edward, intrigado, asintió. "Iremos a investigar esta misma noche."

Esa noche, Edward, Clara y el duque Hawthorne, junto con un pequeño grupo de hombres de confianza, se dirigieron a los establos. La luna iluminaba el camino, pero el aire estaba cargado de tensión. Al llegar, encontraron a un grupo de personas susurrando en la oscuridad. Entre ellos, un rostro familiar: uno de los consejeros más cercanos a Edward, Lord Hargrave.

"¡Hargrave!" exclamó Edward, con la voz llena de incredulidad y rabia. "¿Tú?"

El hombre, al verse descubierto, intentó huir, pero los hombres del duque lo atraparon rápidamente. "Es solo cuestión de tiempo antes de que todos sepáis la verdad", dijo Hargrave con amargura. "No soy el único. Este castillo es un pozo de serpientes."

Edward lo miró con desprecio mientras era llevado bajo custodia. "Has traicionado mi confianza. Y pagarás por ello."

Mientras el traidor era escoltado fuera, Clara miró a Edward, su corazón aliviado pero sabiendo que aún había muchas preguntas sin respuesta. Sin embargo, una cosa era clara: el amor y la lealtad que habían construido juntos era más fuerte que cualquier traición o enemigo.

Esa noche, mientras Clara y Edward se recostaban juntos, finalmente sentían que, a pesar de todo, habían comenzado a reconstruir su vida y su amor.

El conde y la doncellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora