Parte 14 El Secreto Revelado

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Los días siguientes a su descubrimiento en la cueva fueron intensos. Clara y Edward sabían que no podían confiar en nadie dentro del castillo, lo que los empujaba a seguir investigando en secreto. Cada conversación se volvía sospechosa, cada mirada parecía oculta tras un velo de intriga. Pero lo que más les inquietaba era la identidad de la mujer encapuchada, cuyo rostro seguía siendo un misterio.

Edward se encargó de analizar los documentos que habían encontrado, mientras Clara se dedicaba a observar los movimientos del personal del castillo y de los consejeros. Sabía que la clave de todo podía estar en las personas que la rodeaban cada día.

Una tarde, mientras revisaba los pasillos del ala oeste, Clara escuchó algo que la dejó helada. Se encontraba caminando cerca de la biblioteca cuando oyó voces provenientes de uno de los salones de lectura. Se escondió tras una cortina y agudizó el oído.

"Debemos acelerar el plan. No podemos permitir que los condes descubran lo que está pasando", dijo una voz familiar.

Era la voz de una mujer. Clara sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No reconocía del todo la voz, pero sabía que la había escuchado antes, probablemente dentro del castillo. De repente, otra voz respondió, esta vez con un tono más grave.

"Todo está bajo control. Ellos no sospechan nada aún, pero si seguimos esperando, podrían encontrar algo. Mantente tranquila y asegúrate de que el desvío de tierras siga su curso."

Clara escuchó pasos que se alejaban y supo que no podía quedarse quieta por más tiempo. Salió de su escondite y caminó hacia el salón de lectura, pero cuando llegó, no había nadie. Solo el eco de las voces seguía resonando en su mente.

Decidida a desentrañar el misterio, se dirigió de inmediato al despacho de Edward, donde lo encontró inclinado sobre un mapa de las tierras de Arenthall. Él levantó la vista al verla entrar, y notó la tensión en su expresión.

"¿Qué ha pasado?", preguntó Edward, acercándose a ella.

Clara se tomó un momento para ordenar sus pensamientos antes de hablar. "Escuché algo, Edward. Estaban hablando sobre nosotros, sobre acelerar un plan antes de que descubramos la verdad. La voz de una mujer, y otra voz grave, de un hombre. Estoy segura de que fue aquí, en el castillo."

Edward frunció el ceño. "¿Reconociste la voz de la mujer?"

Clara negó con la cabeza, pero su mente seguía dándole vueltas al asunto. "Era familiar, pero no lo suficiente como para identificarla. Sin embargo, creo que esta vez estamos más cerca de lo que pensamos."

Edward suspiró, frotándose la frente. "Tenemos que ser cuidadosos. No sabemos quién está involucrado ni hasta dónde llega esta conspiración. No podemos confiar en nadie."

Ambos quedaron en silencio por un momento, reflexionando sobre la magnitud de lo que estaban enfrentando. De repente, algo golpeó a Clara como un rayo. Recordó a alguien que había actuado de manera extraña en los últimos días, alguien cercano a ella.

"¡La baronesa Amelia!", exclamó Clara, sus ojos abriéndose con sorpresa.

Edward la miró con confusión. "¿Qué pasa con ella?"

"Ahora que lo pienso, su voz... es muy similar a la que escuché. Y desde hace semanas ha estado viniendo al castillo con más frecuencia de lo normal, bajo el pretexto de que somos amigas. Pero siempre está haciendo preguntas sobre tus decisiones y sobre la administración de las tierras."

Edward frunció el ceño, procesando lo que Clara decía. Amelia, la baronesa, era una mujer con influencia y conexiones, pero nunca había parecido una amenaza. Sin embargo, ahora todo parecía encajar. Si ella era la mujer que Clara había visto en la cueva, entonces era posible que la baronesa estuviera orquestando una conspiración para desviar tierras y dinero a su favor.

"Si Amelia está involucrada, eso significa que tiene aliados", dijo Edward, pensativo. "Y probablemente esté más cerca de nosotros de lo que pensábamos."

"Tenemos que hacer algo", respondió Clara, con determinación en la voz. "No podemos dejar que sigan con esto."

Edward asintió, sus ojos llenos de resolución. "Necesitamos un plan. Debemos atraparlos en el acto, y cuando lo hagamos, expondremos todo."

Esa noche, Clara y Edward elaboraron una estrategia. Sabían que cualquier movimiento en falso podría arruinarlo todo, así que decidieron actuar con cautela. Si Amelia era realmente la mujer en la cueva, ellos debían estar preparados para desenmascararla y a sus cómplices.

Clara sugirió organizar una reunión informal en el castillo, un evento que sirviera como distracción mientras ellos recopilaban más información. Invitarían a todos los que podrían estar involucrados en la conspiración, incluida la baronesa. Sabían que, en un ambiente relajado, las personas tienden a bajar la guardia.

Los días pasaron, y la noche del evento llegó. Los salones del castillo se llenaron de invitados, y Clara, impecablemente vestida como la condesa que ahora era, se movía entre los invitados con una sonrisa tranquila, mientras sus ojos vigilaban cada detalle. Edward, por su parte, mantenía una conversación distante con sus consejeros, aunque su mente estaba enfocada en lo que vendría.

Amelia llegó tarde, vestida de manera espectacular, como siempre. Saludó a Clara con calidez, como si nada, pero Clara ya no podía ver a la baronesa de la misma manera. Había algo en sus ojos, algo oscuro y calculador.

Mientras avanzaba la noche, Clara se excusó discretamente y salió de la fiesta. Se dirigió hacia los jardines, sabiendo que si Amelia planeaba reunirse con alguien, lo haría en la cueva escondida. Edward la seguía a una distancia segura, asegurándose de que no se encontrara en peligro.

Al llegar a la cueva, Clara se escondió entre los arbustos, esperando. No pasó mucho tiempo antes de que escuchara pasos acercándose. Dos figuras emergieron de la oscuridad: la baronesa Amelia y un hombre que Clara no pudo reconocer de inmediato.

"Todo va según lo planeado", susurró Amelia. "Los condes no sospechan nada. Mañana, cuando firmemos los documentos, las tierras serán nuestras, y Edward nunca se dará cuenta de lo que le hemos quitado."

El hombre asintió, y Clara contuvo la respiración. Sabía que ese era el momento que habían estado esperando.

Con un gesto sutil, Clara hizo una señal a Edward, quien se acercó sigilosamente detrás de los árboles. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, salió al claro con una voz firme.

"Eso no ocurrirá, Amelia."

La baronesa se giró rápidamente, sus ojos abriéndose con sorpresa al ver a Edward. El hombre que la acompañaba intentó huir, pero Edward lo interceptó con facilidad. Amelia, sin embargo, se mantuvo fría y calculadora.

"Edward, querido, ¿de qué hablas?", dijo con una sonrisa forzada.

"De tu traición", respondió Clara, saliendo de su escondite. "Sabemos lo que has estado haciendo. Te hemos estado observando, y hemos escuchado todo."

La expresión de Amelia cambió rápidamente, de sorpresa a rabia. Sabía que la habían descubierto, y que no tenía escapatoria.

El conde y la doncellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora