El amanecer traía consigo una nueva sensación de paz en el castillo Arenthall, aunque el peso de las traiciones recientes seguía latente en el aire. Edward y Clara se levantaron temprano, conscientes de que aún quedaban cabos sueltos por atar, pero sintiendo una nueva fuerza tras la captura de Lord Hargrave. El castillo, que había sido un lugar de conspiraciones y sombras, ahora parecía abrirse a la posibilidad de un futuro más seguro.
Mientras Clara vestía con la ayuda de una doncella, su mirada se perdió en el espejo. A pesar de los golpes que había recibido, tanto físicos como emocionales, sentía que había emergido más fuerte. Ya no era la joven asustada que había llegado al castillo, sino una condesa en toda regla, capaz de enfrentarse a cualquier adversidad.
Cuando Edward entró en la habitación, la encontró observando su reflejo, y no pudo evitar sonreír. "Cada día más fuerte", comentó con ternura mientras se acercaba a ella.
Clara sonrió, aunque el cansancio aún se reflejaba en su rostro. "Gracias a ti. No sé cómo habría soportado todo esto sin ti a mi lado."
Edward tomó su mano y la besó con suavidad. "Somos más fuertes juntos. Siempre lo hemos sido."
Ambos sabían que ese día sería crucial para cerrar algunos capítulos dolorosos de su vida. Lord Hargrave había sido llevado a juicio, y con su confesión se revelaría todo el alcance de la traición que había sacudido al castillo. Pero más allá del deber, ambos sentían que su vínculo se había fortalecido de maneras inesperadas.
El juicio fue breve pero intenso. Hargrave, con la mirada vacía, no negó sus actos. Explicó con amargura cómo había estado conspirando desde hacía años, buscando la forma de desestabilizar a la familia Arenthall para ganar poder. Amelia había sido solo una pieza en su retorcido juego, una herramienta para desatar el caos.
"Siempre fue sobre el poder", confesó Hargrave con frialdad. "La fortuna, el título, todo lo que posees, Edward. Lo merezco más que tú."
Edward, que observaba desde su asiento, sintió una oleada de rabia, pero la controló. Había aprendido que no siempre la venganza era la respuesta, y este era uno de esos momentos. Hargrave sería juzgado de acuerdo con la ley, y la justicia prevalecería.
Al final, Hargrave fue condenado a pasar el resto de sus días en prisión, una sentencia que él aceptó con una sonrisa torcida. Sabía que había perdido, pero aún se deleitaba en la idea de haber dejado una marca en el legado de los Arenthall.
Tras el juicio, Clara y Edward regresaron al castillo, más tranquilos pero sabiendo que el daño causado tardaría tiempo en repararse. La sombra de la traición todavía pesaba sobre ellos, pero juntos se sentían capaces de enfrentarse a cualquier reto que les aguardara.
Esa tarde, Clara decidió dar un paseo por los jardines, los mismos que una vez le habían dado paz, pero que ahora estaban llenos de recuerdos de los momentos oscuros. Mientras caminaba entre las flores, sintió una mano cálida que tomaba la suya. Edward había decidido acompañarla.
"Es hora de que este lugar vuelva a ser lo que era", dijo Clara mientras miraba a su alrededor. "Ya no más secretos, no más sombras."
Edward la miró con orgullo. "Lo será, Clara. Lo reconstruiremos, no solo el castillo, sino también la confianza y la paz. Contigo a mi lado, sé que todo es posible."
Clara asintió, sintiendo que por primera vez en mucho tiempo, el futuro estaba lleno de esperanza.
Los días que siguieron estuvieron llenos de trabajo y renovación. Clara, completamente recuperada, se sumergió en sus nuevas responsabilidades como condesa, aprendiendo cada vez más sobre las tierras y el bienestar de la gente. Edward se dedicó a restaurar la confianza entre sus vasallos y asegurar que el castillo fuera un lugar seguro para todos.
Los jardines, que alguna vez fueron el escenario de la traición, ahora eran un símbolo de renacimiento. Clara y Edward pasaban las tardes allí, hablando sobre el futuro, planeando cómo querían gobernar y crear una familia en un lugar libre de conspiraciones y resentimientos.
Un mes después del juicio, Clara se encontraba nuevamente en los jardines, pero esta vez, algo había cambiado. Sentía una alegría silenciosa que había estado creciendo en su interior, una sensación de plenitud que no podía ignorar. Cuando Edward la encontró observando las flores en silencio, ella se giró hacia él, su rostro iluminado por una sonrisa radiante.
"Edward", dijo suavemente, sus ojos brillando con una emoción que él no pudo interpretar de inmediato. "Voy a tener un hijo."
Edward la miró, congelado por un momento, antes de que la comprensión lo golpeara como una ola. Su rostro se llenó de una mezcla de incredulidad y pura felicidad. "¿Un hijo?" repitió, como si necesitara escucharlo de nuevo.
Clara asintió, sus ojos llenos de amor. "Sí, un hijo. Nuestra familia."
Edward la abrazó con fuerza, sus emociones desbordándose. Habían pasado por tanto juntos, habían superado traiciones, peligros, y ahora, estaban comenzando una nueva etapa. Con un hijo en camino, el futuro se sentía más brillante que nunca.
El castillo de Arenthall, que una vez había sido un lugar de conspiración y peligro, ahora estaba lleno de esperanza y amor. Clara y Edward, unidos por el destino y fortalecidos por las pruebas que habían enfrentado, estaban listos para construir una nueva vida juntos, un legado que perduraría más allá de cualquier oscuridad que el pasado pudiera traer.
Su historia, marcada por el sacrificio y el amor, estaba solo comenzando.
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El conde y la doncella
RomanceLa historia comienza con Clara, una joven campesina que lucha por mantener a sus hermanos tras la muerte de sus padres. Su vida cambia drasticamente cuando el conde Edward Arenthall, obligado por el testamento de su padre a casarse para heredar una...