El día siguiente a la decisión de Clara, la atmósfera en el castillo comenzó a cambiar. A pesar de que la propuesta entre Edward y Clara seguía siendo un secreto bien guardado, Clara no pudo evitar sentir una nueva carga sobre sus hombros. La duda seguía acechándola, pero la determinación de cumplir con su parte y de hacer lo mejor para su familia y para el castillo la mantenía firme.
Edward, por su parte, se mostró más sereno que en días anteriores. La sombra de la desesperación que había estado colgando sobre él parecía haber disminuido, y aunque sus responsabilidades como lord seguían siendo numerosas, había una ligereza en su porte que antes no estaba allí. Clara se dio cuenta de este cambio, pero lo observó desde la distancia, aún acostumbrándose a la idea de que en poco tiempo se convertiría en su esposa.
Esa mañana, mientras Clara trabajaba en la cocina, Margaret se acercó con su típica mirada inquisitiva. A pesar de sus constantes chismes y comentarios mordaces, Clara había aprendido a apreciar su compañía, pues, de alguna manera, Margaret le recordaba a los lazos con los que había crecido, aunque fuera desde una perspectiva más brusca.
"Hay algo en el aire, ¿verdad?" comentó Margaret, mientras observaba cómo Clara cortaba verduras para la sopa. "El joven lord parece estar más calmado. Apostaría a que ha tomado alguna decisión importante."
Clara se detuvo por un segundo, pero rápidamente retomó su tarea, intentando no levantar sospechas. "No sé de qué hablas, Margaret."
La mujer soltó una carcajada seca. "No me engañas, muchacha. No soy tonta. Algo está pasando, y aunque no sé exactamente qué es, lo descubriré. En este castillo, nada se mantiene oculto por mucho tiempo."
Clara continuó con su trabajo, intentando no dejarse afectar por las palabras de Margaret. Sabía que eventualmente la verdad saldría a la luz, y que el anuncio de su compromiso con Edward sería recibido con sorpresa e incredulidad. Pero por ahora, prefería mantener las cosas en privado.
Más tarde, mientras Clara subía a la torre para limpiar las habitaciones de los invitados, se encontró con Edward en uno de los pasillos. Él estaba hablando con uno de los consejeros, pero cuando la vio, hizo un gesto para que lo esperara. Después de despedir al consejero, se acercó a ella, con una expresión de seriedad que la hizo detenerse.
"Clara", dijo en voz baja, asegurándose de que nadie más estuviera cerca. "Quiero que sepas que he comenzado los preparativos para nuestro compromiso. He hablado con mi abogado y con algunos de mis consejeros de confianza. En unos días, tendremos que hacer el anuncio oficial."
Clara sintió que su corazón se aceleraba. Sabía que este momento llegaría, pero escucharlo en palabras concretas hacía que todo pareciera más real. "¿Tan pronto?" preguntó, sin poder ocultar su sorpresa.
Edward asintió. "El tiempo es un lujo que no tenemos. Si queremos cumplir con el testamento, debemos actuar con rapidez. Además, cuanto antes hagamos el anuncio, antes podremos lidiar con las reacciones de los demás. No será fácil, lo sé, pero estaré a tu lado."
Clara lo miró a los ojos y vio la sinceridad en ellos. A pesar de las dudas que aún la asaltaban, sabía que Edward estaba comprometido a hacer que este acuerdo funcionara, y eso le daba cierta tranquilidad.
"Lo entiendo", respondió finalmente. "Solo espero que, cuando el anuncio se haga público, pueda mantenerme firme."
Edward esbozó una sonrisa, una de las pocas que Clara había visto en él desde que llegó al castillo. "Eres más fuerte de lo que crees, Clara. Has superado mucho más de lo que la mayoría de la gente podría soportar. No tengo ninguna duda de que podrás enfrentar esto."
El calor en sus palabras la reconfortó de alguna manera, y aunque el temor seguía presente en su pecho, también comenzó a sentir una pequeña chispa de confianza. A medida que la despedida se acercaba, Clara se dio cuenta de que había llegado el momento de contarles a sus hermanos la verdad. Si bien eran pequeños, merecían saber lo que estaba por suceder.
Esa noche, después de la cena, Clara reunió a sus hermanos alrededor de la chimenea. Los más pequeños se acurrucaron en su regazo, mientras los mayores la miraban con curiosidad. "Quiero contarles algo importante", comenzó, con una voz suave pero firme. "Algo que cambiará nuestras vidas."
Los niños la miraron expectantes. Sabían que algo estaba sucediendo, pero no comprendían la magnitud del cambio que se avecinaba.
"Voy a casarme", dijo Clara, observando cómo las expresiones de sus hermanos pasaban de la sorpresa a la confusión. "Con Lord Edward."
Hubo un silencio sepulcral en la habitación mientras las palabras flotaban en el aire. Finalmente, uno de sus hermanos mayores, Tomás, fue el primero en hablar. "¿Con el conde? ¿De verdad? ¿Por qué harías eso, Clara?"
Clara sonrió con tristeza, comprendiendo la sorpresa en los rostros de sus hermanos. "Es complicado, Tomás. Pero él me ha pedido que sea su esposa, y yo acepté. Será una manera de asegurarnos un futuro, no solo para mí, sino para todos nosotros. No es solo una decisión mía, sino algo que nos beneficiará a todos."
Los pequeños no parecían entender del todo, pero Tomás y su hermana mayor, Amelia, asimilaron la gravedad de lo que Clara les estaba diciendo. Amelia, con una mezcla de preocupación y admiración en sus ojos, le preguntó: "¿Estás segura de esto, Clara? No quiero que te sientas obligada a hacer algo que no deseas."
Clara tomó las manos de su hermana entre las suyas, apretándolas con cariño. "Sé que parece una decisión difícil de entender, pero confío en que esto es lo mejor para todos nosotros. Además, Edward no es lo que parece. Es... complicado, pero hay bondad en él. Lo sé."
Con esas palabras, Amelia asintió, confiando en el juicio de su hermana mayor. Los niños se retiraron a la cama esa noche con más preguntas que respuestas, pero Clara sabía que había hecho lo correcto al contarles la verdad. Ahora, solo quedaba enfrentar lo que estaba por venir.
Al día siguiente, los preparativos para el anuncio oficial del compromiso comenzaron. Las noticias se extendieron rápidamente entre los sirvientes del castillo, y pronto, Margaret y los demás estaban al tanto de lo que estaba por suceder. Las reacciones fueron mixtas. Algunos no podían creer que una criada fuera a casarse con el conde, mientras que otros veían en Clara una mujer digna de tal honor por su dedicación y coraje.
Margaret, como era de esperar, fue la primera en acercarse a Clara con una mirada desconfiada. "Vaya, vaya, niña", dijo con su tono habitual. "Nunca lo hubiera imaginado, pero parece que las sorpresas nunca terminan en este castillo."
Clara sonrió débilmente, sin saber cómo responder a los comentarios de la mujer. Sabía que la curiosidad de Margaret pronto se convertiría en chismes por todo el castillo, pero en ese momento, nada de eso importaba.
Cuando el sol comenzó a ponerse sobre el castillo, Clara se preparó para lo que sería una de las noches más importantes de su vida. Pronto, se pararía junto a Edward frente a todos los habitantes del castillo y anunciaría su compromiso, sellando así su destino.
Mientras se miraba al espejo, vestida con una modesta pero elegante prenda que le habían prestado para la ocasión, Clara sintió que su vida había tomado un giro inesperado. Lo que había comenzado como una simple labor en el castillo ahora la llevaba a convertirse en la esposa de un conde. Pero, ¿podría realmente asumir ese rol? Solo el tiempo lo diría.
Con una última mirada a su reflejo, Clara tomó aire y salió de su habitación, lista para enfrentar lo que estaba por venir.
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El conde y la doncella
Roman d'amourLa historia comienza con Clara, una joven campesina que lucha por mantener a sus hermanos tras la muerte de sus padres. Su vida cambia drasticamente cuando el conde Edward Arenthall, obligado por el testamento de su padre a casarse para heredar una...